La porte étroite es el título de una novela de André Gide y también el de una exposición de fotos del artista y arquitecto Luis Vignoli (Rosario, 1968). La muestra se inaugurará este jueves 8 a las 19, en la librería Oslo (Urquiza 1035, Rosario), podrá visitarse en horario comercial y cerrará el 27 de agosto con una mesa redonda.

La porte étroite significa "la puerta estrecha". Luis Vignoli toma la frase de la misma parábola bíblica que inspiró la canción Highway to Hell ("Autopista al infierno") de la banda australiana AC/DC.

Mayoritariamente en blanco y negro, las fotografías que expone Luis Vignoli son claroscuros tenebristas que revisan la tradición pictórica y fotográfica del desnudo, al que reformulan como "cuerpo".

"Exponer" es precisamente de lo que no se trata. En esta serie fotográfica, en la que el autor de La noche (EMR, 2012) viene trabajando prácticamente en lo que va del siglo, el cuerpo está casi completamente oculto por la sombra. La imagen sugiere mucho más de lo que se muestra. Se trata de una experimentación en torno a la psicología de la percepción, dirigida al espectador activo que sepa completar una forma sensiblemente abierta y conceptualmente cerrada.

En el universo binario de representaciones que organizan el significado del arte religioso judeocristiano (arte religioso al que no pertenece ninguna de las tres obras mencionadas; sí los óleos de Caravaggio, por ejemplo), la luz y las tinieblas portan una espesa y ambivalente carga simbólica. Para los poetas místicos, a contrapelo de nuestro sentido común cultural, la "noche oscura del alma" nombra el primer paso iniciático hacia la divina luz. La alegoría trasciende su origen moral y metafísico. Incluso cuando Occidente empezó a volverse ateo, fue contra el "oscurantismo" en nombre del "Siglo de las Luces". Sólo tomó las dos metáforas y les invirtió el sentido.

En la fotografía analógica esa inversión era parte del proceso. La luz hería la película y dejaba intacta (sin exponer, sub expuesta) la zona que en el papel corresponderá a lo no visible del mundo representado. Demasiada luz daba otro tipo de invisibilidad. Luis Vignoli prefiere hablar de visibilidad y de lo invisible, en vez de luz y oscuridad. La tiniebla equivale a lo no captado, lo que se fugó del dispositivo técnico de captura visual. El misterio, dirían los poetas místicos o las poetas místicas. Lo desconocido, insinuaría algún científico o alguna científica. Sin embargo, como todos los cuerpos humanos son de una misma especie y eso los hace estructuralmente semejantes, es posible por inferencia saber, o al menos intuir o sospechar, qué se esconde en ese no registro. Se ingresa a él, sí, por la "puerta estrecha" de lo dado a ver; pero si el ojo se desliza desde la luz hacia la oscuridad es a través de los claroscuros y grises, ese delgado litoral de sensualidad y erotismo.

Hay en estas impecables obras una belleza que excede toda lectura conceptual; belleza cuya sinuosidad modernista se emparenta en más de un sentido con la escultura rosarina de Erminio Blotta (abuelo del autor), influida por la escuela de París. La visión podrá ser una alegoría del conocimiento; las puertas o intempestivas autopistas integrarán parábolas de salvación o de condena, pero junto al placer intelectual de resolver la adivinanza (¿eso es una espalda? ¿Dónde estará la cabeza?) prevalece el sensible de una mirada que acaricia.