Desde Barcelona

UNO Cada vez que lee en alguna parte –y esas partes se multiplican a la altura del ecuador del verano boreal—esa pregunta de “¿Qué libro te llevarías a una isla desierta?” Rodríguez siempre se repregunta lo mismo: “¿No existirá la posibilidad, señores agentes de lit-turismo, de naufragar en una isla desierta, sí, pero que incluya bien nutrida biblioteca?”

Es decir, Rodríguez no tiene la menor idea de qué escogería y además, piensa, ¿cómo impedir que un libro no se moje entre lo profundo y la orilla? En cambio, Rodríguez tiene perfectamente claro qué música se llevaría a una isla desierta. No está seguro de cuál de entre todos sus discos, pero sí de quien los firma y afirma: el conmocionante Lloyd Cole, quien aquí viene de nuevo, sonando diferente pero igual que siempre.

DOS Lloyd Cole (nacido en Inglaterra 1961 y con ese nombre verdadero que más de uno en su momento no pudo sino pensar como inventado por sus resonancias de poeta victoriano y cowboy melancólico). Lloyd Cole a quien Rodríguez siempre va a ver y oír cada vez que pasa por Barcelona en memoria inolvidable de Lloyd Cole and the Commotions. Banda hace mucho desbandada y con ese nombre tan Motown pero, en verdad, haciendo gala de un sonido donde convivía lo mejor de The Byrds y Bob Dylan y Big Star y Lou Reed y The Kinks. Guitarras cristalinas y voz de crooner de medianoche. Música para happy few y que no tenía nada que ver con lo que se hacía por entonces: sin raros peinados nuevos pero ideal para jóvenes cultos y snobs con jerseys de cuello alto y parejas complicadas y muchos Penguin Modern Classics junto a la cama. Lloyd Cole and the Commotions quienes a Rodríguez se le hacían tanto mejores (tantísimo mejores) que The Smiths. Lloyd Cole and the Commotions y los diez tracks de su ya legendario debut, Rattlesnakes (1984), donde se daban el lujo y no se quedaban con las ganas de mencionar a Eve Marie Saint, Norman Mailer, Greta Garbo, Arthur “Love” Lee, Simone de Beauvoir, Grace Kelly, Truman Capote, Leonard Cohen, Marcel Proust. (En entrevistas de por entonces, Lloyd Cole no dudaba a la hora de explicar a los un tanto irritados periodistas-rock --porque aquí había llegado un tipo que “sonaba” como ellos pero encima de un escenario-- que “The Sea and the Sand” había sido inspirada por la lectura de Up on the Black Hill de Bruce Chatwin, que “Down on Mission Street” era “consecuencia directa de una sobreexposición al primer Graham Greene”, y que la clave de “Rattlesnakes” estaba en “haber puesto a la protagonista de A Book of Common Prayer de Joan Didion en el contexto de Play It As It Lays de, también, Joan Didion”.) Y así concluir aconsejando --en ese clásico instantáneo que fue y es y será “Are You Ready to Be Heartbroken?”-- que “Si realmente quieres enderezarte / Apóyate contra una biblioteca”. Lloyd Cole and the Commotions que, aunque exitosos, apenas estuvieron juntos en dos magistrales discos más: el seriamente juguetón Easy Pieces (1985) y esa obra maestra sobre el fin de esa infancia conocida como juventud que es Mainstream (1987). Y así Lloyd “Soy Más Un Songwriter Que Un Hit-Maker” Cole --ahora y desde 1990 a solas y a la altura de uno de los grandes héroes de Lloyd Cole: el ya mencionado Leonard Cohen-- editando regularmente joyas solistas. Sin mucho éxito comercial (hace ya tanto alguna discográfica pensó que podía convertirlo en algo así como un George Michael para intelectuales sin comprender que el masivo George Michael seguramente soñaba con ser considerado un intelectual como Lloyd Cole); pero recibiendo el triunfal amor de fans (quienes, en ocasiones, contribuyen con dinero para que puede grabar la siguiente, Rodríguez fue uno de los muchos de ellos y, por lo tanto y por lo poco con lo que contribuyó, uno de los logros de su biografía es la de figurar como “productor ejecutivo” del glorioso Standarts) así como el respeto y admiración de la crítica quien lo sigue considerando como a alguien que a veces se pasa de listo pero, a veces pasa, alguien que también se cuenta y canta entre los más listos de todos.

TRES ¿Y por qué irse a naufragar con Lloyd Cole como balsa musical?, se pregunta Rodríguez. Y enseguida se responde: porque escuchar a Lloyd Cole es como conversar con Lloyd Cole. Lloyd Cole como letra y música para no volverse loco a solas a la vez que sentirse tan bien acompañado por el vivísimo fantasma de su electricidad. Porque, claro, Rodríguez creció y “juveneció” (habría que patentar ese verbo, se dice) y ahora está envejeciendo junto a Lloyd Cole. Y Rodríguez siente a sus canciones como la modélica playlist para su vida, como el más afinado y atinado soundtrack para su historia. Esa sensación de “Hey, están tocando nuestras canciones”. Seguro que a otros compañeros de generación les pasa, se dice Rodríguez: la perturbadora sensación de haber encontrado al chico que, de ser chica, sería esa novia ideal/fatal y, por lo tanto, imposible.

CUATRO Ahora, tantos años después, Lloyd Cole vendría a ser para Rodríguez el equivalente a esa amiga legendaria con la que uno jamás fue más lejos por temor a que significase perder su amorosa amistad. Y el vínculo se refuerza –vuelve a reforzarse—con el flamante y casero Guesswork. La supuesta novedad –aunque Lloyd Cole ya estuvo varias veces por ahí—es que se trata de su primer disco electrónico. Así que canciones que por momentos suenan a una casi festiva especie de Erasure para tipos que no se atrevían a bailar con Erasure pero a las que enseguida cubren un poso de melancolía sin fondo y está bien que así sea. Y lo más interesante y admirable de todo: se escucha el kraftworkizado Guesswork y, enseguida --como en un subtitulado track fantasma-- pueden oírse claramente sus versiones conmocionadas. ¿El equivalente al I’m Your Man en la discografía de Lloyd Cole? Tal vez, quién sabe, qué importa. Porque aquí –sonando también un poco a ese otro maníaco referencial, Franco Batiatto—vuelve el tipo curtido a explicar lo que es tener arrugas sin por ese dejar de sentir la piel tan delicada y vulnerable como la de un bebé. Canciones con títulos tan expresivos como “The Over Under” o “The Loudness Wars” o “The Afterlife” o “Night Sweats” donde Lloyd Cole se define como un “complicated motherfucker” y admite ser “un pescado frío… el platillo que nadie escoge”. Fuera pero cerca de allí –en una reciente entrevista y contento de que Guesswork, quién iba a suponerlo, esté gustando y vendiendo tanto o más que de costumbre—Lloyd Cole sonrió: “Estoy empezando a pensar que la vejez puede llegar a ser mucho más divertida que la madurez porque, en serio, ¿qué nos queda ahora por perder?”. Pero Guesswork sale ganando y Lloyd Cole llega y sigue en primera línea de playa.

En todo esto piensa el conmocionado y emocionado Rodríguez --con los audífonos clavados en su cráneo para enmudecer sus alrededores-- caminando por una playa de Barcelona desbordante de aullidos de turistas mientras, en el horizonte, comienza a crecer la más perfecta de las tormentas. Una de esas tormentas perfectas para naufragar y descubrir que --si bien se es poco y nada nadando-- al menos se sigue a flote y atado a un mástil, cantando.