Desde hace un tiempo, José Campusano, el hombre que supo darle un corpus cinematográfico al conurbano, experimenta con nuevas locaciones y tecnologías. Se animó a filmar en lugares como Brasil, Bolivia o Estados Unidos y en video 360, y cuenta entusiasmado que quiere trabajar con hologramas. Sin embargo, con Hombres de piel dura, que se estrena este jueves, parece regresar a los orígenes: filmada en una zona rural de Buenos Aires, cuenta la historia de Ariel, el joven hijo gay de un patrón de estancia que enfrenta no sólo la ruptura de su relación con Omar, el cura del pueblo, sino también el rechazo de su padre, que lo obliga a frecuentar mujeres.
Dolido, Ariel buscará el amor en un peón de la estancia con mujer e hijo y hasta en un gaucho de pelo largo que no quiere que lo besen en la boca: una historia de varones gays en los márgenes que, al igual que su primera ficción, Vil Romance (2008), saca a la homosexualidad del “armario” de clase media urbano al que parece querer confinarla cierto cine. “No es nada casual. Hace tiempo entendí que había algo muy llamativo, y era que las personas que me habían asombrado, enseñado y compartido sus procesos, eran parte de un modelo humano que no estaba en el cine argentino. Inexplicablemente, todo ese capital antropológico había sido eyectado tanto de las áreas técnicas como de las áreas artísticas”, asegura Campusano a Página/12.
- Las situaciones de abuso sexual abundan en su cine. ¿Por qué?
- Todas estas películas nacieron de un proceso de investigación y de diálogo bastante intenso con personas vinculadas a los sucesos. Y esta problemática siempre aparece con mucha fuerza. Apareció cuando viajé al Amazonas, también en Bolivia. No es que la esté forzando: simplemente prevalece por sobre otras. No sería sincero no hacerme eco.
- ¿Y cómo llegó al tema de los abusos de la Iglesia católica?
- La información está delante tuyo todo el tiempo. Simplemente tenés que hacer lo correcto para abrir ciertos portales y entonces todo fluye. Un amigo que ya falleció vivió en carne propia una escena clave de la película. A partir de ahí tuve la oportunidad de hablar con curas del conurbano. Todos se mostraron corporativos, nadie se mostró crítico. Usaron bastantes eufemismos, todo se relativizaba: “hay que ver”, “hay que entender”… Pero mientras entendemos hay muchos chicos que son traumados de por vida y que muchas veces trasladan ese trauma a otros jóvenes.
- En la película aparecen nociones ambiguas de víctima y victimario: hay un cura pedófilo que dice que fue víctima, mientras que Ariel dice estar enamorado del cura Omar, que abusó de él…
- Sí, se diluyen. Muchas veces cedo en función de lo que establece la lógica de los sucesos. No hago un cine ni para quedar bien, ni porque a mí me parece que debería ser de alguna forma. Hago un cine que está ligado a los pulsos de la vida. Yo de mi parte no juzgo, escucho. Este cine cambiaría radicalmente si empezara a hacerlo. Contemplo y trato de dejar un registro lo más rupestre, si se quiere, de ciertos procesos de la vida.
- ¿Cómo logró hablar con los curas?
- Fui directamente a un cura que estaba sindicado como posible causante de uno de estos hechos y le ofrecí el papel. No actúa en la película porque no quiso, pero proveyó muchos datos. Como busco los registros más verosímiles, entonces si alguien que está catalogado así puede ocuparse del rol, esa persona irradia más allá de sus conocimientos actorales o no.
- ¿No le hacía ruido que actuara una persona acusada de pedofilia?
- No, porque tampoco estaba comprobado. Él había dejado la religión porque tuvo una relación heterosexual con una mujer y como estuvo muy cuestionado tuvo que decidir. También se decía que había abusado de un menor y había cometido un asesinato. Yo le pregunté algunas de las cosas que circulaban sobre él y algunas las negó. Fue una charla muy intensa.
- ¿Se considera una persona de fe?
- Todos estos cultos que conocemos, sean católicos, sean protestantes, sean budistas, no me cierran para nada. Creo en las personas y en que todo puede cambiar, y apuesto a eso. También creo que el arte es altamente sanador.
- ¿Cómo logró que la gente le contara sus historias, sobre todo en ámbitos rurales, donde la homosexualidad aún es condenada?
- Depende de quién la ejerza. Si es una persona débil, es condenada. Ahora, si la ejerce un fuerte, instala un concepto. Viene un estanciero, es millonario, es gay, hace una fiestonga, está todo bien. Es fácil hacerle bullying al débil.
- En su cine, ni su cámara ni sus actores parecen tener pudor…
- Pero soy terriblemente pudoroso. Filmar escenas de sexo es lo más fácil. Primero, tenés que ser agradecido con la gente y sincero con lo que buscás. Yo propuse abiertamente: “A ver, muchachos, es muy clásico el sexo oral, la cópula. ¿Ustedes que dirían como original, así rompemos un poco este esquematismo?”. Y bueno, alguien dijo “beso negro”. Y yo les pregunté: “¿Se animan?”. Y se animaron. Listo. No es tan difícil. El tema es que tenés que ser permeable a esas influencias.
- ¿Hay algo que le daría pudor filmar?
- Lo que no filmaría nunca es el daño hacia una persona.
- ¿Cómo describiría su cine?
- Como un cine con una búsqueda etnográfica y políticamente incorrecta, bastante inclusivo, que le da voz y presencia a la parte más fascinante del ser. Hemos filmado en cinco, seis países, siempre con las mismas prerrogativas: historias verídicas, protagonizadas por personas de la calle, sean actores o no, y en escenarios reales. ¿Un cine irreverente? Perfectamente. Pero que no apuesta a adormecer, sino a mostrarte códigos de convivencia que no están siendo explorados por cierto sector del audiovisual.
- Hoy en día usted es conocido en la industria. ¿Siente que eso le dio más libertad o lo restringió un poco?
- No nos condiciona en absoluto. Al único sector al que le rendimos explicaciones es a la comunidad que confía. A otros sectores para nada. Hasta el día de hoy nunca tuve un atisbo de censura en base a un fondo o un coproductor. Siempre libertad total. Es más, me aseguro de tener el corte final y libertad en materia de guión. Escucho opiniones pero decido todo. Y si alguien se pone demasiado enfático, le digo que haga su película.