Imposible armar hoy una lista que se precie de defender derechos adquiridos y avanzar en su ampliación sin incluir a una candidata trans. Paula Arraigada se viene preparando desde 2012 para ocupar ese lugar, a partir de un trabajo político que comenzó en la villa 1-11-14. Su objetivo es mejorar la calidad de vida de la población trans en la Ciudad de Buenos Aires y seguir avanzando en la participación, para que muchas personas trans puedan ocupar bancas legislativas. Cuando terminó la secundaria eligió Buenos Aires como lugar donde quedarse y pelear la vida, a pesar de haber sufrido las peores discriminaciones, por ejemplo la de no recibir ofertas como actriz luego de transicionar. 

 Como activista trans, ¿estás conforme con el lugar 10 en la lista?

No participé en la negociación por los puestos en la lista. Me llamaron una noche (22 de junio, a las 21.30) para que vaya a firmar. Y acepté porque me parece muy importante que una trans esté en la lista oficial del Frente de Todos. Sobre todo teniendo en cuenta que en esta lista confluyen un montón de fuerzas.

¿Por qué te hicieron el llamado? ¿Qué trabajo estás haciendo dentro del Frente de Todos?

Me llamaron por el trabajo territorial que estamos haciendo con la agrupación La Nelly Omar. Todo empezó hace 7 años, cuando fui a militar a la villa 1-11-14 (Bajo Flores). Llegué sola, me paré con una mesita y un afiche. Y encontré el amor de la gente, como lo había recibido de chica en mi pueblo (Gobernador Echagüe, Entre Ríos). Las señoras traían café y chocolate para que no pase frío y nos poníamos a conversar: si estaba enferma, si se curó. Con esa gente empecé a armar el espacio de La Nelly Omar al año siguiente. El objetivo era crear poder popular. Y el primer logro que tuvimos fue que muchxs chicxs del barrio logren llegar a la universidad. El local ahora lo tenemos en Parque Chacabuco. Es un gran living con una pared cubierta de fotografías de las grandes actrices argentinas: Fanny Navarro, Sabina Olmos, Laura Hidalgo, Zully Moreno, algunas de ellas la pasaron muy mal y fueron perseguidas por peronistas. Elegimos el nombre de Nelly Omar porque es un gran emblema del peronismo. Estuvo 17 años proscripta por cantar La Descamisada.

Entiendo el reconocimiento al trabajo territorial. Pero es difícil que quien ocupa el lugar 10 en la lista, acceda a la banca de diputadx.

Y sí, sería bueno tener un mejor lugar para pelear por las leyes más urgentes: la de cupo laboral travesti-trans y la de reparación histórica por las violencias, vejámenes y violencias sufridas, que siguen manteniendo la expectativa de vida de las personas travestis y trans en 35 años. Son urgentes esas leyes porque su ausencia nos sigue costando vidas. Soy una excepción por haber llegado a cumplir 50 años. Hay enormes cuadros que no están en esta lista y me convocaron a mí, una persona trans para que ocupe este lugar. No me parece mal el lugar 10. Porque 10 es la camiseta de Maradona, el 10 es el puntaje más alto que sacamos en la escuela y es un número divino. Para mí significa abrir puertas para dar la discusión sobre los espacios de poder. Subí 6 puestos en relación a la lista de 2017, donde era precandidata a tercera diputada nacional suplente. Lohana Berkins inició el camino cuando fue candidata a diputada nacional en 2001. Desde entonces seguimos dando pasos enormes, aunque todavía no son suficientes. Hoy para nosotras lo más importante es ganar la elección. Tenemos un compromiso de palabra de Alberto Fernández de oficiar todo lo necesario para que el proyecto de cupo laboral travesti trans se convierta en ley.

¿Cómo obtuvieron ese compromiso?

Fue el 25 de mayo, durante el locro del peronismo de la Ciudad en Ferro. Yo llevaba el pañuelo que decía “cupo laboral trans ya”. Alberto Fernández dijo que iba a acompañar el proyecto. Tampoco hay que olvidar que fue Diana Sacayán quien empezó a pensar la ley de cupo y logró que se sancionara en la provincia de Buenos Aires.

 ¿Hasta qué edad viviste en Gobernador Echagüe?

Hasta los 11 años. Después nos mudamos a Rosario del Tala, para que pudiera hacer el secundario. Tengo un lindo recuerdo de mi pueblo porque nunca me dijeron nada feo. Me veo en las fotos de chica, sentadita con las piernas juntas, ya se notaba qué sexualidad iba a tener. Podía jugar sin problemas tanto a los autitos, como a las muñecas y a la escuela de modelos. Cuando vino Raffaella Carra a la Argentina (1978-1979), me compraron el disco y mi padre ferroviario me armó un micrófono con un palo de escoba. Teníamos un Winco que funcionaba con pilas grandes, porque aún no teníamos luz eléctrica a pesar de que vivíamos en la estación.

¿Tu padre no te reprendía por hacer “cosas de nena”?

No. Desde chica me pintaba las uñas y mi hermana me decía que el guarda si iba a enojar. Tendría unos 5 años y acompañé a mi papá a llevar el Renault 4 L al mecánico. El hombre le dijo “qué linda la nena”. Mi padre respondió que no era una nena sino un varón. “Ah –le contestó el mecánico-, me pareció porque tiene pintados los ojos”. Y mi padre no dijo nada. Cuando tenía 8 años jugaba a ser la Mujer Maravilla y una vez le di un beso a mi amigo Albertito. Él era Steve Trevor. Después no vino más a jugar a mi casa. Ya a los 11 años tuve un novio en otro pueblo. A mi papá lo mandaron a relevar a un ferroviario en otra estación y lo acompañamos. Conocí a ese chico y fue una relación hermosa. Nunca tuvimos sexo pero nos quedábamos mirando la puesta del sol y caminábamos tomados de la mano cuando nadie nos veía, porque sabíamos que estaba mal. Aunque para mí era normal hacer eso. Cuando nos fuimos a Rosario del Tala todo cambió. La adolescencia fue horrible. Todavía me produce angustia. Si fuera algo individual vaya y pase, pero es la vida que nos tocó a todas. Y la angustia la tengo por no poder hacer que estoy concluya.

¿Querés contar algo de tu adolescencia?

Empecé la secundaria en democracia. Tuve que ir como varón a la escuela, pero me maquillaba. Las clases de educación física eran muy marciales, el profesor me trataba como varón y me violentaba porque me veía amanerada. Una vez me tiraron al tacho de basura. Tenía 15 años.

¿Cómo fue que te viniste a Buenos Aires?

Tuvieron mucho que ver las telenovelas. En Rosario del Tala mi vida pasaba mucho por la televisión y por las películas argentinas que veíamos con mi mamá. Solo tenía dos amigos varones; cuando meacercaba a las chicas, se enamoraban de mí y eso me ponía incómoda. Así que fui creando mis propios mundos en casa. En 1986 pasaban la novela María de nadie. La protagonista llegaba a Retiro con una valijita de cartón. Yo llegué a la estación Lacroze en 1988 con una valija de cuero. Quería ser una actriz como María Rubio, en el papel de Catalina Creel. Catalina era una mujer poderosa y mala. Fue un golpe para mí ver cómo en Buenos Aires mi manera de ser tenía una connotación negativa al punto de sentir que me querían matar cada vez que me gritaban “puto”. En Rosario del Tala a lo sumo me habían llamado maricón, pero eso no tenía una connotación de muerte. Resolví que me igual me iba a quedar, a pelear la vida y a intentar ser actriz. En 1990 entré a trabajar en el teatro La Campana, rodeada por figuras como Tito Cossa, Rubens Correa, Mauricio Kartun, Osvaldo Dragún. Fui asistente de escenografía y después también acomodadora. Como ellos venían de la Escuela Municipal de Arte Dramático, me anoté para estudiar en ese conservatorio. Para entonces aún no había consumado una relación sexual. Una compañera actriz, Adriana Di Caprio, me dijo “qué lindo pelo tenés, dejátelo largo”. Y empecé a dejarme crecer el pelo, a soltármelo. Me reconcilié con mi boca, antes pensaba que mis labios eran feos y gruesos. Fue a los 23 años y empecé a ser feliz, a pesar de que mis compañeras me decían “fíjate, así no vas a conseguir trabajo”. En esos días fui a un casting y el director me dijo que mi cuerpo era para ser una chica travesti.

¿De qué modo te lo dijo?

Me lo dijo bien, no fue ofensivo. Empecé a usar zapatos de mujer y vestido, mis piernas se veían muy bien. Ya no me llamaban para los castings, pero era muy feliz. Empecé a trabajar en la calle. Una amiga me llevó a una cirujana y me puso las tetas con siliconas. Antes usaba un solero rosa bebé corte princesa y me ponía bombitas de agua. Pero era muy traumático, o se reventaban o te bajabas el corpiño y no tenías nada. Ahora me duele ver cómo me quedaron las piernas, producto de las siliconas líquidas. Pero durante toda la juventud estuvo perfecto, fue hermoso ver mi cuerpo así. Andábamos casi desnudas, porque queríamos mostrar lo que teníamos, era algo que habíamos alcanzado con mucho sacrificio y que nos daba alegría. Apoyo el trabajo sexual, pero yo quería volver al teatro y no me empleaban. Se me ocurrió armar una empresa de animación de fiestas infantiles. Empecé haciendo cabezudos, no se me veía la cara, pero ni eso me puso a resguardo del maltrato y la discriminación. Una vez me estaba cambiando en un baño con etiquetas que decían “la discriminación mata” y una pareja joven y progre me dijo que me tenía que ir porque qué iban a decir los padres de los chicos. Esa vez me avivé y pedí la plata. Me fui llorando, son horribles esas situaciones. Después la situación mejoró, empecé a emplear chicos y chicas y a recrear situaciones que quería hacer en el teatro, historias de princesas. Era divertido. 

¿Y entonces por qué lo dejaste?

La política me desbancó. Empezó a costarme ir a las fiestas infantiles los sábados, porque disfrutaba mucho el activismo. Era muy feliz trabajando en política. Pero mi empresa de animación se fue a pique. Llegué a una situación económica muy difícil. Por suerte pude ingresar a trabajar en la Legislatura, en el Programa de Planificación Estratégica en Políticas de Seguridad.Escuela Nacional de Arte Dramático y algunas compañeras le advirtieron "mirá que no vas a conseguir trabajo". Pero ella no se achicó y cambió la actuación por la política.