La política de tasas de interés exorbitantes derivó en una fuerte caída del crédito. En julio el stock de préstamos al sector privado se contrajo 0,6 por ciento con respecto a igual mes del año pasado en términos nominales. Si se lo compara con la inflación, que en esos doce meses se ubicó por encima del 52 por ciento, el retroceso real es todavía más pronunciado, lo que evidencia las dificultades que tienen empresas y hogares para poder financiarse. Las cifras surgen del Informe Monetario de julio que difundió este miércoles el Banco Central. En el mismo período, la tasa activa, que se cobra para distintas líneas crediticias, tuvo un alza promedio de 20 puntos porcentuales, para llegar 68 por ciento el mes pasado en adelantos de cuenta corriente.
La corrida cambiaria que se inició en abril del año pasado, producto de la desconfianza hacia la política económica de Cambiemos, el Gobierno buscó contrarrestarla con un apretón monetario. Llevó la tasa a niveles record en el mundo y aspiró todos los pesos que pudo para evitar que el ahorro se trasladara al dólar. Pero como la compra de dólares es el síntoma y no la enfermedad, esta suba no alcanzó para frenar la fuga de capitales. Apenas pudo contener la consecuente disparada en la cotización vendiendo dólares para equilibrar el mercado. Pero la suba en el costo del dinero profundizó la crisis económica y trabó la posibilidad de una rápida recuperación, tensionando aún más el mercado cambiario.
Entre los principales factores que se esgrimen al momento de tomar la decisión de ajustar la operación de una empresa -o directamente cerrar- se encuentra la caída del mercado interno y del financiamiento, ambas relacionadas entre sí. Para las empresas el costo para descontar documentos (cheques) en el circuito formal se ubicó en julio en 58,1 por ciento anual, ante el 39,6 por ciento de un año atrás, mientras que los adelantos pasaron de 50,5 a 68,4 por ciento en doce meses. El resultado es que el descuento de cheques se contrajo en 21,9 por ciento medido en valores absolutos y los adelantos cayeron 6,3 por ciento contra julio de 2018.
Por el lado de la demanda, el aumento de la tasa también explica el deterioro del mercado interno. La tasa de interés promedio para un crédito hipotecario pasó de 30,2 a 52,8 por ciento en un año. El monto de las líneas vigentes para operaciones inmobiliarias apenas superó en 7,4 por ciento los volúmenes de julio de 2018. Para los préstamos personales, a los que recurren cada vez más familias para comprar alimentos y bienes de primera necesidad, la tasa se disparó de 46,8 a 65,9 por ciento. El comportamiento fue un alza de 1,5 por ciento en el monto prestado a julio.
El apretón monetario también llegó a las tasas pasivas, las que paga un banco por colocaciones de sus clientes. En plazos fijos a 30 días la tasa aumentó de 32,5 a 47,3 por ciento. “Los depósitos en pesos del sector privado aumentaron 2,9 por ciento en términos nominales respecto a junio, con un crecimiento de 1,9 por ciento de los depósitos a la vista y de 3,9 por ciento de las colocaciones a plazo. En términos reales y ajustados por estacionalidad, nuevamente se observó un aumento de los plazos fijos (1,6 por ciento mensual)”, señala el informe monetario del Central. Respecto de un año atrás, el stock de plazos fijos aumento 74,2 por ciento.