Desde Córdoba
Diez minutos. Sólo eso duró el discurso de Mauricio Macri en su cierre de campaña a las PASO en Córdoba. A la brevedad -de 19,25 a 19,35 incluyendo los abrazos de rigor-; le sumó los escasos recursos oratorios de un hombre a quien en sus últimas apariciones se lo ve un poco fuera de su eje. Desprovisto de otro argumento que no sea pedir que lo voten. Que es él, o el diluvio.
Ante unas cinco mil personas en la Plaza de la Música (la ex Vieja Usina), los cambiemitas montaron un cuadrilátero al que rodearon de sillas. Hubo banderitas argentinas y muy poco amarillo. Sólo el que aportaron las bufandas y chales de mujeres de cabelleras lisas, rubias-planchita que parecían salidas todas de la misma peluquería. Micrófono en mano, Macri arrancó: “Toy (sic) realmente feliz de estar acá con ustedes y los llevo acá conmigo todo el tiempo”, dijo tocándose el lado izquierdo del pecho. “Ya son 21 veces las que vine” resaltó, como para refrendar a su antecesor en el escenario, el diputado Mario Negri, quien contrapuso que “ella, ella la que ahora está en Rosario (la ex presidenta Cristina Kirchner), sólo vino cuatro veces en ocho años y siempre enojada y a discriminar”. Estaba claro. Tanto Negri como todos sus colegas cambiemitas presentes, tenían en su cabeza la apabullante imagen de la multitud en el Monumento a la Bandera en ese mismísimo momento.
En Córdoba, y a sólo dos cuadras a la redonda donde la policía montó vallas, eran muy pocos los peatones que estaban enterados de la presencia de Macri en Córdoba. “No, no sabíamos –coincidieron ante este diario tres estudiantes que charlaban en la Plaza Colón, frente al colegio Alejandro Carbó-. Uno de ellos, Lautaro Bonel, de 23, contó que su mamá es doctora en biología celular y que la está pasando “muy mal, como tanta gente. Esto no puede seguir así”. Sus compañeros Mercedes, de 23 y Franco, de 22, coincidieron en que “la cosa no da para más”, aunque aún no definieron su voto”.
Mientras, ajeno a las penurias del viento helado y el hambre de los que revolvían los containers de basura los alrededores, Macri decía que se siente cordobés, que “no soy tan bueno como ustedes, pero con el cuartetazo me defiendo”. E intentó darle una pátina de epopeya al eslogan “sí se puede”. Con su dicción empastada explicó que “todos entendimos que es un grito de rebeldía, que vamos a ser protagonistas de nuestro futuro”. Y se entusiasmó sin pensar en la evidente contradicción de sus palabras: “Es fácil decir cosas, pero lo importante es hacer las cosas”. Y, casi susurró –como para contrarrestar su desaforada aparición del martes en Ferro- “¿Qué valen más en la vida, los hechos o las palabras? Los hechos –se contestó-. Y hemos hecho mucho. Acá en Córdoba se producen alimentos para 90 millones de personas. Hay ebullición en el aeropuerto de la cantidad de gente que vienen a comprar cosas que ustedes producen”. Y como si se tratara de una fantasía, siguió: “Hemos hecho muchas cosas. ¡Imaginen todo lo que podemos hacer en los próximos cuatro años! Pero para que esos sueños no se vuelvan a frustrar, tenemos que seguir venciendo la resignación, la desidia…Los cambios no son en vano. Son las bases para los próximos 20 años. El domingo es futuro o pasado”.
En las sillas de la primera línea, se vieron entonces las caras serias de Héctor “la Coneja” Baldassi, y hasta la de Juliana Awada, que lo escuchaba y miraba pétrea, hasta severa. Antes de Macri, que concluyó a puro “los argentinos juntos somos imparables”, “vamos Córdoba”, “vamos argentina” y no mucho más que eso; hubo que escuchar a Luis Juez haciendo (malos) chistes y hasta renegando de su propio pasado político peronista: “No, no olfateen porque no hay choripanes afuera, ni colectivos”. Lo peor fue el uso (y abuso) de la historia de su hija en una comparación que no merecen ni la joven, ni los millones de personas que están padeciendo el hambre y la miseria provocada por Cambiemos: “Miren –dijo Juez- los cambios tardan. Esto es un proceso. Cuando nació Milagros, le preguntamos al médico cuándo se iba a parar, cuando iba a caminar. Y de eso se trata el cambio. Es un millón de pequeños pasos. Acá nadie roba. Acá no hay bandidos. Nadie se enriquece (no, no nombró a Dujovne). Nosotros (por él y su esposa) hace 18 años que esperamos por el primer paso de Milagros. Y el cambio no es un problema del presidente. Es un problema de todos. Imaginen esta Argentina gobernada por Cuchuflito y Pindonga” remató, tergiversando lo expuesto por Cristina sobre los productos “a base de leche” u otros alimentos esenciales.
Pocas horas antes en una radio que se identifica con Macri, su compañero de fórmula Miguel Angel Pichetto hizo lo posible por devaluar a sus flamantes opositores. Le bajó el precio a Alberto, “la ex presidenta es la que tiene los votos y el poder, no Fernández”, dijo, y auguró un triunfo cambiemita por 20 puntos de diferencia en Córdoba. Al caer la tarde, y sin su elocuencia, su nuevo jefe político cerró su campaña a las PASO.