Después de que el telón se cerró, esta vez definitivamente, por más que prosiguió el arengue para que saliera para una más, los Prostitution continuaron tocando. Su líder, al mejor estilo de Cristina, se despedía del público: “Gracias, chicos y chicas”. Casi al mismo tiempo que la candidata a Vicepresidenta por Frente de Todos se encontraba clausurando, junto a su compañero de fórmula, Alberto Fernández, la campaña de las PASO, los que no fueron a Rosario, y vaya que se hicieron sentir a lo largo del show, se quedaron en Buenos Aires a partir de una excusa más que tentadora e igualmente militante: ver en vivo a Charly García.
Tras su regreso a los escenarios en marzo de 2017, cada recital del icono del rock argentino se convirtió en una experiencia profunda y de resultados imprevisibles. Pero una vez que los atavió con el título de La torre de Tesla empezaron a causar aún más furor. La táctica es así: la fecha se anuncia de forma intempestiva, las entradas se agotan en cuestión de dos o tres horas, y entonces solo resta esperar por la aventura.
A contramano de lo que sucedía en el ocaso de la era Say No More, en la que sus recitales estaban atravesados por el caos, García, pese a su delicado estado de salud, fue recuperando en este período su nivel performático. Por eso, luego de la queja de algunos fans de que nunca podían conseguir entradas para verlo en el Gran Rex, decidió regresar al Luna Park.
La idea surgió en noviembre de 2018, en la escala porteña del jazzista estadounidense Herbie Hancock, al que ex La Máquina de Hacer Pájaros conoció en la previa de su actuación en ese estadio. De hecho, le regaló un vinilo de uno de los discos de ese grupo, Películas (1977), durante esa reunión. Sin embargo, lo que más motivaba a Charly para volver a ese aforo, que nunca le fue ajeno -amén de consumar ahí la despedida de Sui Generis, sirvió para la presentación de algunos de sus discos, con cumbres como la de Piano Bar-, fue su exitoso reencuentro con la capital chilena. En el otro lado de la Cordillera, en junio pasado, actuó en el Movistar Arena ante 12 mil personas, en lo que fue su mayor convocatoria hasta ahora y primera expedición foránea en mucho tiempo.
De manera que en la noche del miércoles García retornó al Luna Park, a siete años de su último show ahí. Y lo hizo de la forma más inesperada: inaugurando su repertorio con “Instituciones”, clásico de Sui Generis para el que invitó nada menos que a su ex media naranja en esa agrupación, Nito Mestre. Justamente con ese tema comienza Adiós Sui Generis (1975), disco en vivo que registró la despedida del tándem y a la vez demostró al medio argentino el poder de convocatoria que había alcanzado el joven rock.
Pero para despejar cualquier síntoma de hipoglucemia nostálgica, el artista respondió seguidamente con contemporaneidad al alimentar el “minimalismo Casio” de “De mí”, tema con el que venía abriendo los últimos shows de La torre de Tesla, con sondas de canción pop. Al que le secundaron, para que no quede ninguna duda de que Charly vive en la Cuarta Revolución Industrial, “La máquina de ser feliz” y “Rivalidad” (del más reciente Random,2017), en los que puso a prueba la adaptación del espectáculo que venía presentando teatros en un escenario más grande.
Si en “Yendo de la cama al living”, donde las pantallas aludieron al llamado “Gol del siglo” (el segundo que le marcó Maradona a los ingleses en el Mundial de fútbol de 1986), la audiencia volvió a apropiarse de uno de los clásicos de García, en “Cerca de la revolución” el Luna Park casi se vino abajo. Especialmente ahora, que se empezó a correr la bola de que el Arzobispado porteño, dueño del lugar, quiere venderlo a un grupo inversor europeo.
Pero entre un tema y otro apareció “In the City That Never Sleeps”, en el que el ídolo demandó: “¿Qué pasó con las luces?”. Aunque no tuvo que apelar a la verborragia para alcanzar la hora y media de show, García anduvo lúcido y expeditivo. Lo demostró en la introducción de “King Kong”, cuando una chica del público, en medio de la presentación del tema, le exclamó: “¡Te queda chico!”, en referencia al predio. A lo que él respondió: “Tenés razón”. La canción del disco Kill Gil (2010) estuvo escoltada por otra del repertorio de Random, “Lluvia”, y por la que titula a Parte de la religión (1987).
Promediando el final de “Canción de dos por tres”, pieza cumbre que Charly rescató para sus últimos shows. el artista no sólo se despidió, sino que se levantó y amagó con irse. No obstante, Rosario Ortega, que en esta ocasión cumplió el rol más de mano derecha más que corista, se le acercó y lo puso en perspectiva. Entonces vinieron “El aguante”, donde otra vez García intentó irse, y “Rezo por vos”. El público, ya casi resignado a que sólo disfrutaría de una hora de recital, le pidió una más. Ahí despertaron dos hitazos: “Demoliendo hoteles” y “Nos siguen pegando abajo”, en los que nuevamente el Luna Park, que en esta oportunidad cambió el campo tradicional por uno con sillas (lo que no mermó la emoción de la gente), se mostró enardecido. “Chao, gracias”, espetó el cantautor, al tiempo que se cerraban las telas negras que tapaban el escenario. Pero algo raro se sentía en el ambiente, al igual que en el repertorio, en el que algunos temas fueron reemplazados y otros se corrieron de lugar.
A los pocos minutos, se escuchó en “off”: “No veo nada”. Cuando corrieron el telón, apareció Pedro Aznar, con quien García, Zorrito Quintiero (teclados) y The Prostitution tocaron “No llores por mí Argentina”. Si bien los dos ex Seru Giran se habían reencontrado en febrero pasado en el Teatro Colón, junto a David Lebón, en un recital de Aznar, lo hicieron en un plan electroacústico. Esta vez el bajista le devolvió a Carlos Ludwing González, integrante del grupo chileno de Charly, su instrumento prendido fuego.
Ni bien salió un invitado, llegó el otro. Y es que Nito Mestre regresó para cantar el single que la rompió en el último regreso de Sui Generis, “El día que apagaron la luz”. La canción es tan contagiosa que García siguió entonándola (esta vez confundiendo la letra) en “I’m Not in Love”, donde Rosario Ortega terminó siendo una guía que devino en voz estelar, al igual que en “Total interferencia”, temón a medio tiempo con el que el artista eligió despedirse una vez más como antídoto de los lugares comunes.