PáginaI12 En Alemania
Desde Berlín
La película húngara En cuerpo y alma, de la directora Ildikó Enyedi, ganó ayer el Oso de Oro de la Berlinale, en una discutida decisión del jurado, que no convenció a la mayoría de la prensa acreditada en el festival. Se trata de la segunda oportunidad en que Hungría se lleva el premio mayor del festival alemán, desde que en 1975 ganó Adopción, de otra directora, Márta Mészáros. Por su historia y por su situación geopolítica, la Berlinale siempre la ha dado al cine de Europa del este un lugar preponderante, pero esta vez el jurado presidido por el director holandés Paul Verhoeven parece haber exagerado la nota y perdió la oportunidad inmejorable de celebrar las obras de dos grandes cineastas, el finlandés Aki Kaurismäki y el coreano Hong Sang-soo, que debieron conformarse con premios consuelo.
Cuando En cuerpo y alma se proyectó en los primeros días del festival no hubo demasiados reproches al film, pero tampoco grandes elogios o entusiasmos. El consenso de la crítica especializada –desde los trade papers del espectáculo como Variety hasta las firmas de los grandes diarios, pasando por los blogs– coincidió en señalar que se estaba frente a un melodrama sobrio, asordinado, la difícil historia de amor entre un hombre ya mayor, con una leve disfuncionalidad motriz, y una mujer joven, con serios problemas de sociabilidad. Que ambos trabajen en un matadero le da al film un ambiente extraño, por no decir excéntrico, que la directora Enyedi aprovecha para una puesta en escena formalista en exceso, por más que ella haya definido ayer su propia película como “tan simple como un vaso de agua”.
El Oso de Oro es el segundo premio internacional que recibe Enyedi (Budapest 1955), lejana ganadora de la Cámara de Oro del Festival de Cannes a la mejor opera prima, allá por 1989, con una película titulada Mi siglo XX. Desde entonces, estuvo casi por completo dedicada a la televisión de su país y no filmaba un largometraje para el cine desde hacía 18 años. Este premio quizás le pueda dar cierta vida al film y le garantice una módica circulación en algunos circuitos de exhibición en Europa, pero no parece que En cuerpo y alma sea una película que vaya a dejar una huella o que alcance a atravesar la prueba del tiempo.
Por su parte, Aki Kaurismäki fue compensado con el premio al mejor director por El otro lado de la esperanza, una película estupenda, que muchos daban por ganadora del Oso de Oro, no sólo por sus cualidades cinematográficas y la fidelidad del director a su singularísimo estilo, sino también porque -con el humanismo y la solidaridad que caracterizan a Kaurismäki– tiene como protagonista a un refugiado sirio, un tema particularmente sensible hoy en Europa. El hecho de que Kaurismäki -quien durante la Berlinale le anunció a la televisión finlandesa su retiro del cine-no haya querido subir al escenario a recibir el premio, a pesar de estar presente en la sala, puede interpretarse de diferentes maneras: como un improbable gesto de bronca por haberse sentido despojado, o quizás como una expresión de su proverbial timidez y modestia. Sea como fuere, con un cuerpo de obra tan sólido como personal, Kaurismäki parece a esta altura un personaje de sus propias películas, un perdedor que hubiera merecido mejor suerte en la vida, festivalera al menos, donde solamente una vez anterior tuvo un reconocimiento equivalente, el Grand Prix del Festival de Cannes por Un hombre sin pasado (2002).
A su manera, el caso de Hong Sang-soo es similar. Reconocido por la crítica y la cinefilia, los jurados sin embargo suelen serle esquivos, con la rara excepción de los de Locarno, un festival que premió sus films en varias oportunidades, inclusive con su premio mayor, el Leopardo de Oro, por Right Now, Wrong Then, dos años atrás. En este caso, el de la Berlinale celebró su largometraje número 18, En la playa sola, de noche, de una manera oblicua: le otorgó el premio a la mejor actriz. Es cierto que Kim Minhee, protagonista absoluta, da todo de sí a la película, pero también que esa pasión y ese dolor que ella pone tienen atrás la impronta de su director, a quien ella le agradeció públicamente: “Te quiero y te admiro”, le dijo desde el escenario.
Otra película que también hubiera merecido mejor suerte es Ana, mon amour, del rumano Calin Peter Netzer, ganador en 2013 del Oso de Oro por su film anterior, La mirada del hijo, estrenada en Buenos Aires. Es claro que Netzer es un cineasta nato, autor de historias tan potentes como bien narradas, que aquí merecieron apenas un premio a la contribución técnica.
Los que festejaron
Los principales premios de la edición número 67 de la Berlinale son los siguientes:
- Oso de Oro al mejor film: En cuerpo y alma (Hungría), de Ildikó Enyedi.
- Oso de Plata, Gran Premio del jurado: Félicité (Francia/Senegal), de Alain Gomis.
- Premio Alfred Bauer al film que abre nuevas perspectivas: Spoor (Polonia), de Agnieszka Holland.
- Mejor director: Aki Kaurismäki por El otro lado de la esperanza (Finlandia).
- Mejor actriz: Kim Minhee por En la playa sola, de noche (Corea del Sur), de Hong Sang-soo.
- Mejor actor: Georg Friedrich por Noches brillantes (Alemania), de Thomas Arslan.
- Mejor guión: Sebastián Lelio y Gonzalo Maza por Una mujer fantástica (Chile), de Sebastián Lelio.
- Mejor contribución artística: Dana Bunesco, montajista de Ana, mon amour (Rumania), de Calin Peter Netzer.