No había nada nuevo que pudiese descubrir, pero los personajes y la fecha seguían siendo demasiado grandes. Eso era lo que sentía el actor, escritor y director de cine Sebastián De Caro cuando dos elementos de la cultura popular chocaron adentro suyo: estaban por cumplirse 50 años del asesinato de Sharon Tate y Quentin Tarantino iba a lanzar una película donde aparecería Charles Manson. Comenzó a investigar hasta que encontró ese punto ciego que buscaba.
“Lo que me di cuenta es que todo lo que se escribió sobre el tema, todo lo que se dijo, la descripción minuciosa de cada minuto de ese asesinato, todavía dejaba un lugar incompleto. No sobre la responsabilidad de quienes cometieron el asesinato, sino sobre todo lo que vino después”, dice De Caro sobre lo que motivó la salida de Cielo Drive (Reservoir Books). El libro explora de manera “rizomática” –sin líneas jerárquicas, sin un centro sobre el que giren los pensamientos– el culto a Charles Manson y el asesinato de Sharon Tate, esa “leyenda diabólica” que inspiró a Tarantino. “Lo que pasó esa noche funcionó como un aleph de la cultura pop, del cine, las letras y la música. En eso quise escarbar”.
El recorrido de Cielo Drive alterna líneas de tiempo, entrevistas a hombres y mujeres que desde la cultura se fascinaron por ese hecho lúgubre en pleno corazón de la “Ciudad de los sueños” e intervalos construidos en base al abecedario. Todos llegan hasta territorios muy poco explorados de Manson y Tarantino. De Caro parte del asesinato de Sharon Tate para internarse en un viaje hecho también de las obsesiones personales de sus entrevistados, entre quienes están los escritores Carlos Busqued y Mariana Enriquez, los periodistas culturales Alfredo Rosso y Juan Manuel Domínguez y los músicos Nekro y Mariano Roger (guitarrista de Babasónicos). “Los elegí por intuición. Apenas les dije sobre qué temas íbamos a hablar”, explica De Caro. “Ellos vinieron sin apuntes ni nada. Se dieron cuenta ahí de que tenían adentro un camino prefijado que juntaba todo, que iban uniendo ciertos conceptos musicales, poéticos de lo que había sucedido”
-¿Por qué pensás que determinados asesinatos despiertan tanta cantidad de expresiones artísticas?
-Los magnicidios son como ecos que quedan para siempre. Desde John F. Kennedy o Bonnie y Clyde, hasta el asesinato de Sonny Corleone en el peaje, en El Padrino. El Hollywood de los 70 no hubiera sido de ninguna manera el mismo sin los asesinatos en Cielo Drive. Hay algo muy fuerte que procesar. Y me parece que en ese punto es donde opera la cultura popular. Cuando esos temas son abordados sin ironías, sin poses, sin miradas anecdóticas ni mórbidas, ahí se vuelven mucho más ricos. Tiene que ver con que son consumos culturales que tienen una gran parte de nuestros sentimientos.
-En ese sentido se le dio mucha relevancia al rasgo “satánico” de Manson. ¿Tiene que ver con esa cuestión atávica que se activó con él?
El satanic panic, que es algo que se desarrolla después en Estados Unidos, tuvo un momento en su historia. Ahí es cuando se empieza a popularizar esa idea de la secta moderna, medio new age, totalmente fuera de centro, algo que no se podía encolumnar en una tradición conocida. Desde ese lugar se instaló con tanta fuerza. Despertó eso de “la sociedad paralela”: me armo un mundo con mis propias reglas. Esa secta satánica, demoníaca, de adoradores que parecen un chiste terminó por ser algo bien del siglo XX. Sobre eso podés elegir el moro o la caricaturización, o tratar de pensar en respetar ese hecho y utilizarlo para proponer otra cosa.
-¿Hasta dónde se puede llevar la reformulación de un hecho trágico?
-Recuerdo a los tripulantes de Star Trek vestidos de nazis en un capítulo, a The Rolling Stones vestidos de oficiales nazis. Momentos de un alto nivel de incorrección política que podían ser leídos como una frivolización o glamorización de cuestiones que fueron carísimas a la humanidad. Estamos hablando de uno de los actos más crueles de los que se tenga memoria. Entonces uno dice: “¿qué hay en eso, por qué pasa?”. Yo creo que en la medida en que tengamos bien en claro qué fue lo que pasó, cómo se condenó y cómo terminó, después puede aparecer la reutilización de esas imágenes. Ese desplazamiento tiene que ver con la idea de Oscar Wilde, cuando decía que el salero se ve cuando está en el piso y no cuando está en la mesa. Ese fuera de contexto es lo que hace que surja algo nuevo, algo que no esperabas.