Jugadas ya todas las cartas, es difícil pensar que sobre el final de la campaña puedan encontrarse discursos originales o argumentos aún no expresados. El lector podrá sospechar que estas líneas sirven también para calmar la ansiedad que nos domina en las vísperas de una elección tan decisiva. No se trata de hacer pronósticos porque ya conocemos decenas de encuestas y aunque estas son alentadoras no pueden responder con precisión a todos los interrogantes.
El objetivo de estas líneas es otro, una lectura de la campaña y de la situación en que nuestra fuerza llega a la elección que nos deja satisfechos, algo que no siempre ocurrió en comicios anteriores. El Frente de Todxs presentó el candidato presidencial adecuado a la coyuntura y encontró sin dificultad el discurso que mejor da respuesta a los padecimientos de millones de ciudadanxs. Se dice que se habla demasiado de economía, en desmedro de otros temas, pero cuando aumenta la pobreza y se ha instalado el hambre en la sociedad resultaría elusivo y encubridor desplazar a la economía de ese lugar central. Claro que el gobierno tiene buenas razones para no hablar porque no puede mostrar en ese terreno ningún logro. Además, como lo viene señalando Alberto Fernández, hablar de los pobres, la recesión, la deuda o el cierre de miles de empresas, no es sólo hablar de economía, es hablar de valores de democracia y de compromiso ético.
En los comienzos de la Argentina moderna, frente a quienes planteaban la opción electoral en términos puramente políticos, Perón sintetizó mejor que nadie de qué se trataba: “un partido de campeonato entre la Justicia Social y la Injusticia Social”. Hoy podemos decir exactamente lo mismo y ésa es una de las razones para el optimismo. Es cierto que la Injusticia Social también ha ganado algunas batallas pero para ello siempre ha tenido que presentarse disfrazada de opción republicana. Eso resulta ahora difícil porque la dramática situación actual impone esa misma opción de 1946.
Los anteriores resultados electorales desfavorables para el kirchnerismo tuvieron que ver con la dificultad de unir al peronismo y convocar a otros sectores del arco popular. Esta vez, el acuerdo alcanzado es tan amplio que superó todas las expectativas. La presencia de los gobernadores y de Sergio Massa en el acto de Rosario es la mejor prueba en ese sentido. Tan evidente ha sido esta vocación del peronismo por apoyar al Frente de Todxs que en la campaña oficialista ha ido perdiendo presencia su última adquisición. El escandaloso traslado al macrismo de quien ocupara altas funciones legislativas en los más diversos gobiernos peronistas no ha dado los resultados prometidos. Ningún dirigente importante acompañó a la nueva estrella de Cambiemos y ya se advierte cuánto tenía de recurso desesperado lo que se anunció como jugada genial. La actitud del presidente en los últimos actos, el desatino de decir que lo voten aunque no tengan argumentos, la sobreactuación de un enojo que tiene menos de sincero que de recomendación duranbarbista, contrastan con la seguridad que va adquiriendo Alberto Fernández, cada vez más cómodo con el rol que le propuso Cristina y le reconocen las mayorías populares.
Cuando se anunció la candidatura de Alberto, un amigo llegó a preocuparme con un comentario: “Es difícil crear un liderazgo en tan poco tiempo. Este es bueno, mejor que su rival, pero el otro está instalado, hace doce años que gobierna, en la ciudad o la Nación: en dos meses no se puede instalar un candidato”. En estos días, cada vez que veo al actual presidente ensayando infructuosamente una nueva simulación, mientras Alberto se sumerge con entusiasmo entre las masas en todo el país, con un discurso creíble que habla de lo que todos sabemos que ocurre, pienso que aquellos temores eran infundados porque en definitiva termina imponiéndose la realidad.