Comedians in cars getting coffee (Netflix). El trailer mostraba a Jerry Seinfeld gastando abiertamente a todos los que quisieron montarse en el éxito de su idea lanzada en 2012, y alardeando conque nadie puede hacerlo como él. Y la verdad es que la flamante tanda de 12 episodios que acaba de subir a la plataforma de la N le da algo de razón. El esquema sigue siendo el mismo: Seinfeld elige un invitado y un vehículo que, por por la razón que sea, se ajusta a esa figura, y con el que lo pasa a buscar para tomar café, comer algo y charlar sobre la vida, la comedia, el mundo del espectáculo, la humanidad en general. Es decir, otro programa sobre nada que resulta imperdible. Se recomiendan especialmente los capítulos con Seth Rogen, Ricky Gervais y Matthew Broderick: la evidente química entre el dúo los convierte en un festín.
Homeland (Fox). Carrie Mathison no está bien, y solo la medicación la mantiene a raya con su problema de personalidad bipolar. Hasta allí podría ser un ser humano como cualquier otro, arrastrando las cuestiones que puede arrastrar cualquiera en esta vida. Pero sucede que Carrie es agente de la CIA, y su campo de trabajo es tan inestable como ella, el Medio Oriente siempre tensionado, un polvorín a punto de estallar. Desde el primer misterio sobre si el repatriado sargento Brody es un topo o no, la serie fue desplegando toda otra serie de cuestiones de alta –y baja- política. Y los grandes trabajos de Claire Danes, el colorado Damian Lewis, Mandy Patinkin (atribulado mentor de Carrie en la CIA) y F. Murray Abraham suman puntos a una serie que quizá se fue desinflando en las últimas temporadas, pero de cualquier modo vale la inversión de tiempo.
Six Feet Under (HBO). El patriarca muere y le lega el negocio familiar a sus hijos, que deben lidiar con la viuda, su hermana y algunos empleados de la compañía. Hasta allí podría ser una serie de Suar, pero el atractivo se anticipa desde el mismo título: el tal negocio familiar es una funeraria, lo cual le dio al creador Alan Ball múltiples territorios para explorar. Cada episodio comienza con una muerte, que de algún modo fija el tono para el desarrollo de las complicadas relaciones familiares de los Fisher. Peter Krause y Michael C. Hall –quien luego se encargaría de llenar otras funerarias con su personaje del asesino Dexter- se lucen como los hermanos Nate y David, quien además de los problemas con los ataúdes está asumiendo plenamente su identidad gay. La serie terminó en 2005, pero siempre se está a tiempo de disfrutarla.