El presidente Mauricio Macri arrancó la conferencia de prensa del jueves con el formato de un spot de campaña. Narró que venía de conversar con integrantes de ONG, plenos de positividad. Recorrió luego su autobiografía autorizada. Omitió la cuna de oro, la infancia, la generosa herencia recibida ni bien nació. Arrancó describiéndose como empresario que derivó su afán de servicio en Boca Juniors para luego dedicarse a la acción política. La palabra “derechos” jamás interfiere en el discurso. En cambio “ayudar”, “favorecer”, “fibra” parece que garpan. 

Macri adopta el relato de “la llegada” tan caro a tantos dirigentes: “no soy político, vengo de …” Su problema actual es que la llegada empieza a empequeñecer en el espejo retrovisor, mientras que el presente y el pasado reciente copan la escena.

Macri tiene poco de positivo para mostrar, si no miente o distorsiona hechos y datos. Los despidos crecieron, la creación de empleo de los últimos meses no compensa el aumento de la desocupación y es tan estacional como las vacaciones de verano. Aducir que la reforma de las Aseguradoras de Riesgo de Trabajo generará empleo es un despropósito que ni siquiera sus legisladores adujeron. El éxito del blanqueo, del que se ufana, atañe solo a ricos, evasores, lavadores o familiares directos.


El sistema de la conferencia de prensa es discutible, como casi todo. Siempre suman la divulgación, la exposición de los protagonistas, el intercambio de preguntas y respuestas. Esto dicho, el mecanismo entorpece el diálogo continuado y la repregunta. Las vaguedades, los eufemismos o los interrogantes no contestados quedan sin replicarse. Macri se valió de las ventajas del expositor: calló sobre varios puntos, se valió de datos falaces, gambeteó interrogantes.

Quiso establecer, desde el soliloquio del introito, que la condonación judicial de deuda al Correo Argentino (CA) y la reducción del aumento a los jubilados fueron errores. La coartada del error es constante: miembros de la Corte Suprema colados por la ventana, tarifazos sin audiencias previas, 24 de marzo móvil, falsa reforma al impuesto a las Ganancias, ahora Correo y jubilaciones. La lista es incompleta aunque da cuenta de que en este año se acentúa la frecuencia.

No son errores, son tentativas que se retractan solo cuando se denuncian, cuando hay resistencia, cuando se fisura el propio espacio oficialista. 

Macri no es un mago, nadie se lo pide. Es falible como todos, tal como él dice. Pero no se equivoca cuando embiste contra la Memoria, los derechos de los trabajadores o cuando se hace el distraído con el conflicto de intereses. Sin los usuarios en la calle, sin los trabajadores movilizándose, sin la fiscal Gabriela Boquin, sin el cálculo hecho por los opositores jamás hubiera puesto reversa.


Las capciosas iniciativas de Macri no anulan el acuerdo firmado en sede judicial con el CA. Ninguna de las partes tiene derecho a dejarlo sin efecto unilateralmente. Si la concursada fuera el Grupo Pérez (es un decir) objetaría, exigiría el cumplimiento de lo firmado. Claro que como del Grupo Macri se trata tal vez le dé una mano a “Mauricio” avalando su nueva táctica. Si así sucediera probaría la realidad que se niega: las dos partes son una, que lleva dos sombreros puestos.

La reversa no anula la eventual responsabilidad penal. Si hubo negociaciones incompatibles o administración fraudulenta plasmadas en un expediente judicial no se borran con una declaración. Los potenciales delitos deben seguirse investigando, con la presunción de inocencia como regla. Que los pagos y la condonación se hayan truncado quizá deje a algún posible delito en grado de tentativa pero los hechos que lo generaron están consumados.

El reclamo de Macri a la Cámara Comercial para que proponga una solución es un disparate concebido con fines comunicacionales y no jurídicos. El tribunal no tiene competencia para sentenciar de un saque juicios cruzados en trámite. Si actuara con buena praxis rechazaría de plano y sancionaría o apercibiría al representante del Ejecutivo que le pidiera-ordenara esa violación a la división de poderes. 

En términos mediáticos quizá fue acertado el viraje. En el corto plazo, acaso distienda. El impacto sobre la opinión pública no es mensurable minuto a minuto como el rating: se cocina también a fuego lento. Nadie podrá borrar ni del expediente ni del imaginario colectivo que el gobierno del presidente Macri firmó un documento para diluir una deuda gigantesca del Grupo Macri.

No se regresa a fojas cero, ni en el affaire del Correo ni en cuestiones más importantes de políticas públicas. Todo intento de atropello frenado por la sociedad civil suscita un desgaste y  deja expuesto al oficialismo. El pueblo de las 24 provincias, expresado en el padrón electoral, sopesará cuánto.