Dos caras de una misma moneda. Por un lado, la cotización del dólar merodeando los 15,70 pesos y con perspectivas de no recuperar valores mucho más altos, por lo menos, hasta pasado el mes de septiembre, según coinciden consultores ubicados en puntos muy distantes entre sí en el arco político. Por otro lado, sectores manufactureros y polos industriales en los que se manifiestan cuadros dramáticos de desaparición de empresas y pérdidas de puestos de trabajo, a manos de una importación que empuja a la banquina a competidores argentinos “cada vez menos competitivos”. Después de una brutal devaluación a fines de 2015, el gobierno de la Alianza Cambiemos alimentó durante 2016 un proceso inflacionario y de endeudamiento externo que derivó en el cuadro actual de “atraso cambiario”. ¿Cuál es el futuro económico con este modelo? Si se acepta que el modelo de endeudamiento y de apertura importadora es una decisión política absolutamente asumida por el gobierno nacional, pueden proyectarse algunas orientaciones que sugieren que los problemas que padecen determinados sectores industriales, principalmente pymes, no son simples circunstancias coyunturales.
Un caso actual
La industria textil de Luján, en la provincia de Buenos Aires, conformada casi en su totalidad por micro, pequeñas y medianas empresas, constituye el polo de tejidos planos más grande del país. Tiene una capacidad instalada de más de 1700 telares, el treinta por ciento de los cuales son de última generación tecnológica, condicionadas para producir diez millones de metros de tejidos planos. Dentro del mismo espacio existen otras cuatro empresas que proveen los servicios de terminación y acabados de dicha producción. Entre las 102 empresas adheridas a la Cámara Textil de Luján, figura la principal productora de tela denim (jean) de capital nacional del país. La industria lujanense se especializa en productos de todas las líneas de telas para el sector Blancos y Hogar, indumentaria para uniformes de trabajo, Fuerzas Armadas, Sanidad, uniformes para empresas y para entidades públicas. Tiene en desarrollo, además, la producción de uniformes técnicos de seguridad para trabajos riesgosos.
En un informe preparado para ser presentado ante el Concejo Deliberante local (coordinado por el economista Alejandro Robba), se señala además que durante 2016, la producción de la industria textil lujanense cayó un 55 por ciento y las ventas, el 50 por ciento. “En diciembre de 2015, el sector trabajaba al 100 por ciento de su capacidad, con triple turno y horas extras, ocupando más de 4500 trabajadores”, señala el informe, que inmediatamente da cuenta del cambio radical en tan sólo un año:
- Al menos 550 personas fueron dadas de baja definitiva, entre despedidos y convenios de desvinculación;
- El ritmo de trabajo, de tres turnos diarios, bajó dos o menos días trabajados por semana.
- En las últimas semanas, se han decidido suspensiones masivas y adelantos de vacaciones.
La crisis del sector textil lujanense reconoce tres factores, que se potencian entre sí en su impacto: fuerte caída del consumo interno, incremento de los costos de producción a partir del proceso inflacionario desatado por la devaluación de diciembre de 2015, y la suba persistente de importaciones textiles, tanto de tejidos planos (insumos) como de productos terminados. Según un informe de la Federación de Industrias Textiles (FITA), durante 2016 las importaciones de confecciones aumentaron 40 por ciento, destacándose el incremento en toallas (82 por ciento) y sábanas (76,5 por ciento). El ingreso de prendas de punto creció 43 por ciento, las de hilados de fibras discontinuas 22, tejidos de algodón 22, tejidos de filamento 35 y prendas planas 21. Los industriales de Luján señalan que “las importaciones que más crecieron son aquellas en las que nuestra ciudad está más especializada: tejidos planos y productos terminados como confecciones, sábanas, toallas, camisas y prendas de mujer”.
La otra cara
La cotización del dólar arrancó el año en un valor aproximado a los 16,20 pesos, valor en el que prácticamente se mantuvo durante todo el mes de enero. En la primera semana de febrero bajó un escalón de veinte centavos, a 16 pesos, y prolongó la declinación en la segunda semana, llegando a valor de 15,70/15,80 pesos hacia el fin de semana, con apenas un repunte a última hora del viernes para cerrar la semana en 15,94 pesos. Pese a que la demanda de dólares para atesoramiento (para fuga al exterior o guardar en el colchón) sigue siendo incesante, la oferta de dólares originados en la toma de deuda en el exterior excede a la primera largamente. En cuanto a la perspectiva, no hay casi ningún otro aspecto de la economía en el que haya tanta coincidencia entre los economistas de distinta mirada: hay una decisión política del gobierno de seguir soportando el desequilibrio fiscal en base a endeudamiento, principalmente externo. Y en dejar que las importaciones, a un dólar relativamente barato, sea el ancla de los precios para combatir la inflación.
El “dolar barato” es, por lo tanto, consecuencia de la oferta financiera de divisas, una situación que tiende a prolongarse en el tiempo (al menos, mientras no aparezcan restricciones externas, es decir, que dejaran de prestarle al país). Y aunque crezcan las importaciones, no tendrían un peso tal en el balance cambiario como para revertir el actual exceso de oferta. Se espera además, a partir de marzo, un aumento estacional del ingreso de divisas por liquidación de exportaciones agrícolas. Por esa suma de razones, el diagnóstico de diversos analistas (entre ellos, el massista Marco Lavagna, el kirchnerista Andrés Asiain y el ultraneoliberal José Luis Espert, citados por Ambito Financiero en su página web este fin de semana) coincide en que la abundancia de dólares financieros va a seguir a lo largo de este año, por lo menos hasta el tercer trimestre (hasta septiembre), manteniendo aplastado el valor del dólar. Según Espert, el pronóstico de un dólar promedio de 18 pesos a lo largo del año está lejos de poder cumplirse, ya que ese podría ser, en todo caso, el valor tope que se alcance recién hacia fin de año, si es que la cotización empieza a moverse en el último trimestre.
El “dólar barato” es una herramienta de la política económica, que junto a una política monetaria rígida deberían ser los puntales en el combate contra la inflación. El aumento de importaciones es parte de esa política de contención de precios internos. La contracara, lógicamente, es la caída de la actividad productiva y del empleo industrial, que ya se percibe. Pero este fenómeno no es, por lo tanto, el impacto del “sinceramiento” de 2016 que se revertirá este año, sino una consecuencia prevista de la política económica.
Así como la caída del dólar no es un fenómeno casual, las penurias que está pasando la industria textil de Luján (y en la que se ven reflejados otros sectores y regiones), tampoco. Mientras impere la actual política económica.