Queridísimos deudólares; deudorísimos queridólares; pagadores designados; mujeros, varonas y diverses al borde de un ataque de deuda; nollegantes a fin de mes, militantes de la resistencia clasemedista; seres, seras y seros no considerados como tales por el neoliberalismo; racionales solitarios; testigas y testigos de la hostilidad ambiente de la que creen ser únicas víctimas pero no; compagrietos y compabrechas; valientes y valientas luchadoros contra el recalcitrante sentido común amarillo; votantos y votantas del Fast-Forward (FF en los antiguos grabadores): a todos nosotres, les hablo.

Mañana, domingo 11 de agosto, mis querides, nos vamos a encontrar, por primera vez en mucho tiempo, con aquellos que durante estos años han vivido en otro planeta, que llamativamente coincide en el tiempo y espacio con el nuestro; eses y esis que piensan que son parte del “nosotros” del que nosotros no somos parte.

Usted dirá que me equivoco, porque, dirá usted, “en verdad, todos los días nos cruzamos con macrófilos neoliberaliformes, que tanto abundan en nuestra microbiología”. Tiene razón, pero solo a medias. O en un 49%. Porque cruzarnos, nos cruzamos, pero en distintas dimensiones: sin vernos, oírnos, percibirnos; sin entender que elles y nosotris formamos parte de una misma colmena.

Y no lo entendemos porque nos vemos a través de un extraño y falso espejo social que proyecta en los otros nuestros fantasmas. Y, lo peor de todo, en nosotros, que somos los fantasmas de ellos.

No está en nosotros “volver al pasado”. De hecho, “Fast-Forward” es la fórmula de acelerar, de ir a un futuro menos deudor, sobre todo con nosotros mismos y con todos aquellos que de verdad requieren la reparación urgentísima. No los nombro, no hago una lista. Usted ya sabe a quiénes me refiero.

Y “ellos” tampoco son otra cosa que el odio que les proyectan sus propios dirigentes. Habría que avisarles que, en el cuarto oscuro, Lapatriciaeselotro no los ve. Que pueden sincerarse, pero no como las tarifas, sino como las personas, y votar no a favor de sus miedos y prejuicios, sino en otro sentido. Mal no les va a hacer, diría mi abuela.

Porque mañana, deudoris míos, en la escuela, nos encontramos todus para votar. O sea, para hacer lo mismo, aunque cada une proyecte en ese acto fantasías diferentes. Cierto que no es fácil:

· ¿Cómo entender, por ejemplo, que quienes ejercen el gobierno se propongan como alternativa de cambio?

· ¿Cómo entender que un partido sostenga firmemente, que “el cambio consiste en seguir haciendo lo mismo que hasta ahora”?

· ¿Cómo entender que un partido se propone como solución del futuro, luego de haberse encargado de destruir el presente y distorsionar el pasado?

Y conste que he renunciado a entender a los radicales, quienes no solamente no han conseguido la vicecandidatura de alguno de sus correligionarios, sino que deberán deglutir que ese sitio sea asumido por un sedicente peronista, sin que la gorilemia les aglutine los glóbulos amarillos. Parafraseando a Borges, son inefables.

Pero quizás, quizás, quizás, podamos romper con esa vieja maldición criolla que dice que “la historia la escriben los que garcan”.

Hasta la que viene… 

@humoristarudy