Producción: Javier Lewkowicz


El origen del conflicto

Por Esteban Actis *

Los académicos y analistas dedicados a las Relaciones Internacionales buscan poder entender dónde residen las causas que explican la “Guerra Comercial” entre Estados Unidos y China. Adentrarse en dicho aspecto es crucial tanto para comprender una dinámica neurálgica del orden internacional actual como también para poder proyectar escenarios en torno al conflicto sino-estadounidense.

Para avanzar en dicho interrogante es preciso desempolvar los textos clásicos de nuestra disciplina. En 1954, Kenneth Waltz publicó su famosa obra “El Hombre, el Estado y la Guerra” en donde intentaba analizar las causas de la guerra y la paz entre las naciones. A su entender, las respuestas para el citado interrogante pueden ser ordenadas bajo los siguientes encabezamientos: dentro del hombre; dentro de la estructura de los Estados; dentro del sistema interestatal. De este modo es posible identificar los factores internos y externos que condicionan el comportamiento de los Estados y permiten explicar el porqué de sus acciones en el plano internacional. El peso de cada una las variables explicativas del comportamiento externo de un Estado depende de diferentes factores y circunstancias.

En relación a la disputa comercial que vienen protagonizando desde el año pasado Estados Unidos y China, uno puede argumentar que en la naturaleza de los “hombres” hay una importante causa. Las personalidades, creencias y cosmovisiones de Donal Trump y Xi-Jimping han jugado un papel importante en el año de tensión comercial. Ambos líderes, en relación a sus predecesores (Obama y Hu Jintao) tienen una visión del poder como suma cero, una postura negociadora muy dura y principalmente, una percepción negativa respecto al rol del otro en el sistema internacional.

Por su parte, también podríamos argumentar que al interior de cada Estado hay presiones muy fuertes para cambiar un enfoque cooperativo a otro más conflictivo en el vínculo bilateral. El avance de un ala neoconservadora en Estados Unidos que considera a China como un “depredador económico” y como una “amenaza cultural” a occidente, y el avance del ala más nacionalista en el Partido Comunista Chino que apuesta a una mayor autosuficiencia económica son indicadores a tener en cuenta. A su vez, la disputa del capital norteamericano en el segmento tecnológico con las firmas chinas (5G, inteligencia artificial, internet cuántica, robotización, etc.) también empuja a un endurecimiento de la política hacia China.

Sin embargo, y sin subestimar los aspectos relevados, para entender el porqué de la Guerra Comercial entre las potencias hay que ponderar, como resaltó Waltz, principalmente la variable sistémica, en relación a los cambios en la estructura internacional. Desde hace años somos testigos de una modificación relativa en la distribución del poder material. China viene convergiendo y reduciendo la brecha con el poder económico estadounidense. Al igual que en otros momentos de la historia, cuando una potencia en ascenso desafía la primacía y hegemonía de otra, la conflictividad se vuelve inevitable. La denominada “Trampa de Tucídides”, en relación a lo señalado por el famoso pensador griego, se refiere a la tensión estructural que se produce cuando una potencia nueva reta a otra establecida. Como señala Graham Allison, de la Kennedy School de Harvard, para sortear la trampa y que no se termine en un conflicto bélico se requiere enormes y dolorosos ajustes en las actitudes y acciones no sólo del retador sino también del retado. En este sentido, en la naturaleza del sistema se deben buscar principalmente las causas de la actual Guerra Comercial, la cual es la punta del iceberg de tensiones y desacuerdos profundos en una relación bilateral caracterizada por una interdependencia de más de 30 años. A punto de entrar en la tercera década el siglo XXI, esa interdependencia pasó de ser asimétrica a favor de Washington a ser cada vez más simétrica, de ahí su profundo malestar.

En definitiva, además de observar el comportamiento de los líderes y ver qué pasa fronteras adentro de Estados Unidos y China, resulta imperioso visualizar cambios más profundos en el corazón del sistema internacional para entender cabalmente las hostilidades comerciales entre las potencias. Más allá de todo lo dicho, no caben dudas que la co-evolución del vínculo entre Estados Unidos y China es el nuevo el eje ordenador de las relaciones internacionales

* Doctor en Relaciones Internacionales. Docente e Investigador de la UNR.


La caja de Pandora

Por Martín Burgos **

Durante la crisis económica de 2008, era habitual escuchar que la relación entre China y Estados Unidos era de socios económicos, en la cual el segundo consumía lo que el primero producía y le financiaba a través de las compras de bonos del Tesoro. Una década después, el nivel de tensión existente entre ambos países es tal que nadie sabe verdaderamente hasta dónde podría llegar la disputa.

El contexto general en el cual se da el conflicto económico es de un proceso que podríamos denominar de “desglobalización parcial”, en el cual el proteccionismo es generalizado a nivel mundial, pero principalmente impulsado por Estados Unidos, mientras que las finanzas siguen manteniendo la estructura desregulada que tenían hasta la crisis de Lehman Brothers, e incluso ha proliferado el llamado “shadow banking” desde entonces.

Cuando Trump fue elegido en 2016, pocos pensaban que su discurso de reindustrialización iba a ser llevado a la práctica de manera tan vehemente. Luego de derribar o reconfigurar varios acuerdos de libre comercio y dejar agonizando a la Organización Mundial del Comercio, el fuerte proteccionismo llevado adelante contra China fue el disparador de una serie de retaliaciones comerciales de magnitudes desconocidas hasta entonces. Estas disputas se transformaron rápidamente en políticas tendientes a frenar el avance tecnológico de China que ya se estaba volviendo un tema de geopolítica militar primordial, en particular en el caso Huawei.

Agotadas las instancias de la guerra comercial, llegamos a una etapa de guerra monetaria, en la cual la devaluación competitiva del Yuan no pudo ser seguida por la misma política por parte de Estados Unidos, a pesar de las diatribas de Trump contra la Fed. Este paso dado por China es importante, porque ya la disputa no se circunscribe a la producción industrial, punto fuerte de China, sino que puede empezar a instalarse en el campo de las monedas y las finanzas, punto fuerte de Estados Unidos.

Una vez abierta la Caja de Pandora, resulta imposible saber si China va a seguir por ese camino y empezar a instalar su moneda como competidora de los Estados Unidos en el comercio mundial, o si las instituciones financieras multilaterales que está tratando de instalar serán el inicio de unas alternativas a las instituciones de Bretton Woods dominadas por los países occidentales. Pero resulta indispensable darnos cuenta que el eje económico del mundo está pasando cada vez más firmemente del Atlántico hacia el Pacífico.

Para un país como Argentina, esta situación de disputa comercial y monetaria ya es de suma relevancia. En un primer lugar porque es uno de los 3 exportadores de soja hacia China junto a Estados Unidos y Brasil, el único producto alimenticio del cual China es fuertemente dependiente de las importaciones. Y porque además sus reservas están compuestas en casi 20 por ciento de yuanes chinos a través de los swap, lo que que explica que la devaluación china haya provocado una reducción de las reservas por 500 millones de dólares.

Respecto de la soja, está quedando claro por lo que ocurrió hasta ahora es que hay dos movimientos contrapuestos en los precios internacionales: por un lado el desplazamiento de Estados Unidos como proveedor chino habilita un incremento de los despachos argentinos hacia Shanghai. Pero por otro lado, la soja excedentaria de Estados Unidos se vuelca al resto del mercado mundial, saliendo a disputar los mercados argentinos.

De todo lo anterior se desprende que es imposible pensar la relación entre Argentina y China como una relación puramente bilateral, ya que Estados Unidos se encuentra presente en todos los eslabones de la cadena de la soja: desde la maquinaria y los insumos utilizados, las empresas aceiteras y los traders, la definición de los precios en el Mercado de Chicago, y los importadores que en mucho casos son los mismos que los exportadores. Por lo tanto es necesario empezar a mirar la relación entre China, Argentina y Estados Unidos como un esquema triangular del mismo modo que se hizo durante los años 20 y 30 con la relación entre Argentina, Gran Bretaña y Estados Unidos.

** Coordinador del Departamento de Economía Política del CCC.