El descontrol de la paridad cambiaria y el derrumbe de acciones y bonos tienen un único responsable. No son los operadores financieros que se ocupan de lo que saben hacer, que es especular con el dólar y activos bursátiles. Tampoco son culpables la mayoría de las encuestadoras que se dedicaron a hacer lo de siempre: vender expectativas positivas al oficialismo, que maneja un billetera más abultada para comprar sondeos electorales y así intentar manipular la opinión pública. Ninguna responsabilidad puede atribuirse al caos cambiario a la fuerza política que arrasó con el macrismo. Quien tiene que hacerse cargo de la catástrofe de otra megadevaluación es el gobierno de Cambiemos.
La desregulación total del mercado cambiario, la apertura irrestricta para el ingreso y egreso de capitales financieros, el endeudamiento desaforado y la inmensa bicicleta con las Lebac, primero, y con las Leliq, después, son los elementos de un combo devastador. Las bases de la economía macrista son las que provocaron esta debacle.
El responsable político es la alianza macrismo-radicalismo que ha arrojado a la sociedad argentina a otra crisis de proporciones, entre las peores que se han registrado. Pero hay economistas que han estado en puestos claves que fueron los ideólogos y ejecutores de una política que terminó en este descalabro. Como tienen la fortuna de la impunidad que les brinda el establishment, resulta oportuno recordar quienes deberán ser recordados como culpables de este nuevo drama socioeconómico: Alfonso Prat Gay, Federico Sturzenegger, Lucas Llach, Luis Caputo, Nicolás Dujovne, Guido Sandleris, Gustavo Cañonero.
A lo largo de estos cuatro años ellos fueron los funcionarios del Palacio de Hacienda y del Banco Central que han alimentado una obscena orgía financiera. Hasta festejaron la emisión de un bono de deuda a 100 años. Después, aparece una inmensa legión de economistas de la city que buscaron darle legitimidad a un plan económico que resultó un fiasco.
Como ha sucedido en crisis pasadas, en la de 1989 que derivó en hiperinflación, y en la de 2001 cuyo desenlace fue el default y megadevaluación, el Fondo Monetario Internacional ha cumplido el papel de avalar un programa financiero y cambiario pésimo para la estabilidad macroeconómica. Con el gobierno de Macri fue más audaz que en esas dos experiencias traumáticas. Entregó el crédito más abultado de su historia a un país cuando la economía macrista ya había naufragado, en marzo del año pasado, en el momento que Wall Street le cerró el grifo de dólares.
El FMI, o sea Estados Unidos, entregó millones de dólares a una economía que ya no tenía suficientes divisas sólo por una decisión geopolítica de sostener a un gobierno de derecha para frenar el regreso al poder de una fuerza populista. Fracasaron en ese intento. El resultado de las urnas de este domingo fue un golpe certero a esa ambición.
Los inmensos costos de este nuevo experimento neoliberal, hegemonizado por un régimen de valorización financiera, se han empezado a padecer desde hace varios meses. Pero, lamentablemente, de acuerdo a otras crisis traumáticas, recién a partir de ahora se empezará a observar el peor rostro del desastre económico cuya exclusiva responsabilidad es del gobierno de Mauricio Macri.