Al día siguiente de cualquier elección, sin la premura de escribir mientras los datos van conociéndose, siempre ocurre que puede opinarse con mayor precisión.
No es el caso.
Sí en lo estricto de los números, que sencillamente confirman una paliza tremenda apenas se recorre con detenimiento cada provincia, cada distrito grande o chico, cada ¿sorpresa?
Pero el gobierno inerte adelantó anoche, en boca del propio Macri, que la responsabilidad por lo que suceda se traslada al Frente de Todos y a su masa de votantes. Actitud asquerosa, digna de un farsante, que antes de eso supone una irresponsabilidad institucional estremecedora.
Como en la noche del comicio, debe volver a recurrirse a la fórmula del “al momento de escribirse estas líneas…”, porque ya pasó el lapso considerable sin que nadie del oficialismo, absolutamente nadie, se digne a mostrar una cara, un gesto, un indicio.
Una cosa es estar anímicamente nocaut, y otra bien diferente es, encima, demostrarlo.
Hasta los periodistas más fanáticos de la esfera oficial, que anoche descubrieron en modo repentino la catástrofe económica determinante del resultado, exigen a voz en cuello que alguien aparezca. Sobre todo, alguien con una imagen que al menos se parezca lejanamente a la de un Presidente de la Nación.
El país económico está paralizado. El dólar vuela, las acciones de grandes empresas sufren una caída descomunal, la tasa fue llevada al 74 por ciento, no hay precios en buena parte de la cadena. Y las versiones son de todo tipo, incluyendo la posibilidad de que el Gobierno se disponga a un acto suicida: dejar correr al dólar y provocar una hecatombe, que pudiera servirle para crear pánico y, a pura extorsión, torcer lo irreversible de octubre.
¿Demencia temprana? Sí, pero nada que no pueda esperarse de una pandilla que ayer desnudó sus patas cortas como selección de cuadros eficaces.
El Frente ganador no debe caer en la trampa de compartir responsabilidades por las decisiones que tome una gestión ya “terminada”, aunque le quepa la obligación de gobernar hasta diciembre.
Pero se debería exigir que no siga habiendo quema de reservas, mínimamente. Claro que, hasta donde uno entiende, el Gobierno no echará mano al recurso de controlar la compra de dólares, ni a medida alguna que signifique olor a “cepo”.
La situación es dramática y quien firma deja para los especialistas de la economía cuál salida “técnica” puede imaginarse, pero se ratifica que puede estarse ante un vacío de poder que acelere tiempos.
No es tremendismo.
Podría ser la consecuencia lógica de estar frente a un Gobierno que ya fue.