Mauricio Macri perdió el plebiscito sobre su gobierno. Como no había interna que dirimir en Juntos por el Cambio, el Frente de Todos, Consenso Federal y Frente de Izquierda-Unidad, porque todas las fuerzas ya habían elegido a sus candidatos, éso fueron las PASO: un plebiscito de hecho. El 27 de octubre serán las elecciones. Macri las afronta con una extorsión hacia los votantes, con una tremenda presión sobre Alberto Fernández y con la regimentación de la propia tropa.
La extorsión quedó clara en las apariciones públicas del propio Macri y de María Eugenia Vidal. Los dos dijeron que “el mundo” votó contra lo que llamaron kirchnerismo, que en rigor es una coalición inéditamente amplia llamada Frente de Todos. El mundo aludido, hasta donde se sabe, no pasa de un pequeño grupo de especuladores.
La presión consiste en tirarle al candidato opositor la culpa de todos los males que vendrán, como si de golpe el paraíso se hubiera convertido en un infierno.
La regimentación empezó por la refirmación de poder interno dentro del PRO de un Macri que ya tiene a un pupilo en capilla. Se trata del ministro del Interior, Rogelio Frigerio. Precisamente el único que según Fernández lo llamó del Gobierno para felicitarlo después de su triunfo, el domingo por la noche. No es casual. Según pudo establecer PáginaI12, el mismo domingo Frigerio fue uno de los que más insistió en que la difusión de los votos fuera rápida y transparente. Con tanta diferencia carecía de sentido dar vueltas. Como recordarán los lectores, Mauricio Macri estaba muy enojado y por eso habló pronto, reconoció su mala elección y mandó a todos a dormir. Por primera vez el enojo sonó genuino. Cuando Macri apareció en el desangelado bunker, sin globos ni bailes, las pantallas oficiales estaban en blanco. Macri tenía la información oficial y la que le brindó su propia fuerza, que contaba no solo con encuestas a boca de urna sino con una proyección sobre la base de una muestra representativa de mesas testigo. Recién después de que el Presidente se esfumó las pantallas comenzaron a arrojar datos. No pocos, porque en la mayoría de los distritos ya estaba escrutado un piso del 60 por ciento. Una tendencia favorable a la oposición que se revelaría irreversible hasta llegar al 47,35 por ciento contra el 32,33 del oficialismo.
No es que Frigerio haya abandonado el PRO. Viene encargándose de la relación con gobernadores y senadores, que hasta la unificación peronista incluyó el reparto de recursos especiales en provincias y municipios, y percibe la realidad tal cual es. Lo mismo le pasa al presidente de la Cámara de Diputados Emilio Monzó. De conversación fluida con muchos legisladores de la oposición, el ex ucedeísta y ex intendente peronista de Carlos Tejedor confiesa que el sucesor más probable es Sergio Massa y no Cristian Ritondo. Massa es candidato a primer diputado de Buenos Aires por el Frente de Todos. Ritondo ocupa la misma postulación por los cambiemitas de Vidal.
La gobernadora parece dispuesta a incinerarse junto con Macri. Al menos públicamente, claro. Ayer repitió la historia de sus lealtades “con Mauricio y con los bonaerenses”, que ella cree compatibles. Vidal también transitó dos plebiscitos a la vez. El nacional y, por los 17 puntos que le sacó de ventaja Axel Kicillof, también un plebiscito sobre su gestión bonaerense. Si el resultado de las PASO se repite el 27 de octubre, su derrota será estruendosa. ¿Querrá seguir haciendo política? La semana pasada confesó que si sale de la política le gustaría revistar en una empresa privada o en una ONG. Por cierto no será el Cepis. El Centro de Estudios para la Promoción de la Igualdad y la Solidaridad que conduce Mariano Lovelli sostiene que Vidal aplicó de manera aún peor que Macri el castigo del tarifazo. El subsidio a las empresas de energía aparece de manera explícita todos los meses en la boleta de los bonaerenses. Y el plebiscito de las PASO incluyó las tarifas.
De la cúpula del PRO, el que tiene el futuro más abierto parece ser Horacio Rodríguez Larreta. Todavía, sin embargo, le tiene que ganar el 27 de octubre a Matías Lammens y si es posible sin ballottage. Quién sabe qué pasaría en un escenario de segunda vuelta porteña si antes todo quedase resuelto el 27 de octubre: la eventual derrota vidalista en Buenos Aires, donde no hay ballottage, y la posible derrota de Macri a nivel nacional, donde si se repite el resultado de las PASO se habrán dado las dos condiciones de la Constitución para evitar la segunda vuelta: o más del 45 por ciento de los votos o una diferencia de diez puntos entre el primero y el segundo.
Macri apretó los dientes y pretende comandar la estampida. Lo hizo de tal manera que buscó aterrorizar a la población. Un punto a saber en el futuro es si Donald Trump seguirá financiando su campaña a través del FMI después del resultado de ayer, que ya fue desmenuzado en detalle por la embajada de los Estados Unidos en un cable al Departamento de Estado. El otro punto se refiere a las víctimas de la estampida: los pisoteados son siempre los de abajo, a quienes a pesar del plebiscito, o tal vez por el resultado, el Presidente insiste en castigar.