Borges camina presuroso hacia Borges. No es un juego de palabras sino la imagen que despierta Claudio Rissi durante la realización de Entre hombres. El actor avanza por un garaje hacia una calle del conurbano que lleva el mismo nombre que su siniestro personaje en El marginal. Aunque lleve el pelo largo, y ahora encarne al Tucumano Cortez, es imposible no vincularlo con el capanga de San Onofre. Como tampoco se puede separar al futuro policial de HBO que por estos días está terminando de rodarse con aquella otra serie y el resto de ficciones que ahondan en el universo criminal, el costado más corrosivo de la sociedad y con inadaptados entre sus protagonistas. Basta espiar dos escenas en en set. En una el personaje de Rissi desenfunda su pistola, se escucha el ruido de la carga y entra por una puerta oscura a hacer de las suyas. El director grita “¡corten!” y por algunos segundos la tensión abandona el set.
Entre hombres está basada en una novela escrita por Germán Maggiori publicada hace 18 años. Obra de culto por su relato del submundo del hampa de los últimos años menemistas. En esta trama se intersectan tres duplas de personajes de esos de quienes hay que tener cuidado. Maldita Policía, pesados del conurbano y pichones de mafiosos. El disparador será una orgía de la que participa gente poderosa y acaba con una muerte registrada en un VHS. Lo que le sigue es un raid en los que se cuece y huele la podredumbre de aquellos años. La novela fue venerada por Ricardo Piglia, resultó premiada en certámenes, desapareció de las librerías hasta llegar a esta adaptación para la pantalla chica. Del elenco forman parte El Puma Goity, Diego Velázquez, Nicolás Furtado y Diego Cremonesi. Actores cuyos nombres, a su vez, se los puede ver por estos mismos días en otras producciones del mismo tenor. Y entre los secundarios se suman Norman Briski, Luis Machín, Cesar Troncoso, Peto Menahem, Guillermo Arengo, Pompeyo Audibert, Rolly Serrano, Alan Daicz, Braian Ross y Lautaro Bettoni, entre otros. Un team testosterona para llevar a al plano audiovisual este “safari por el infierno”, en palabras de Maggiori. El autor también ofició de guionista para la producción que está llamada a encender amores y polémicas. ¿Motivos? Los personajes misóginos. El foco en los caídos de los márgenes. La estetización de la violencia. Las consecuencias sobre los cuerpos de las mujeres.
Quién también tiene mucho para contar es Rissi. Sus palabras refuerzan ese cuadro fiero. “La realidad es feroz y que nosotros toquemos estos temas con poderosos pasados de rosca no es novedad. No es como denuncia. Hay encumbrados que son tan sucios como los que no tienen un mango. Yo vengo de realizar un programa donde hay gente en cana y son tan oscuros como estos otros muchachos, jueces, políticos y empresarios”, le cuenta Rissi a Página/12 en un descanso entre tomas.
-Venís componiendo todo un arco de personajes turbios. ¿Cómo es ese trabajo?
-Trabajo desde los opuestos. En principio estos marginales me resultan muy atractivos, ahora me toca esto y me divierte. Es sacarme los filtros. Y tiene algo de devastación. No le declaro la guerra a nadie. No mato a nadie. No soy ese tipo de personajes aunque esos personajes habitan en mí como en todos. Cuando actúo soy amoral. Una vez Federico Luppi me dijo, “Claudio, todos los personajes del ombligo para adentro son seres humanos”. Ese es el desafío. Me divierte ir a buscar esas mierdas que están ahí. No somos tan buenos. Lo que yo hago es ponerlo de manifiesto.
La entrevista se interrumpe porque hay que volver al set. El Tucumano estaciona su Peugeot 504 sobre un garaje generoso en grasa y smog. De las puertas traseras del coche se bajan dos travestis y una adolescente vestida con una pollerita escocesa. Marchan con el mismo apuro que en la escena anterior. “Cuidado con resbalarse. No caminen como modelos que esto no es una pasarela”, exige Pablo Fendrik, el realizador de esta producción llamada a ser uno de los platos fuertes de HBO para el año que viene. El director, cabe agregar, viene de realizar la segunda temporada de El Jardín de Bronce para esta misma señal. Producción que comparte el mismo pathos y las notas del policial ineludiblemente porteño. “Este es el punto de partida de toda esta historia. Está bárbaro armar estos quilombos. Cada vez me divierto más lindo con esta clase de tipos y situaciones porque se alejan de lo que puedo hacer en la realidad. Es tan oscura que si no te reís la pasas mal. Hay gente cortada en pedazos a machetazos. Es fuerte”, anticipa el actor en un descanso entre tomas.
-Vos tuviste una escena memorable en 76-89-03. Acá se nos remonta al ’96. Es inevitable el recuerdo de “Rudy-el Rey de la noche”. Como que El Tucumano Cortéz es una versión sin humor y más salvaje de aquel…
-Rudy en los ’90 la pasó fenómeno. Era una época propicia para Rudy. Para mí y para todos fue una década de muchas pérdidas. Desde lo ideológico, el sueño de una nación más pujante se fue a la mierda en ese momento. Fue un acto de traición. Así lo sentí yo.
-¿Hay un boom del policial argentino?
-Cuaja en todos lados. No creo que sea privativo de la Argentina. El policial es atractivo porque sirve para tocar muchos temas. El policial se banca todo. Lo que pasa es que nosotros tenemos la piel muy arrepiada, como dicen los brasileños, por todo los que nos pasa. Es tan frágil el sistema nuestro en todo sentido. A veces me pregunto, ¿no cansará?, ¿no hinchará las pelotas? Y no… resiste. Es más, creo que todavía no se lo ha explotado a fondo.