Las encuestas telefónicas y las operaciones políticas produjeron una verdadera hecatombe este domingo. Quienes adelantaron una gran diferencia a favor de Fernández--Fernández fueron cuatro consultores que pronosticaron ventajas de nueve, diez y hasta doce puntos. Se concentraron en realizar encuestas principalmente domiciliarias, es decir con personas que entrevistaban a los encuestados en sus hogares. Es un método caro, pero que permite un mejor acercamiento con el entrevistado y, sobre todo, logra llegar a los sectores humildes y a los jóvenes. Las grandes pifiadas de las PASO vinieron de las encuestadoras que se basaron en los sondeos telefónicos y que constituyeron la inmensa mayoría. Buena parte, trabajó para la Casa Rosada. El método conocido como IVR, es automático, permite acceder a miles de personas rápidamente. Es más barato, pero hoy en día hay pocos teléfonos fijos, están en hogares de clase media, los jóvenes no atienden y quienes responden son, en general, personas de edad. "Presenciales y telefónicas son dos mundos distintos y dos resultados distintos", diagnosticó uno de los consultores en la última semana de la campaña electoral.
Los tres encuestadores que trabajaron para la fórmula Fernández--Fernández fueron Roberto Bacman, Hugo Haime y Analía Del Franco. Armaron un equipo entre los tres y la base de los sondeos de Bacman--Haime--Del Franco fueron las encuestas presenciales. Por instrucciones del comando de campaña tuvieron prohibido difundir los resultados de sus estudios. Este periodista tuvo acceso a los datos, da fe de las diferencias que registraban, aunque la condición fue la de mantener la confidencialidad.
El otro consultor que exhibió una amplia ventaja de FF sobre MP fue el español Alfredo Serrano, del Centro de Estrategia Latinoamericana de Geopolítica (Celag). Difundió un sondeo que otorgaba a Fernández--Fernández nueve puntos de distancia respecto de Macri--Pichetto. La distancia fue claramente mayor --casi 17 puntos-- pero rompió con el clima instalado por la Casa Rosada que difundió, en la tapa de Clarín, una encuesta que pronosticaba un virtual empate.
Hubo otros consultores que recurrieron al llamado IVR, Interactive Voice Response, un sistema que produce miles de llamadas por minuto y en las que se responde a las preguntas digitando los números del teclado. El IVR está concentrado en los teléfonos fijos, de manera que sobre-representa a la clase media y a los mayores de 60, que suelen ser los únicos que atienden el teléfono. Para colmo, el sistema tiene cierta saturación, porque hay mucha publicidad, incluso mucha publicidad de Juntos por el Cambio, por lo cual el nivel de rechazo es alto, sobre todo en los jóvenes. Los encuestadores que se manejan con ese sistema realizan ponderaciones, o sea que pesa mucho la habilidad del profesional para reemplazar el faltante de los sectores humildes y los jóvenes. La CNN acaba de sacar una normativa interna --aunque se hizo pública-- por la cual no publicará más encuestas del sistema IVR.
Lo cierto es que la mayoría de los que trabajaron con el método telefónico registraron una situación de virtual empate o, a lo sumo, cuatro puntos de diferencia a favor de FF. El tema no fue menor: el gobierno produjo una enorme ofensiva en base a esas encuestas y se coronó el viernes cuando se anunció que una consultora, Elypsis, pronosticaba muy poca diferencia para FF y una elección proporcionalmente positiva para el oficialismo. Hubo consultoras que utilizaron IVR y que el viernes decían que había cuatro puntos de diferencia en Provincia de Buenos Aires y que Macri--Pichetto se imponían en Santa Fé, provincia en la que el Frente de Todos ganó por diez puntos. Buena parte de los encuestadores que la pifiaron argumentan que había voto oculto para el peronismo, pero justamente uno de los desafíos de una consultora es "pescar" qué pasa con los que son esquivos a contestar o insisten en que son indecisos.
Bacman--Haime--Del Franco, a través de las encuestas presenciales, fijaron una diferencia de 12 puntos en la Provincia de Buenos Aires. Eso dio una base para el panorama nacional. El método presencial tiene también obstáculos. Por ejemplo, en los edificios sucede que los porteros no dejan entrar y en los barrios privados no hay acceso. Esa parte se suplió con otro método, denominado CATI (Computer Asisted Telephone Interviewing), en que el sistema hace llamadas al azar, a teléfonos fijos, pero no es una máquina la que hace la encuesta, sino un operador. Eso permite sacar más y mejores datos.
Uno de los problemas más serios que existían con las encuestas presenciales es que el encuestador debía escribir, luego esa planilla se pasaba al sistema y todo resultaba engorroso. Eso se está supliendo ahora con tablets o celulares que permiten el monitoreo del encuestador y, además la transmisión inmediata de las respuestas al sistema central.
En el debate metodológico entran en juego las encuestas realizadas a celulares. Allí el problema es que sólo hay bases de usuarios que tienen contratos, no tarjetas, lo que acota mucho la llegada a los sectores humildes. También está la dificultad inmensa que la persona se siente invadida cuando se lo llama al celular y el nivel de rechazo es altísimo. Por último, está el inconveniente de que la persona que tiene un celular de CABA puede estar en Entre Ríos, es decir que resulta muy difícil ubicarlo social y geográficamente. No es lo mismo que la visita del encuestador, que ve la vivienda y hace la entrevista ahí.
Lo cierto es que Bacman--Haime--Del Franco, con las encuestas mayormente presenciales, registraban una sólida ventaja para FF, pero Nicolás Trotta, rector de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), coordinador en materia de encuestas de la campaña de Fernández--Fernández, acordó con los consultores que no se divulgarían resultados para evitar triunfalismos. Además, resultaba arriesgado e incluso difícil exhibir ventajas nítidas frente a la ofensiva desatada con las encuestas difundidas por el Ejecutivo en los grandes medios.
El trío de encuestadores de FF hizo además una encuesta en el conurbano con urnas y boletas para determinar si existía realmente un corte a favor de María Eugenia Vidal. Se le entregaban las boletas a los encuestados y se les ponía a disposición una urna. La conclusión fue que el corte era muy menor. Kicillof no tenía pérdida de sufragios respecto de Alberto Fernández y Vidal sumaba tres puntos de votantes de Lavagna y Espert. Nada que moviera el resultado. Eso se confirmó el domingo: Vidal sacó 32 por ciento y Macri algo más del 29.
Más allá de las encuestas había algunos datos que surgían de la lógica. CFK venía con una intención de voto del 35 por ciento, se sumó Alberto y luego Massa, todo lo cual le daba razonabilidad a los 42 puntos que surgían de los sondeos. Por el otro lado, la evaluación positiva de Macri no llegaba al 35 por ciento, por lo cual no resultaba razonable que trepara mucho más allá en el voto. Como señaló Serrano: "la consigna dominante de esta elección fue que Macri no siga, que había que terminar con la economía macrista".
En los últimos días, se concretó lo que se llama tracking, es decir que se continuaban haciendo encuestas para ver si se producía algún cambio en las tendencias. Siempre las ventajas rondaban los 10 puntos, a veces un poco más, pero la política continuó siendo la misma: no difundir ni alentar triunfalismos.
A lo largo de la jornada del domingo, un vasto trabajo de boca de urna --con encuestadores cercanos a los colegios-- fue ratificando las conclusiones y finalmente un estudio sobre 2.000 mesas testigos entregó el número de 14 puntos de diferencia. Aún así, se mantuvo un relativo bajo perfil, filtrando que la distancia estaba en los siete u ocho puntos.
Desde ya que la conclusión generalizada es que las encuestas fracasaron el domingo. Sucede que el escenario mediático fue dominado por las difundidas por la Casa Rosada y por las realizadas con IVR. El resultado produjo un cimbronazo, porque no hubo cuatro puntos sino 17. Desde ya que el papelón planteará fuertes polémicas sobre las metodologías.