¿Cuál es el valor y el sentido del concepto “defensa nacional” en la actualidad política y en el debate político? ¿Cuál es el rol que desempeña para la opinión pública, el pueblo o “la gente” o como se la quiera nombrar a lo que se conversa todos los días sobre la actualidad?
La Argentina es hoy un país muy diferente al que era hasta el 14 de junio de 1982, cuando se oficializó la derrota militar en Malvinas. Luego, cuando además se sumó la derrota de los carapintadas, el universo de la defensa se convirtió en algo distante, deletéreo para la decisión política. Los juicios a los violadores de los derechos humanos durante la dictadura del proceso ocuparon, con toda la razón política, el espacio de debate sobre lo militar. Un sociólogo argentino llegó a afirmar que la Argentina pasó de ser un país militarista de 1930 a 1982 a uno antimilitarista.
Las idas y venidas sobre los procesos que la victoria sobre los carapintadas habían establecido luego de los juicios de Alfonsín, fueron concluidas por la constante acción de los organismos de derechos humanos y la decisión de los gobiernos kirchneristas.
La separación entre “seguridad” y “defensa” establecida por la legislación pertinente lograda en los ’80 por el acuerdo de los partidos mayoritarios, el peronismo y el radicalismo, pareció cerrar un debate.
Empero, la degradación de la sociedad argentina por las políticas neo liberales acentuadas, luego de la dictadura del 76 por el menemismo, colocó los temas delictivos de cierta especie como el problema central de la ”seguridad” entendida como represión.
Incluso algunos de los autores de aquella Ley de Defensa Nacional democrática comenzaron a recular. Hoy son parte de los sectores que quieren unificar, otra vez “seguridad” y “defensa”, siguiendo a los Estados Unidos.
La reforma militar realizada por el kirchnerismo, con la afirmación de la conducción política civil, constituyó la base de una nueva política de defensa nacional.
El gobierno macrista, en cambio, carece de política de defensa, pese a las afirmaciones presidenciales. Lo relativo al área se edifica sobre el reduccionismo presupuestario, el silencio, la omisión o su “indudable responsabilidad política” en el tema de la catástrofe del submarino ARA-San Juan.
La Argentina necesita establecer que el sistema de Defensa, bajo su conducción política, cumpla con el apotegma que reza que Defensa es Soberanía. Necesita definir como defender su soberanía territorial, económica y cultural. La política exterior soberana debe ser el norte que guíe el aparato y la política de Defensa.
Algunos argentinos olvidan, pese a la recordación litúrgica del tema, que una parte del territorio nacional está ocupado por una potencia colonial de viejo y nuevo cuño. Las Malvinas y las islas del Atlántico Sur están tomadas por el Reino Desunido de Gran Bretaña, el principal aliado del que presume ser dueño del patio trasero latinoamericano. Una poderosa base militar extranjera amenaza al territorio continental. La Constitución Nacional nos obliga en una “cláusula transitoria” a utilizar medios pacíficos para su recuperación, cláusula que por cierto no obliga a los usurpadores. En tanto, el gobierno macrista ha suscripto vergonzosos acuerdos con G.B.
La Argentina ha duplicado la extensión de su mar territorial y su zona de influencia por virtud de los acuerdos internacionales finalizados en la etapa kirchnerista. El ejercicio de la soberanía sobre esas aguas, la mencionada cuestión de Malvinas y las otras islas ocupadas, más el tema de la Antártida, obligan a pensar en el mar austral como una de las prioridades que una política de defensa debe desarrollar. Pero no solamente allí están presentes los recursos económicos y el agua; piénsese en el Acuífero Guaraní o en los mismos yacimientos de Vaca Muerta.
El país condenó a la dictadura y juzgó y juzga- bien que lentamente en estos últimos tres años – a sus responsables. Sometió a las FFAA al orden político. Necesita reafirmar que ellas no cumplen funciones policiales o de seguridad que tienen otra especificidad. Ello implica fijar una línea nacional propia y volver al Consejo Suramericano de Defensa de la Unasur, organización condenada por la subordinación a Washington. Con esa visión de afirmación nacional y unidad regional deben reordenarse sus fuerzas militares que tienen sueldos bajos y equipamiento pobre. La reanimación de la industria militar que planteó el kirchnerismo también sobre el acuerdo de colaboración con los países hermanos, constituye gran parte de la base material de este nuevo rumbo. La otra la constituye la recuperación de la política de ciencia y tecnología que nos permita volver a participar activamente en un mundo de satélites y guerra electrónica, presente hoy en América Latina.
La nueva etapa demanda sintetizar lo mejor de lo construido en los años democráticos, en especial desde el 2003 hasta el 2015, para sostener una política de Defensa que apoye la política exterior independiente, basada en una economía orientada por la Nación y aplicada a la justicia social. Como dice la Constitución Nacional, “proveer a la defensa común” de la Patria y sus habitantes.
Jorge Luis Bernetti es director de la Cátedra de Defensa Nacional (Facultad de Periodismo y C.S.- UNLP)