Cada lugar tiene su propia sedimentación de tiempo, piensa el Ruso Rosen. El presente vendría a ser la superficie, se dice mientras camina por Atopia, o Maizal, o Rosario. Todo lo que creemos que quedó atrás, en realidad quedó abajo. "Y si supiéramos cavar…" está por decir pero se interrumpe. Ha llegado al portal que buscaba. Un cartel que anuncia la presencia inmemorial de una escuela de esperanto le indica que allí, el próximo sábado a las diez y media de la mañana, en el otro extremo del pasadizo interdimensional más conocido como Pasaje Pan (Córdoba 954), tiene una cita con Eugenio Previgliano y Lilian Neuman. Desde allí partirá un recorrido literario que durará hasta el mediodía y se extenderá por el territorio del centro de la ciudad, explorando la memoria de la urbe y sus huellas en la ficción.

Desde hace dos años, cual Virgilio y Beatrice de la ciudad dantesca, Previgliano y Neuman guían al público por las profundidades de la literatura y el pasado. El sábado será el último del año. Hay una literatura de Rosario, que se olvida a sí misma a medida que se escribe, se mira en el espejo y no se ve. Pero ellos recuerdan. Hacen recordar. Van por las calles leyendo en voz alta y detrás va un cortejo de lectores oyentes que los siguen. A veces se detienen para poner el cuerpo con más calma a la voz, en medio de un corrillo que los escucha, se emociona, comenta y acota, enhebrando hilos de relato oral a aquellos que las bellas letras locales han conseguido fijar.

Rosicler González Neuman
Neuman y Previgliano cierran el viaje en Pasaporte.

Participa en vivo uno de los autores citados en esta performance extendida: Roberto Retamoso, doctor con mención en Literatura y profesor jubilado de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Su novela satírica Prosopopeya (Último Recurso, 2018) está ambientada en esa casa de estudios. La memoria del escritor se enciende en la vereda de la calle Entre Ríos al 700 y arde como un fuego invernal al recordar el bar Iberia, paradigma de la categoría "bar de enfrente" que Rosen te grafica si le das una birome y una servilleta. Retamoso se acuerda de los nombres de los mozos, de las asambleas estudiantiles que seguían en el bar, y de aquel fatídico 26 de septiembre de 1973, cuando lo balearon integrantes de la agrupación de extrema derecha Tacuara, tras lo cual bajó sus persianas para siempre: "Esto terminó el día siguiente al del asesinato de Rucci. Pasaron y ametrallaron el bar, tirando al techo para intimidar", evocó. No hubo heridos, sí terror.

Lilian Neuman recuerda la foto, de los tiempos de reportero gráfico de Norberto Puzzolo: una vidriera perforada por los tiros, tomada desde adentro. Puzzolo suele contar que un amigo suyo sintió correr algo caliente y era café con leche. El Iberia quedaba enfrente del local donde en 1968 el Grupo de Arte de Vanguardia hizo el Ciclo de Arte Experimental. En la cuadra del Iberia, en el auditorio del indestructible Centre Catalá, estaba el cine Arteón, que Rosen y sus amigos recuerdan como una fuente diaria de buen cine de los años '70.

Del universo narrativo de la novela negra que llegaba traducida a mediados del siglo XX se apropiaron los autores fogueados en el diario La Capital, comentan Neuman y Previgliano bajo el cálido sol del sábado pasado, en Sarmiento al 700; Previgliano se para ante una playa de estacionamiento, mira adentro y de pronto tiene una epifanía: "Estoy viendo la fachada del teatro Odeón, que en mi memoria vivía obturada por el bar La Capital, que estaba acá. El bar La Capital era un lugar de cruce de muchas culturas. Vine a jugar al billar en algún momento. Se jugaba al dominó, también. Algunos exiliados del Cairo solían venir acá. Cuando no tenía televisor, venía a ver Alf a La Capital. También había obreros gráficos, no sólo había periodistas". "El bar es muy heterogéneo", continúa Lilian.

"Cafés había muchos por la ciudad, cientos de cafés… pero cafés como el Nuevo Sol, donde el casín había alcanzado su más alta perfección conocida, donde, tarde a tarde, trescientos o quinientos hombres seguían con fervor a los maestros del juego, confraternizaban entre sí y se sentían felices dentro de la luminosa tensión de las partidas, como formando una familia que conservara una rica tradición de más de treinta años, no había ninguno". Este período magistral, que forma parte del recorrido a viva voz, es obra de Jorge Riestra.

El recorrido literario sigue también la huella de Elvio Gandolfo, Angélica Gorodischer, Osvaldo Aguirre, Marcelo Scalona, Valeria Correa Fiz, Lila Gianelloni, Matías Magliano, Mirko Buchín, Gary Vila Ortiz, Rafael Ielpi, Roberto Fontanarrosa, Juan Carlos Martini, Lucrecia Mirad, Horacio Vargas, Héctor Zinni, Silvina Pessino, Marta Ortiz y esta cronista, sin olvidar a otros narradores, periodistas, poetas y cronistas que contaron la ciudad de Rosario desde distintas épocas y perspectivas. Más en https://www.recorridosliterarios.com