En vez de “carajo”, el Presidente Mauricio Macri dijo en 8 minutos y tres segundos tres veces la palabra “alivio”. Prometió que un paquete de medidas paliativas , básicamente bonos y moratorias, aliviaría el ahogo de los argentinos. Y, en una aparente vuelta atrás de su reto del lunes a la mayoría que votó mal, afirmó: “Los entendí”. Se le crea o no, es bueno para la democracia que un Presidente exprese respeto a quienes le votaron en contra. El problema es que ya colmó la paciencia colectiva. Ya imitó a Fernando de la Rúa cuando el 19 de diciembre de 2001 terminó de irritar a los argentinos decretando el estado de sitio.
Además, el propio discurso de hoy refleja lo contrario de la comprensión. El mensaje de esta mañana fue solo una corrección de estilo. Lo demuestra una frase: “La incertidumbre ha generado mucho daño”. ¿Cuál es la incertidumbre? A nivel nacional la fórmula Fernández-Fernández le sacó 15 puntos de diferencia a la fórmula Macri-Pichetto. En la provincia de Buenos Aires, ya con los votos bien contados, Axel Kicillof, terminó con un 52 por ciento frente al 34 por ciento de María Eugenia Vidal. Nada menos que 18 puntos de diferencia. Eso no se llama incertidumbre sino victoria. O derrota. Las PASO fueron de hecho un plebiscito contra Macri y un crédito a una política productivista y solidaria. Lo que cualquiera puede palpar estos días no es una sensación de incertidumbre sino de alivio. De otro alivio. El aluvión fue tan imponente que muchos votantes de Macri en 2015 no solo votaron por el Frente de Todos sino que lo dicen en la verdulería. Eso pasa cuando uno se siente acompañado.
Si el voto de las PASO se repitiera el 27 de octubre, cosa que naturalmente nadie sabe pero suena probable, el alivio podría transformarse en una nueva política a partir del 10 de diciembre. Es que el voto del 11 de agosto no generó incertidumbre sino certeza.
Ante esa certeza opositora la explosión del dólar fue programada por el Gobierno con una operación de inteligencia el viernes y perfeccionada, como los delitos, por la demora de Macri en hablar el lunes. No apareció en público antes de la apertura de las operaciones sino después de las cuatro de la tarde, cuando todo ya estaba cocinado. Después del “carajo” fue el turno del “jodete”.
El supuesto alivio de Macri, en cambio, tiene huecos notables.
El hambre no apareció entre las emergencias citadas por el Presidente. Ni de ahora en adelante ni cuando repitió la ficción oficial de un gobierno dedicado a construir rutas las 24 horas.
El único congelamiento se refirió al precio de la nafta. Y por 90 días. Es decir, de aquí al 14 de noviembre. ¿Estará pensando Macri que las elecciones no se definirán el 27 de octubre y llegará a un ballottage el 24 de noviembre?
Tampoco apareció ninguna de las regulaciones normales que impone sobre el mercado financiero cualquier país capitalista normal. Cero mención sobre un mínimo de permanencia de los capitales, o de límites para remesar ganancias, o de trabas para una fuga que según la UMET ya superó largamente los 100 mil millones de dólares.
No hay un freno a las suspensiones.
No hay un freno a los despidos.
No hubo ningún anunció a desdolarizar las tarifas.
No informó Macri que desconectará el precio interno del trigo del valor de exportación
No hubo ni siquiera una mención a los desocupados.
Queda por ver si de ahora en adelante Macri al menos se resigna y cambia la pose de patrón de quebrachales a político derrotado. Macri ni llega a la famosa categoría de pato rengo con que se compara a los presidentes norteamericanos, con su influencia diluida, al final de su mandato. Simplemente, ya no es.
Quizás lo ayude a tomar conciencia ese mundo al que siente propio pero que ya está averiguando qué piensa y qué hará Alberto Fernández. El poder acompaña a los perdedores solo hasta la puerta del cementerio.