Melanie Williams vive en Bernal pero se junta con el NO cerca de la estación Uruguay de la línea B del subte. Es que después va a seguir hasta Belgrano para ensayar con Marilina Bertoldi, quien la invitó a tocar la batería en varios shows. Llega despeinada –aunque debe ser siempre así–, con camisa leñadora y lentes redondos, y dice que empezó yoga para poder dormir, porque le da a la bata hasta cualquier hora. Cuenta que lucha bastante contra las alergias, que está aprendiendo a tocar la trompeta con videos de YouTube y que se compró una pelota para estampar contra la pared cuando está muy nerviosa. Siente que los músicos son cables atravesados por algo que está “por encima de todos nosotros”: la música. Y por eso su banda se llama El Cabloide. Con ese grupo, Melanie está presentando su primer disco, Comprensión1, un popurrí groovero y emocional , con una pátina de oscuridad y cuelgue. “Soy súper freak, me encantan los sintetizadores y las baterías re manija. Mezclo todo y ya no sé qué estilo estoy haciendo”, se define ella.
A los siete años, Melanie le dijo a sus papás que quería tocar la guitarra. A los ocho se la regalaron. A los diez se compró un teclado con la plata que juntó de la comunión y a los doce ya tenía una batería, su instrumento madre. Siempre autodidacta, en un momento se metió a estudiar cuatro años en la Escuela de Música de Buenos Aires (EMBA). Pero como “iba a terminar en una orquesta de música clásica” y no era su idea, largó y empezó a tomar clases con Sebastián Roger Cardero, el último baterista de Los Piojos, que a los 19 le enseñó a sostener los palillos de una forma novedosa para ella: “Aprendí a tocar sin hacer fuerza”.
“Yo lo único que quería era ser sesionista, prestar mis servicios a cualquier artista que me quisiera contratar”, recuerda Melanie. El sueño se le cumplió en parte cuando, a los 20, la cantante de pop Lula Miranda le pidió que le armara una banda y la acompañara en sus giras internacionales. Tocó en estadios, como telonera de grupos grandes, en México, Canadá, Estados Unidos, España y Chile.
En 2017 lanzó un EP con cuatro temas, Jeleh, con toque groovero y sonido vintage, y después fue soltando singles como Crece (2017), Jeleh Lado B y Tortuga naranja (2018), hasta largar El oscuro como adelanto de Comprensión1. “No quería hacer un disco entero pero Guli –otra promesa del pop argento que Melanie acompaña en batería– me convenció de que ya era el momento”, afirma. Así se fueron gestando los ocho temas de este disco que publicó con Goza Records, el sello de Barbi Recanati. “Ella me impulsó un montón”, agradece.
Si Jeleh era más groovero, en este larga duración se nota una búsqueda desde las intenciones, y cada canción es un universo emocional: hay bronca en El tenebroso, densidad rockera en El oscuro, tranquilidad en Comprensión1 y un jueguito marchoso en Paseo. “Es algo que viene de la música clásica, que en las partituras te marca los matices, las intenciones de cada momento. Si no las respetás, no estás tocando bien la parte”, explica.
Melanie ya tiene maquetado su próximo álbum, del que ya grabó bajos y baterías. Lo sacará a principios del año que viene, también por Goza Records. “Yo no toco de una manera muy normal”, aclara. Y lo hace , quizás, porque en sus canciones la bata no va emparejada con el bajo como casi siempre en el rock sino que más bien imita o dobla a la guitarra. “Que el bajo sea libre, que haga lo que quiera”, propone. Y está claro que también está hablando de ella.
* Melanie Williams & El Cabloide presentarán Comprensión1 el jueves 15 de agosto a las 21 en Club Lucille , Gorriti 5520, junto a An Espil y Tarsitano.