Diversos políticos y comunicadores, casi cual latiguillo ritual, en cada ocasión en que hay una votación afirman que es “una fiesta de la democracia”.
No fue distinto el comienzo del primer discurso de Mauricio Macri el domingo pasado cuando apuntó: “otra jornada de fiesta para la democracia”.
Sin embargo, por lo que expresó tanto en esas breves palabras como en la conferencia de prensa que dio pocos minutos después, como en la que también brindó al día siguiente, la referida figura de la fiesta pareció cobrar matices particulares.
Al pasar, recordemos una frase que sostuvo cuando, en 2015, ofreció su discurso de asunción a la Presidencia de la Nación: “...nos alegra porque pudieron elegir en libertad, pero ya pasaron las elecciones”.
¿Qué anunciaba el “pero” a continuación de la libertad? ¿Por qué colocar un adversativo cuya función lingüística consiste en refutar aquello que lo precede?
La conjetura que desprendemos es que para Mauricio Macri hay una secuencia de dos pasos. El primero de ellos es fiesta y/o libertad. El segundo paso ya depende de los resultados: si su partido gana, la libertad queda atrás; si su partido pierde, la jornada posterior a la fiesta ya no es tal.
La retórica Cambista reconoce --y repite-- en cada una de las verbalizaciones de estos días, que hicieron una “mala elección”, que están trabajando con “responsabilidad” y que escucharon “el voto de la gente”.
Sin embargo, mucho más aún subrayó que en caso de ganar la fórmula Fernández-Fernández Argentina quedaría “aislada del mundo” y que este sector político, que en las PASO recibió el apoyo mayoritario, y sus votantes deben hacerse cargo de las consecuencias provocadas por la votación.
Es decir, la votación es una jornada de fiesta siempre y cuando gane Mauricio Macri.
Es una fiesta de la democracia siempre y cuando uno de los sectores políticos más importantes del país no resulte electo.
Hay fiesta, pues, si la misma es solo de él.
Macri también analizó el desquicio financiero del lunes pasado como consecuencia de la “incertidumbre política” que se habría ocasionado por los resultados del domingo.
Cual si la economía del país no se hubiera desplomado desde que asumió el gobierno en 2015, con desempleo de dos dígitos, una moneda que se devaluó día a día, con tasas de interés que inhiben toda actividad productiva, Mauricio Macri atribuye el descalabro a la mencionada incertidumbre política producto de las PASO.
Es curioso, pues a juzgar por los resultados de la votación de este último domingo, parece haberse reducido al mínimo la mentada incertidumbre.
Macri cree que el país o, mejor dicho, los mercados, cambiaron bruscamente desde el viernes al lunes. Incluso, según sus palabras, esos mercados anónimos estuvieron invirtiendo en el país basándose en “encuestas equivocadas”.
Resulta notable que para Mauricio Macri los ciudadanos debamos seguir el rumbo de apostadores que, presuntamente, toman como referencia datos errados y que, a su vez, van en contra de la decisión soberana de un pueblo.
El pueblo es una pluralidad compleja, heterogénea, compuesta de millones de singularidades, cuerpos, nombres, historias y afectos, y nunca es una sociedad anónima.
Finalicemos con una sentencia de Freud cuando se refirió al mercado, que él denominaba comunidad de intereses: “En este punto se preguntará si la comunidad de intereses no tiene que llevar, en sí y por sí, y sin contribución libidinosa alguna, a la tolerancia del otro y la consideración por él. Responderemos a esta objeción diciendo que de ese modo ni siquiera se produce una restricción duradera del narcisismo, pues aquella tolerancia no dura más tiempo que la ventaja inmediata que se extrae de la colaboración del otro”.
Sebastián Plut es doctor en Psicología. Psicoanalista. Autor de El malestar en la cultura neoliberal (Ed. Letra Viva) y Escenas del Neoliber-abismo (Ed. Ricardo Vergara).