Silvina es una mujer desesperada que sufrió violencia extrema de parte de quien fue su pareja. Hace doce años -seis meses después del nacimiento de su hijo T.‑ decidió separarse tras sufrir un intento de femicidio: su (ahora) ex trató de tirarla desde el balcón de un octavo piso. Desde entonces, enfrenta un derrotero judicial que la revictimiza. "Cuando le cerrás la puerta a un infierno, se lo abrís a otro. El peor infierno fueron estos doce años que sufrí en Tribunales a abogados y jueces". T. nació con una discapacidad importante y, según los médicos que atendieron a Silvina, se debió a los maltratos vividos durante el embarazo. El último episodio judicial que la decidió a hacer pública su historia lo vivió en el juzgado de Familia de Casilda, el 13 de diciembre pasado, cuando fue convocada por una demanda de su ex pareja para volver a ver al niño, aunque fue el mismo padre quien decidió dejar de cumplir el régimen de visitas hace cuatro años, como está acreditado judicialmente. Antes de eso, Silvina respetó los encuentros, excepto que T. no quisiera ir, especialmente después de recibirlo del padre con mordeduras y golpes. Oscar Gustavo Fabre fue denunciado por violencia contra el niño y está sospechado de haber abusado sexualmente de él. En la audiencia, Silvina fue acusada por una magistrada de "no tener todos los patitos en fila", mientras el trámite fue mucho más amigable con el agresor. Con asistencia psicológica de una especialista en el tema, Bettina Calvi, Silvina se fortalece para dar batalla por su tranquilidad, la de su hijo e incluso por conservar el departamento que compró con su trabajo y que él le reclama aunque no sea un bien ganancial.
El enojo de Silvina creció a lo largo de doce años en los que sintió que su agresor era favorecido en distintas instancias judiciales. En el expediente por el divorcio contencioso, división de bienes, tenencia del niño y régimen de visita cree que nunca fue ponderada su situación, en aras de resguardar la relación del niño con el padre. Relación que -Silvina subraya una y otra vez‑ bastardeó el propio progenitor. Como prueba, están las cuatro denuncias por lesiones. Una de ellas, la 2022/12 está prescripta, pero llegó a tener un pedido de un año y medio de prisión para el agresor, por lesiones agravadas por el vínculo, con la intervención de la fiscal Adriana Camporini y la jueza Marcela Canavesio.
"Cuando cerrás la puerta de un infierno, se lo abrís a otro. El peor fueron estos doce años que sufrí en Tribunales".
La historia de violencia vivida por Silvina es larga y compleja. Durante los primeros ocho años de pareja tuvo lo que consideraba un buen vínculo, aunque todavía no podía advertir cómo el control obsesivo, las 30 llamadas telefónicas diarias y la insistencia en esperarla afuera de su lugar de trabajo eran pautas de maltrato. Después, comenzaron las golpizas, y el círculo de la violencia machista. No por repetido en boca de otras mujeres deja de ser un relato estremecedor. "Cuando estaba embarazada fue el peor momento. Porque, encima, me embarazó de prepo. Me dijo: 'Vos estás ovulando, y yo sé que vos estás embarazada. Vos me querés sacar de tu vida, pero con un hijo de por medio vos no me vas a poder sacar nunca. Y para castigo tuyo va a ser un varón y va a ser igual a mí'. Cuando me entero de que estoy embarazada y le doy la noticia, me dijo que era la peor noticia que le pude dar. Se daban situaciones así constantemente y yo pensaba, ¿qué tengo que hacer bien para que esta persona esté tranquila?", relató Silvina y siguió su catarsis: "Pasé los peores golpes, los peores maltratos. Los fines de semana se llevaba el televisor y todas sus cosas, y volvía el martes o el miércoles. Fue constante durante los nueve meses. También me tuvo encerrada, se llevaba las dos copias de llave y me dejaba ahí, y yo sin teléfono ni nada, desde las 8 de la mañana a las 9 de la noche. Les tiraba piedritas al balcón de los vecinos, para que alguien lo llamara así me venía a abrir. Después de eso, también me tiró fuerte contra un sillón y me rompió el pie, me lo dobló, me encerró en el baño y mientras yo lloraba me decía: 'Pará de llorar, si yo abro va a ser peor'. Dos horas me tuvo encerrada en el baño, y me abrió con la crema en la mano, para hacerme masajes para que no se me hinchara. Ahí me hacía pensar que en el fondo era bueno, porque era como un juego. Un rato bueno, un rato malo, hasta que sos vos la que no sabés quién sos. Hasta no saber ni qué hacer ni qué actitud tomar". Claro que para afuera, era "un amor". "Lo de hacerse el bueno era todo el tiempo. Me traía millones de anillos, regalos, ramos de flores, textos amorosos, en los que decía que yo era el amor de su vida, su enfermedad".
Cuando T. tenía seis meses, en octubre de 2004, Fabre intentó tirar a Silvina por el balcón. Ella lo denunció -por segunda vez‑ en la comisaría 2°, y él finalmente se fue de la casa. Pero prometió no dejarla nunca en paz. Silvina había perdido oportunidades laborales por la situación de violencia, ya que el hombre hacía escándalos en Megatone, donde ella trabajaba, y terminaron echándola. Después de la separación no hubo tregua en la persecución. A medida que T. creció, el régimen de visita fue otra tortura. Aún cuando los encuentros eran con control judicial, el niño volvía con la cara mordida, y un día, cuando T. tenía seis años -tiene un retraso madurativo importante‑ volvió llorando, muy excitado, contándole a la madre: "Papá me pegó así, así, así, así", sin poder contenerse. El nene volvía de los encuentros con el padre, además, con insultos hacia la madre. "Sos mala. Por tu culpa, ladrona, delincuente, estafadora, por tu culpa, mentirosa, chorra", le decía a Silvina.
Después de nueve años de hostigamiento, Silvina volvió hace tres años a vivir en el pueblo en el que nació, a 50 kilómetros de Rosario. Allí su hijo asiste a una escuela con cuidados especiales. Por eso, la nueva demanda del padre del niño para verlo está radicada en los Tribunales de Familia de Casilda. La indignación de Silvina tiene varios destinatarios. En Casilda, las autoridades desnudaron su desconocimiento de la ley nacional para prevenir, sancionar y erradicar la violencia hacia las mujeres. "Me dijeron que si yo estaba amenazada de muerte o si me quiso matar, la culpa era mía. Ellas se constituyen como psiquiatras, como psicólogas, no como juezas con conocimiento de leyes. Ella dice que la culpa es mía si él me quiere matar o si estoy amenazada de muerte porque las relaciones son de a dos", relató Silvina. Así, desconocen la normativa sobre violencia de género.
La mujer arguye -como si hiciera falta‑ que T. sufrió "violencia desde el primer momento de su concepción, porque que a mí no me digan, cómo me dijo una jueza en Rosario: 'pero si te pegaba a vos, no le pegaba al bebé'. El lo vivió desde antes de nacer. Y ahora me repiten lo mismo, que la violencia es contra mí". Para esta mujer, "es terrible cómo nos tratan en las audiencias. A las mujeres, a los hombres no".
Silvina estima que la organización de "padres alejados de sus hijos" -con la que tiene relación Fabre- hace sentir su influencia en los Tribunales. Incluso, la llevaron a afrontar una causa. "Lo que respeté fundamentalmente en el régimen de visitas era la decisión de mi hijo. Si él quería o no quería ir. Tuve una denuncia penal por interrupción del vínculo paterno filial, que no pudieron probar, por la sencilla razón de que yo firmaba cada vez que entregaba al chico en visita", aclaró.
Fabre dejó de ver a T. el 1º de mayo de 2013, cuando la mamá lo denunció por lesiones. Entonces, las visitas entre padre e hijo se judicializaron y en los Tribunales de Familia se expidió una orden de prohibición de acercamiento. Durante cuatro años, el agresor se desentendió de la vida de T.
Silvina considera que hay un complot a favor de su agresor. Y al escuchar su relato, la concatenación de vulneraciones induce a pensarlo. Lo cierto es que faltan funcionarios judiciales capacitados en violencia machista. "Todos los juicios penales que él tiene fueron archivados. Los últimos dos le dictaron sobreseimiento por un error en los procedimientos, cuando el chico llegó todo roto", denunció Silvina, y muestra más de una decena de denuncias por agresiones contra ella y contra T. Y una anterior, de 2002, por agresiones contra un hombre de apellido Molina.
Después de cuatro años, el padre de T. realizó una presentación por un régimen de visita. Y allí fue Silvina a los Tribunales a explicar por qué los avances educativos y emocionales de T. -que hoy cuenta con atención psicológica‑ están en peligro.