Mis amigos lo llamaban tu cuento peronista. ¿Para cuándo?, preguntaban. Aunque ni siquiera lo hubiera comenzado. ¿Qué sería un cuento peronista?, pensaba yo. Quizás lo habían bautizado de ese modo por las largas discusiones que teníamos los fines de semana. O porque sabían de mi obsesión por Esa mujer y Ese hombre de Rodolfo Walsh. Una obsesión que no alcanzaba con leerlos cuentos una y otra vez sino en desmenuzarlos hasta desandar cada uno de los cifrados que Walsh había dejado por escrito. 

La primera versión de Ese hombre cualquiera es de 2011. Habían pasado pocos meses de la muerte de Néstor Kirchner y cada referencia a él traía la imagen, reproducida una y mil veces, de aquel 24 de marzo de 2004 cuando ordena bajar el cuadro de Videla en el Colegio Militar. ¿Cómo volver a esa mañana? ¿Desde dónde? Los cuentos de Walsh podían darme una pista. 

Miré la foto una vez más. ¿Quién era ese hombre que recibía en manos del entonces titular del Ejército, Roberto Bendini, el cuadro del dictador? ¿Qué tendría para decir de aquella mañana? ¿Sería cierto aquel rumor de que habían reemplazado el cuadro original por una copia?

Mi deseo era entrevistarlo. Escribir una crónica. Lo intenté por algunos medios pero no logré contactarlo. Su presencia insistía. Tras las huellas de Walsh intenté un posible encuentro entre un periodista novato y aquel hombre. Por supuesto, mis amigos fueron los primeros en leer el cuento.