Desde Formosa
A apenas 40 km al sur de la ciudad de Formosa se encuentra la localidad de Herradura, el “jardín de la provincia”. Un pueblo envuelto en ríos y abundante vegetación que cobija cada verano a la Fiesta Nacional de la Corvina, una experiencia que transita su décimo quinta edición y se posiciona, de a poco, como una festividad clave en la región. Con entrada libre y gratuita, la fiesta reunió a miles de personas en un inmenso predio que concentró los números artísticos más fuertes durante tres jornadas -desde el viernes hasta ayer-. La característica principal del festival, tal vez, es su capacidad para cautivar a personas de todas las generaciones y ofrecer espectáculos musicales con búsquedas diversas. Por ejemplo, convivían en el mismo lugar la tradición chamamecera de Los de Imaguaré (una banda correntina emblema en la región que interpela a jóvenes y ancianos), el espíritu pop y liviano de Quorum (en línea directa con Los Nocheros) y la impronta combativa de Yucca, una ascendente banda rocker del under local integrada por cuatro mujeres. “Tenemos que parar con los femicidios”, dijo la cantante Emilia Paredes, antes de interpretar la poderosa “Hembras que se respetan”.
Sin embargo, la música de raíz folklórica (el chamamé, sobre todo) ocupa un lugar preponderante en el escenario. En esa sintonía estuvieron el joven Lázaro Caballero Moreno, Coco Gómez, Rocío Arellano, Isaías Shitaky, Ecos de mi Pago o Los Criollos de Tres Lagunas. La cumbia, en tanto, tuvo a varios representantes, como Viento Norte y Luna Endiablada. Una de las propuestas destacadas fue la presentación de Emma Cuañeri, una cantora oriunda del Impenetrable chaqueño, pero afincada en Formosa. Lo suyo esquivó las lògicas festivaleras y conectó con el público desde un lugar más íntimo, más primal. Cuañeri se plantó en el escenario, sola, sin instrumentos: ella y su voz ancestral. Y regaló un viaje musical por el interior de la cultura qom. “Adquirí el conocimiento del canto en el campo, en el lugar donde nací. Desde niña vi danzar y cantar a la gente mayor. Y en la adolescencia empecé a investigar sobre el canto ancestral qom y a rescatar canciones antiguas. La idea es difundir a la mayor gente posible los orígenes de nuestra cultura, la lengua materna, para que no se pierda”, explica Cuañeri, ya en camarines.
“El canto es un sentimiento muy fuerte que llevo. Y en la comunidad cumple muchas funciones: cantamos al amanecer, a los niños, a la muerte, a la enfermedad, en tiempo de cosecha, en las festividades y, por ejemplo, cuando los hombre se organizan para ir a pescar”, cuenta ella. “En los festivales trato de representar la cultura de nuestros antepasados y por suerte tengo buen recibimiento de la gente, y lo agradezco”, dice, con una sonrisa cómplice. Quienes vienen girando también por festivales de todo el país y en sostenido crecimiento son los santiagueños de Orellana-Lucca. Fueron muy bien recibidos por el sector joven del público. La chacarera, al menos por una hora, le robó el protagonismo al chamamè. “Sabemos que es un público distinto y una región particular, pero también les gusta el folklore santiagueño. Nos sorprende que escuchen tanto nuestra música”, le dice a PáginaI12 Rodolfo “Pelu” Lucca. Y no fue casual que interpretaran su versión de “El cosechero”, de Ramón Ayala. “A mi viejo le gustaba mucho cantar canciones de el Litoral, entonces yo escuchaba desde niño. Y con el tiempo conocimos canciones como ‘Río de camalotes’, que hacía Mercedes Sosa. Entonces, queríamos hacer una versión con nuestra impronta, pero con mucho respeto a la gente de acá. Siempre decimos que a la chacarera la puede hacer cualquiera”, suma Manuel Orellana, músico con voz de zamba.
El público, por caso, es muy particular en esta fiesta. Es un público abierto a recibir propuestas diversas y muy respetuoso. Por supuesto, como en toda festividad de este tipo, las propuestas más conocidas son las que despiertan mayor euforia y expectativa. Desde las redes sociales, se hizo un trabajo fuerte para convocar a públicos de Paraguay, sur de Brasil, Uruguay, Chile y las provincias del norte grande argentino, principalmente. En la primera jornada, Bersuit, un clásico del rock argentino, concretó uno de los conciertos más celebrados. La banda que supo sobrevivir sin Gustavo Cordera se animó a mostrar algunas canciones de la nueva etapa (como la radial “Cuatro vientos”), pero desempolvó los hits de viejos tiempos: “La soledad”, “Negra murguera”, “Porteño de ley”, “Señor Cobranza” (autoría de Las Manos de Filippi), “La argentinidad al palo” y “La bolsa” activaron el pogo formoseño. Y el cantante Dani Suárez tiró el primer comentario político del festival: “Por suerte, para bailar no hay que pensar. Pero para votar, sí”, dijo, en medio de un baile desenfrenado.
La fiesta iba a realizarse la semana pasada, pero tuvo que reprogramarse para este fin de semana a causa de un temporal que azotó la región. El fin de semana pasado, sin embargo, se llevó a cabo la competencia de pesca de corvina dividida en dos categorías: embarcada en remo y en motor. Y batió un récord de convocatoría, con más de 500 embarcarcaciones participantes. El concurso se realiza en la imponente Laguna Herradura, un atractivo natural que conecta con el Río Paraguay y es un imán para lugares y turistas. Lo que comenzó como un lugar de fin de semana para los formoseños de la capital se está convirtiendo en un destino turístico importante en la provincia. En el monte formoseño que rodea el río se puede encontrar una rica biodiversidad: 500 especies de aves (tucanes, garzas), monos y yacarés, entre otros. Y un dato no menor: en este lugar se pueden ver los atardeceres más hermosos de la región.