Mauricio Macri, amante del fútbol, podría entenderlo así: la continuidad de su gobierno hasta el 10 de diciembre ya no está en sus manos. Depende de otros resultados. Solo no podrá detener la hemorragia que ha llevado a la Argentina otra vez al borde de un colapso gigantesco, como en tantas ocasiones ha ocurrido con gobiernos neoliberales en la experiencia nacional de las últimas cuatro décadas.
El precario andamiaje que levantó el Presidente para suponer que llegaba con alguna expectativa a las PASO se le vino encima. De esa estructura no queda nada, al punto que tuvo que esconder a su ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, sacando de la cancha al hombre que debería ocuparse de transmitir los planes oficiales para superar tan delicada situación. Para que Macri lo entienda, es como si hubiera tenido que sacar al arquero antes de una definición por penales. “Para lo que servía”, podrá aguijonear algún plateísta, pero lo cierto es que la imposibilidad de contar con un ministro de Economía competente en semejante caos es una señal del desmoronamiento que está sufriendo el gobierno de Cambiemos.
El pique corto que se mandó Marcos Galperín a las oficinas de Alberto Fernández lo expone con crueldad. El dueño de Mercado Libre debería ser observado por Lionel Scaloni para darle una chance en la selección. El círculo rojo le teme a Macri. Arcor, de la familia Pagani, tuvo que cerrar por ejemplo la segunda fábrica de La Campagnola en menos de un mes. Las plantas tenían 50 y 70 años de antigüedad. Empresarios grandes, medianos y chicos están aterrados por los costos que puede generar la crisis para la salud de sus compañías. Son ellos, entre otros, quienes están provocando una fuga de más de 600 millones de dólares por día, como se refleja en la caída de las reservas del Banco Central. Es urgente cortar esa sangría. De lo contrario, los 15.000 millones de dólares de reservas netas que quedan en el BCRA alcanzarán como mucho para aguantar un mes. En ese contexto, el 27 de octubre es una eternidad.
El próximo partido definitorio que afrontará Macri es con el FMI. El acuerdo con el organismo, que ya se pierde la cuenta de las veces que lo tuvo que corregir por tantos incumplimientos, nuevamente está caído. Las metas fiscales, monetarias, inflacionarias y de nivel de reservas están todas en rojo. No se cumple ninguna. La contracción del PIB que el Fondo Monetario estimaba en 1,3 por ciento este año será con suerte por lo menos el doble. Los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa atravesaron experiencias traumáticas cuando el Banco Mundial, en el primer caso, y el FMI, en el segundo, suspendieron la ayuda tras producirse la explosión de los planes de emergencia que habían ideado juntos: el Plan Primavera y el Blindaje y el Megacanje, respectivamente. Si el Fondo decide no exculpar esta vez al gobierno de Macri por los incumplimientos de las metas, el final de la aventura de los CEOs será inmediato.
Si el FMI, por el contrario, le diera una nueva oportunidad al actual Poder Ejecutivo podría encontrar algo de oxígeno aunque sea para seguir en la cancha. La próxima semana llega la misión técnica del organismo. La encabeza Roberto Cardarelli, quien sabe que se juega su futuro así como le pasó a la misión del FMI que negoció en 2001 con De la Rúa y Domingo Cavallo. Tomás Reichmann y Claudio Loser no guardan buenos recuerdos de aquella situación. La caída de la Alianza fue también su final en el Fondo Monetario. Christine Lagarde, la enamorada de Macri, hace tiempo que abandonó el estadio y sigue las alternativas desde Europa.
¿Será cierto que el FMI le planteará a Macri que ponga un límite a la venta de divisas de 50 mil dólares por mes? Es una de las tantas versiones que circulan con frenesí en la city porteña, donde ya no saben a quién creerle después de haber protagonizado una escandalosa suba de la Bolsa del 8 por ciento el viernes pasado, antes de las PASO. Esa operación dejó en evidencia hasta qué punto se intentó manipular a la opinión pública y cuán lejos está la realidad de la economía y de las mayorías populares de las burbujas especulativas que habilita el modelo económico que los argentinos vienen padeciendo hace tres años y medio.
El estatuto del FMI prohíbe la utilización de los dólares prestados por el organismo para financiar la fuga de capitales en un país. Sin embargo, hasta ahora eso es lo que ha venido ocurriendo. ¿Seguirá siendo así de acá en más? ¿Si el Gobierno no restringe la venta de divisas, cómo logrará recomponer la oferta? Los dueños de los dólares, esencialmente los exportadores de oleaginosas y cereales, habían liquidado 8 por ciento menos divisas antes de las elecciones, a pesar de la cosecha récord. Esa baja se produjo en comparación con el año pasado, cuando se registró una sequía histórica. Con ese antecedente, esperar que ahora apuren las ventas, es una quimera. En resumen, con la oferta de dólares retraída y la demanda sin control, las posibilidades de empatar el partido cambiario son tantas como las de Macri de ganar en octubre.
El gobierno de Cambiemos eliminó en 2016 cualquier regulación a la venta de dólares. Dujovne lo defendió asegurando que eso iba a generar confianza. Desde entonces en la Argentina está habilitada la compra de divisas sin ningún límite. Ni dos millones, ni cinco millones, ni nada. Lo que un inversor, un fondo especulativo o una empresa quieran, lo pueden adquirir. Desde estas páginas se advirtió desde ese momento que era un suicidio a plazo fijo. Hoy está a la vista. El propio FMI sostiene que la apertura irrestricta de la cuenta capital es una locura. Pero a la Argentina se lo permitió, por la presión de Donald Trump, que impulsa para la región los proyectos de Macri y Bolsonaro. ¿Vendrá ahora Trump a comprar yerba a un supermercado argentino?
“Es peor que en 2001”, describe la dueña de un supermercado chino lo que está viviendo por estos días. La explosión de precios que siguió a la devaluación se empezará a apreciar en toda su dimensión este fin de semana. La carne ya subió 5 por ciento, en un sendero que los frigoríficos anticiparon que avanzará hasta el 15, el resto de los productos de alimentos y bebidas se encarecieron entre 15 y 25 por ciento. El consumo masivo, que incluye justamente alimentos, bebidas, artículos de tocador y limpieza, cayó los tres años de gobierno de Macri y en 2019 profundiza su contracción. La baja que viene será histórica. Ese es el partido más importante que le espera a Macri: el humor social.
La oposición ha sido sabia y prudente para evitar cualquier señal que agigante la crisis, más allá de sus propias evaluaciones políticas de cara a las elecciones. Es casi el único sostén que le queda a Macri. Los demás, los medios hegemónicos, el círculo rojo, la Mesa de Enlace, los bancos, los mercados, las calificadoras de riesgo, las petroleras y especialmente los ciudadanos le han perdido el respeto. Macri podrá entenderlo así: “Es un afano, suspéndanlo”