El punto de partida evoca, por supuesto, el texto clásico de Susan Sontag “Ante el dolor de los demás”. En él, la siempre lúcida intelectual norteamericana analizaba las maneras en que las noticias y el arte daban cuenta del dolor y del desastre humano y como esas representaciones podían generar en el interlocutor empatía o indiferencia frente al sufrimiento ajeno. Así, por ejemplo, las constantes imágenes del horror de la guerra o del hambre en países lejanos que inundan los medios masivos de comunicación, reflexionaba, no impedían que el ciudadano común almorzara o cenara mientras miraba la televisión o los periódicos. Es decir, mostrar el horror, no siempre genera solidaridad ni resistencia política sino, a veces, opera en sentido contrario generando apatía o simplemente la conmiseración del buen burgués. Cuando la violencia se vuelve un lugar común y cotidiano, el espectador puede reaccionar tan pronto conmovido o insensible, compasivo o indiferente.
El investigador Mario Pecheny, doctor en Ciencias Políticas, se especializa en el estudio de políticas y derechos en materia de salud, género y sexualidad. Desde hace algunos años, sus investigaciones y la de su equipo han abordado el tema del dolor físico en relación con estas cuestiones.
¿Por qué elegiste como foco de tus investigaciones el dolor físico?
Porque el dolor que experimentan las personas físicamente es por definición inefable, es decir, imposible de traducir en palabras. Y porque el dolor físico debiera ser uno de los objetos -sino el objeto- prioritario de la medicina y de la salud pública. Sin embargo, la medicina se ocupó históricamente de curar o de intentar curar. Desde hace varias décadas aparece la idea de la prevención y promoción de la salud, esta idea de que más vale prevenir que curar pero que en un sentido más amplio habla de las condiciones que hacen a la vida más saludable para las personas. Pero el tema de los curados paliativos o en un sentido más amplio, evitar el sufrimiento, la ansiedad, la angustia, las náuseas y otros síntomas que hacen al padecimiento de las personas no parece formar parte del derecho a la salud.
Por el contrario, aparece frente a ciertas dolencias ese siniestro latiguillo médico de “ajo y agua”, es decir “a joderse y a aguantarse” como si fuera una condición sine qua non de algunas enfermedades. ¿Cómo relacionas este discurso médico con el discurso neoliberal?
El neoliberalismo es un discurso productor de dolor en un doble sentido porque interpela desde algún lugar a trabajar, a ser exitoso, a estar siempre performante y desde otro lado crea condiciones para que esto se vuelva difícil o medio imposible lo cual produce desde depresiones hasta somatizaciones dolorosas. Por otro lado, el dolor físico es también un castigo para todo aquello que el Estado no reconoce como derecho como esta idea de castigar físicamente a las mujeres que interrumpen voluntariamente su embarazo y que muchas veces se hace sin anestesia. Por supuesto, las más perjudicadas son las mujeres socialmente más vulnerables.
El congreso que vas a cerrar toma como punto de partida reflexiones de Susan Sontag. Es imposible no pensar en las metáforas sociales estigmatizadoras de ciertas enfermedades como el cáncer o el sida que ella se encargó de analizar. ¿De qué otras formas aparece el estigma del dolor físico?
El estigma conlleva también el manifestar ese dolor físico en un momento y un mundo que interpela a querer estar bien, discurso que ha sido puesto en crisis con el resultado electoral de este fin de semana y una interpelación a estar bien que va más allá del discurso neoliberal pero que interpela civilizatoriamente a los sujetos; un deber estar bien, deviene un deber moral. No ser feliz es una carga de estigma y el que te duela también es una carga de estigma. Entonces en este contexto poder manifestar el dolor, poder decirlo, poder tener solidaridad en el sentido que le daba Richard Rorty, poder hacerse cargo del sufrimiento de los demás como propio es una forma de politizar. Y en un sentido mucho más concreto y práctico obliga a los servicios de salud y a los hospitales a cambiar cierta lógica de prioridades. Muchas veces los hospitales por su lógica organizativa privilegian ciertos mecanismos y horarios de atención a sus pacientes en el cual el tratamiento del dolor o el privilegio del bienestar no es la prioridad. Por ejemplo los horarios de servicios paliativos, la ducha está pautada para la hora en que se despierta el o la paciente y no por el horario de baño que establece el hospital. Poder pensar desde el dolor evitable implica un cambio de perspectiva respecto de donde se centra la salud.
¿Cómo se relaciona la cuestión del género con el dolor físico?
La masculinidad hegemónica se construye, entre otras formas y cualidades, a partir de la cualidad de soportar dolor. No hay ninguna cualidad ahí, la cualidad es que no duela, que el dolor disminuya o no tenga lugar. También hay que reflexionar más profundamente sobre el derecho del cuerpo que no quiere sufrir dolor. Tendría que estar garantizado. Ahí aparecen dilemas éticos en torno por ejemplo a la eutanasia, entre otros temas.
Si el dolor físico es intraducible o no se puede poner en palabras. ¿Cómo se puede expresar para generar la deseada empatía o solidaridad que genere un nosotros que se contraponga con los valores neoliberales individualistas?
Respecto de lo intraducible, están las formas narrativas más tradicionales y están las formas artísticas. De hecho el ensayo de Sontag, habla de formatos como las fotografías, las películas y otras expresiones que pueden generar sentimientos de empatía frente al dolor de los demás. En este sentido, el nosotros de la empatía no es un nosotros psicológico sino un nosotros político, es decir, hallar formas de politizar esa experiencia inefable de tal manera que se puedan cambiar la manera en que se piensa el dolor y a partir de ahí en tratamientos médicos que prioricen la disminución o que eviten el dolor físico como el acceso a los opioides. Uno puede no poder expresar con palabras el dolor físico pero cuando lo ve en otro tiene que haber alguna manera que recree en su propio cuerpo ese dolor. Hay que transformar esa sensación en una solidaridad activa en el sentido de Rorty. Ese sufrimiento propio en un sentido político de articulación a algún tipo de transformación.
¿Cómo podés ejemplificar y ampliar esta idea de comunidad política?
El dolor físico como te decía es una experiencia que por definición es imposible de transmitir, alguien que tiene un dolor por una metástasis ósea, probablemente no encuentre las palabras para transmitir eso y alguien que no lo sufrió no tiene la capacidad de comprender eso. Ese es un desafío para la medicina y la investigación. Por eso hay que inscribirlo en una idea de la política: la idea de que los individuos politizamos las experiencias mediante los procesos al comprender que los fenómenos individuales forman parte de estructuras sociales y procesos históricos más amplios que los producen y los hacen inteligibles. Y además a través de la inscripción de la experiencia individual en una narrativa colectiva. Como por ejemplo las mujeres cuando dicen “yo aborté” o el coming out de gays y lesbianas. O cuando una persona da a conocer que está viviendo con vih y de esa manera pasa a formar parte de un colectivo más amplio. Inscribe eso que le pasa a ella o a él en una experiencia colectiva. Y entonces aparecen formas de inscribir colectivamente una experiencia que no se puede inscribir en palabras como es la experiencia del dolor. Ese es un desafío para poder politizar justamente esto que es tan privado y tan íntimo.
Ante el dolor de los demás. Coloquio organizado desde la Facultad de Humanidades y Ciencias. Universidad Nacional del Litoral en el marco de la conmemoración de 15 años de la creación de la Licenciatura en Sociología. Jueves 22 de agosto de 2019, 10 hs. a 18 hs. Las conferencias de cierre están a cargo del Dr. Mario Pecheny con la disertación "El derecho al no dolor" y del doctor Ernesto Meccia con "El dolor para ser visto. Reflexiones sobre el lenguaje de la Sociología ante el dolor de los demás". Inscripciones: www.fhuc.unl.edu.ar/inscripciones .