Años '60 o '70, la Tierra. En dos lugares del planeta al mismo tiempo, un científico y un artista observan un cigarrillo encendido puesto en un cenicero. El humo asciende en una columna ordenada, hasta que aparecen torbellinos que la desbaratan en todas direcciones, formando una turbulenta nube que se disuelve en el aire.
El artista en esta minificción es Luis Felipe Noé, quien a sus 86 años en su taller de Buenos Aires sigue explorando la teoría del caos que comenzó a indagar hace más de medio siglo en paralelo con la física, o incluso adelantándose a ella, "sin saber para nada que eso se estaba formulando", como él mismo dijo a mediados de este año.
Con curaduría de Cecilia Ivanchevich, en la mitad de la planta alta del Museo Municipal de Bellas Artes Juan B. Castagnino (Bv. Oroño y Av. Pellegrini), Mirada prospectiva (1957-2017) es una exposición que hasta fin de este mes muestra, como hacía casi 20 años no se veía en Rosario, la obra de Noé. El recorrido va del informalismo neo-expresionista de los años '60 a su personalísimo lenguaje actual, pasando por la Nueva Figuración de los '70. En esa trayectoria se despliegan las coordenadas históricas y políticas donde se ancla el caos sistemático cuyo atractor es este artista, pintor de cada realidad contemporánea en tanto captura la dinámica de cada época.
Cuando esta misma selección de obras estuvo programada para el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, donde se vio hace dos años, Noé construyó especialmente con su equipo algo así como un arca del caos: la fascinante y multifacética instalación transitable Entreveros. Compendio estético gigante de todo lo que viene trabajando, la obra ocupa toda una sala y no se parece a nada conocido. Cada fragmento de su estructura revela algo completamente distinto y a la vez integrado en una complejidad extrema. Cada vuelta del recorrido por su interior o exterior (que son indisociables e intercambiables, relativos a la posición del espectador) constituye un encuentro con algo inesperado. El color, saturado o fluorescente, irradia energía en toda la gama del arco iris y más allá, reflejándose en espejos que lo multiplican y distorsionan las formas.
Durante la dictadura Noé pintaba en presente: cuerpos arrojados al mar. "A veces me siento como un colectivo lleno de gente peleando entre sí"
"La idea era ver cómo este artista lleva a la práctica esa teoría del caos, esa complejidad de que él estaba hablando. En sus libros, él habla de una conciencia de un mundo en permanente cambio. Incluye el tiempo y la movilidad como factores fundamentales, incluso al pensar una obra estática como es la pintura. Entonces para armar la exposición hay distintos ejes: uno es el de la conciencia histórica", sintetizó la curadora en una conferencia de prensa en mayo pasado.
La muestra demuestra que en sus instalaciones de los años '60 (sí, instalaciones), Noé pintó en futuro, prefigurando este hoy de multitudes en las calles. Durante la dictadura, desde el exilio, pintaba en presente: cuerpos arrojados al mar por los genocidas, todo lo que tantos decían no saber. Y luego pintó en pasado, recreando la mirada alucinada de los adelantados recién llegados hace quinientos años a estas tierras, ríos, selvas y arco iris. "Porque siempre hay en ella estas explosiones, esta proyección hacia el futuro, su obra se ha adelantado", comentó Ivanchevich. "Para poder plasmar el quiebre que él sentía, Noé lleva a la práctica el cuadro dividido y utiliza la fragmentación, la multiplicidad, a partir del año 1963 cuando divide la obra a la mitad y da vuelta el bastidor", señaló.
"Otro eje tiene que ver con la línea vital porque en Noé hay dos constantes muy fuertes que son el dibujo y la escritura. A lo largo de toda su vida ha escrito y dibujado, asimismo en el periodo donde figura en libros de historia que él 'abandonó' la pintura. Un período de 9 años de 1967 a 1975 en que hay dos libros publicados, otro más que está a punto de publicarse, más de 100 dibujos, investigaciones con espejos, hay muchísimo material que demuestra que no hubo una muerte artística sino todo lo contrario, lo que hace que uno pueda entender ese cambio que sucede entre los '60 y los '70: uno ve obra de esas dos décadas y le parece que fueran dos artistas", opinó. A menudo el dibujo y la escritura coexisten en el papel o en la tela.
"Es que soy de Géminis", bromeó el pintor. "A veces me siento como un colectivo lleno de gente, que se pelean entre sí, y entonces el problema es quién conduce. La idea de la personalidad del artista como alguien que repite una misma imagen me parece totalmente falsa. Lo de uno siempre se está renovando y encontrando, y más que uno tocar lo político, lo político lo toca a uno. Y entonces uno dialoga", concluyó Noé, dejando hablar a la obra.
Caos no significa desorden sino que designa un tipo de sistema, sensible a sus condiciones iniciales, complejo e impredecible como una nube de humo. O como la realidad argentina. O como el mundo.