¿Jeremy Corbyn primer ministro este septiembre? El plan lo presentó el mismo líder del Partido Laborista el miércoles y parecía a primera vista uno de los tantos dislates de la laberíntica saga del Brexit. Hoy solo falta afinar las negociaciones, obtener el apoyo de la líder de los liberal-demócratas Jo Swindon y un puñado de diputados para que pueda convertirse en realidad.
El plan funcionaría así. El 3 de septiembre, cuando los diputados terminan su receso de verano, el líder laborista presentaría una moción de censura al gobierno de Boris Johnson. El gobierno cuenta con una mayoría nominal de apenas un diputado, gracias al apoyo de los diez parlamentarios del partido más reaccionario de Irlanda del Norte, el DUP. Pero en la práctica tiene entre 20 y 40 diputados conservadores opuestos a su política de salida del bloque europeo con o sin acuerdo el 31 de octubre. Corbyn contaría con el apoyo de los nacionalistas escoceses, los autonomistas galeses, la diputada del Partido Verde, algunos conservadores rebeldes, algunos independientes y el grueso del laborismo: le falta aún votos, pero no tantos. La propuesta es formar un gobierno de transición, bajo la dirección del laborismo, que evite una salida de la Unión Europea sin acuerdo y convoque a una elección general.
Corbyn tiene que persuadir a la flamante líder de los liberal-demócratas, la joven e inexperta Jo Swindon, quien rechazó en primera instancia esta propuesta. Swindon alegó el jueves por la mañana que Corbyn no contaba con el apoyo que necesitaba ni siquiera en sus propias filas y propuso que el gobierno de unidad estuviera encabezado por el conservador Kenneth Clarke, “father of the house” (diputado con más años en el parlamento), o por la “mother of the House” (ídem entre las parlamentarias), la laborista Harriet Harman.
La líder liberal-demócrata recibió una andanada de críticas por su postura no solo del laborismo Corbynista sino de los nacionalistas escoceses, los galeses, los verdes, algunos conservadores pro-europeos y hasta miembros de su partido. La desesperación ante la posible salida del bloque europeo sin acuerdo, estrategia que viene impulsando el primer ministro Boris Johnson y su gabinete saturado de eurófobos, es tal que una ex diputada conservadora, devenida independiente a principios de año e incorporada a las filas liberales esta semana, Sarah Wollanson, dijo que un gobierno de Jeremy Corbyn era el menor de los dos males (“the lesser of two evils”).
El mensaje de Wollanson fue claro: Swinson debe repensar su posición. El jueves por la noche la líder liberal-demócrata hizo exactamente eso. En ese estilo tradicional y decimonónico que tiene la política británica le escribió una carta a Corbyn –el género epistolar reina por sobre los mails y los chats en el histórico parlamento- diciéndole que no descartaba un gobierno de transición encabezado por él para evitar el Brexit. Eso sí, Swindon lo desafió a conseguir los ocho diputados conservadores que necesitaría como mínimo para garantizar la victoria de la moción de censura.
Varios diputados conservadores, encabezados por Phillip Hammond, ex ministro de Finanzas de Theresa May, ya se mostraron abiertos al diálogo, pero sin garantizar su apoyo a un gobierno de transición encabezado por el líder laborista. Corbyn está en las antípodas de cualquier conservador (y de muchos laboristas), pero por convención le corresponde a él, como líder del principal partido de la oposición, presentar la moción de censura y encabezar un gobierno de unidad nacional. La ley estipula que si Boris Johnson pierde la moción de censura, se abre un período de quince días para que el mismo primer ministro o alguna otra fuerza política presenten a la reina Isabel II un gobierno que goce de mayoría parlamentaria.
La división es por el momento el mejor arma de Boris Johnson para evitar este desenlace. Es posible que Jo Swindon termine apoyando al líder laborista, pero algunos miembros de su partido son jurados enemigos de Corbyn, entre ellos un ex laborista que terminó recalando en los liberal demócratas, Chucka Ummunna. Entre los conservadores dispuestos al diálogo, algunos, como Caroline Spelman, han dicho que si bien no tienen problema en negociar, bajo ninguna circunstancia contemplarían votar a favor de un gobierno de Corbyn. Otros tories, como Gutto Bebb, ex secretario de estado bajo Theresa May, no descartan respaldarlo. Entre los independientes –diputados que se separaron del partido laborista y del conservador a raíz del Brexit– hay pocas chances por el momento de recabar apoyo. La lógica apuntaría a una abstención ya que sería imposible que alguno respaldara a Boris Johnson.
Las mejores armas de Corbyn para superar este impasse son el cronómetro y Boris Johnson. El tiempo apremia. Cuando se reconvenga el parlamento quedarán unas ocho semanas para el 31 de octubre: si no se consigue una alternativa, el Reino Unido saldrá por default del bloque sin acuerdo. Por otro lado, la "doctrina de shock" que aplicó Boris Johnson desde que asumió el 24 de julio viene obrando milagros en la fragmentación que ha caracterizado a los que se oponen a un Brexit sin acuerdo.
Johnson saturó su gabinete de rabiosos pro-Brexit, todos bajo la batuta del no electo asesor en jefe y monje negro de la campaña a favor de la salida del bloque, Dominic Cummings (interpretado por Benedict Cumberbatch en “Brexit: the Uncivil war”, excelente film por TV para los interesados). Cummings ha dicho públicamente que el 31 de octubre el Reino Unido saldrá de la UE y que el parlamento no podrá hacer nada por evitarlo.
Cummings no se equivocó en su estrategia para el referendo de 2016. ¿Tiene razón ahora? ¿Se acabó el tiempo para el parlamento? El mismo Johnson no descartó la posibilidad de “prorrogar” el parlamento (suspenderlo) hasta el 1 de noviembre para garantizar la salida del bloque, bomba que podría incendiar las calles. Una moción de censura exitosa evitaría esta posibilidad extrema, pero va a requerir negociación y flexibilidad. Corbyn insinuó que estaría dispuesto a resignar el liderazgo del gobierno de unidad siempre que estuviera encabezado por otro laborista. Mientras tanto, los opositores al "Hard Brexit" examinan una segunda ruta para evitar la salida sin acuerdo.
En las reglas parlamentarias, la disposición 14 estipula que el gobierno tiene precedencia sobre el resto para armar la agenda de debate, pero una alianza con mayoría podría hacer a un lado esta regulación y apurar la aprobación de una ley que prohíba al ejecutivo una salida del bloque europeo sin acuerdo. Esta alternativa eliminaría la reticencia que despierta Corbyn. “Las dificultades prácticas de este camino son enormes porque debería atravesar todos los estadios de una ley para su aprobación. Eso sí, en caso de que tengan éxito el parlamento pasaría a ser el gobierno de hecho”, comentó al “The Guardian”, uno de los máximos expertos en temas constitucionales británicos, Vernon Bogdanor.