La apuesta política del gobierno y la apuesta especulativa de los grandes jugadores del mercado no eran secretas. Eran detalladas públicamente por analistas y economistas de la city como la estrategia más conveniente para el oficialismo para competir con chances de triunfo en las elecciones y, a la vez, la más redituable para los financistas. La movida era pisar el valor del dólar para provocar una caída de la tasa de inflación con el objetivo de generar un escenario de estabilidad para seducir al electorado.
Para conseguirlo el Banco Central colocó la tasa de interés de referencia (la de las Leliq) en un rango del 60 al 75 por ciento anual que, con la paridad cambiaria contenida gracias a los dólares del FMI, facilitaba unas ganancias especulativas fabulosas al mundo financiero.
Este era el esquema político y cambiario del gobierno de Macri, además de lanzar a sus voceros mediáticos a la tarea de demonizar a la oposición y azuzar con el miedo de que si ellos ganaran, la economía ingresaría en descontrol porque el país se convertiría en Venezuela.
La sorpresiva paliza en las urnas que recibió la alianza macrismo-radicalismo mostró que esa estrategia no dio resultados. Al día siguiente, esa olla a presión cambiaria diseñada por el gobierno explotó.
El estallido fue el 12 de agosto, pero iba a suceder lo mismo el 28 de octubre si las elecciones se definían en primera vuelta o el 25 de noviembre en balotaje. Cualquiera sea quien ganara, el dólar volaba porque estuvo reprimido artificialmente como estrategia electoral del oficialismo.
La dimensión de la suba fue decisión del Banco Central conducido por Guido Sandleris, que asegura que dejó correr la devaluación por cuestiones técnicas. Sin embargo, el ex titular del BCRA, Martín Redrado, aseguró en declaraciones radiales que Macri ordenó no intervenir para “que el dólar se vaya donde se tenga que ir y que los argentinos aprendan a votar”.
Sandleris no puede admitirlo porque en ese caso estaría en serios problemas judiciales. Pero la conferencia de prensa de Macri desencajado, secundado por el precandidato a vicepresidente del oficialismo Miguel Ángel Pichetto, del lunes a la tarde, culpando al kirchnerismo de la corrida, está en línea con la denuncia de Redrado. Sandleris tendrá que explicar qué habló en el Casa Rosada ese lunes desde las 8.40 hasta las 9.40 antes de ir a su despacho en el Banco Central para esperar la apertura del mercado a las 10.00.
La responsabilidad estructural del derrumbe de la economía se encuentra en la política económica de apertura y desregulación del mercado aplicada desde el primer día de gestión. La responsabilidad inmediata de esta nueva ronda de megadevaluación macrista queda en evidencia con el descontrol de la paridad al día siguiente de las PASO.
Como el mercado está atrapado en una profunda inestabilidad por la impactante crisis política del gobierno de Macri, lo que inicialmente puede parecer recomendable para tranquilizar las aguas, como la afirmación del candidato de la oposición más votado acerca de cuál es el precio “razonable” del dólar, puede convertirse en un tropiezo político con costos innecesarios. Sin disponibilidad de dólares suficientes aventurarse a definir cuál es su precio de equilibrio es imprudente.
La suba del dólar no responde ni a desequilibrios fiscales ni a cómo están las cuentas externas. El descontrol tiene su origen en que se sabe que el sector público no tiene dólares suficientes para atender la demanda privada, profundo desequilibrio entre la oferta y la demanda de divisas que se agudiza aún más con el actual vacío de poder político.
Las reservas del Banco Central quedan entonces como el único dique para evitar la espiralización de la paridad cambiaria camino a la hiperinflación.