“Vuestra majestad sabe muy bien -un asesor le escribía en una carta a Luis XIV- que a falta de brillantes acciones de guerra nada realza más la grandeza del príncipe como los edificios.” El Rey lo sabía y, como bien lo muestra Versalles, la serie de Netflix, emprendió una reforma edilicia monumental y se mudó con familia y corte a ese palacio bien lejos de la sede oficial. Cinco siglos más tarde, María Eugenia Vidal a poco de ser electa gobernadora de la provincia de Buenos Aires también se mudó, se fue a vivir con sus 3 hijos en una base aérea de Morón.
Si bien el predio castrense - y la inversión en reformas que se pagó con fondos provinciales- no admite comparación con Versalles, constituye un mensaje por vía inmobiliaria a enemigos y súbditos. Cuando el Rey puso lagos donde no había agua y diseñó jardines sobre pantanos, demostró el poder que no tenía a todo un mundo que se preparaba para engullirlo. Vidal, que ha basado su “escucha a los vecinos” en infraestructura más que en ninguna otra política de entramado social – asfaltó calles, amplió caminos, recientemente inauguró una cárcel para jóvenes aunque también declaró "no voy a abrir hospitales nuevos porque es una estafa a la gente"– hizo un gesto monumental con esta mudanza, un sacrificio versallesco, espejo de un esquema de gobierno que basa su discurso PRO en la gesta de la seguridad “a falta de brillantes acciones.”
La motivación para habitar una base militar resultaría inverosímil en una serie de ficción: un día Vidal encontró una bala en el garage de su casa y luego la amenazaron varias veces. La mudanza es el mensaje: el tamaño de peligro que corre la gobernadora seguida de su decisión de parapetarse, sería proporcional a la promesa (incumplida) de vencer al narcotráfico, la mafia del juego y la policía corrupta. Queda para las intrigas palaciegas que ese trabajo recayera en su Ministro de Seguridad, Cristian Ritondo, un hombre que, desde su paso como vice Ministerio del Interior de Eduardo Duhalde, en la apoteosis de la “maldita policía”, supo construir firmes vínculos con los uniformados. Para algunos, el verdadero mensaje de Versalles era: “señores, naturaleza, edificio y monarca, son una sola cosa”. Vidal, en este sentido, rodeada de armas, aviones y uniformes, lejos del vecindario, se inscribe en cuerpo y gesto en la doctrina Bullrich.
Mientras tanto, una pregunta recorre la provincia como un dron: si la gobernadora tiene que recurrir a esta medida extrema para estar a salvo, ¿qué le espera al resto de la población que camina por las calles y vive sin custodia?
“Acá tenés la escuela aeronáutica, tenés el museo y acá se hacen horas civiles de vuelo”. Como quien muestra el escritorio y el baño, Vidal presenta su morada a Fantino en un programa emitido el mes pasado. El entrevistador dedica todo el espacio a formular con leves cambios de entonación una única pregunta: ¿Por qué una mujer joven y con hijos se sacrifica viviendo allí? “Por vocación de servicio”.
De fondo, casi tapando el diálogo, suenan los teros, los vientos, ladran perros. Toda una estampa hiperrealista dedicada a acentuar la autenticidad, el bien de cambio de la gobernadora que en un video reciente se presenta golpeando la puerta de un presunto acosador banalizando el trabajo serio contra la violencia de género y utilizando por segunda vez en un spot a la misma “vecina”. Hay que escuchar los sonidos que irrumpen en la entrevista. Como si la fuerza de esa naturaleza intentara hacernos olvidar, que estamos frente a otro momento de campaña. “Cuando me preguntan cuántos hijos tengo, desde 2015 digo que tengo 3 hijos y la provincia.” Así culmina la visita guiada, con la estampa de una madre coraje de la provincia. En otra oportunidad, ya había hecho referencia a su familia ampliada, aunque en clave antiderechos: “En realidad tengo 4 hijos” le dijo a Jorge Lanata en el contexto de la discusión por el Aborto legal Seguro y Gratuito, incluyendo en la cuenta un embarazo que perdió.
Dicen que en lo que queda de campaña intentará distanciarse de Macri con frases todavía más contundentes que las que ya dijo: “no tengo acciones en el exterior, no tengo una cuenta offshore”. Hay algo cierto: incluso contando la causa sobre aportantes truchos a su campaña, Vidal no puede ser percibida idéntica a Macri.
Nació en Flores y no en la cuna de los Blanco Villegas; se educó en un colegio católico de señoritas y estudió en la UCA no en el Newman; tiene una madre denunciada por estafas en mesas de dinero pero no llega ni a competir con los negociados de la familia Macri. Y sobre todo, no pertenece al linaje de los CEO que han estado dirigiendo el país hasta el abismo: María Eugenia Vidal ha sido engendrada en los años 90 en el laboratorio ONG de Rodríguez Larreta. Su facilidad para el timbreo le viene de un maridaje entre catolicismo y esa subcultura de ONG. Su vocación de ayudar al prójimo aunque sin mirar a quién ni cómo se aplica en una suerte de neoperonismo de Excel que no le ha impedido manifestarse contra las universidades del conurbano y declarar sin filtro: “ Nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad”. Vidal que pertenece a la fuerza que estigmatizó a los planeros, no escatimó planes sociales, solo que los despojó de su carácter comunitario. Los planes para mujeres (todos mejorables) que imponían el armado de proyectos laborales mutaron en una oferta de cursos cortos es que no las prepara para nada en concreto y que además las atomiza.
Mariu no es Mauricio pero es parte fundamental del team. En 2011 Macri la elegía como candidata a vice jefa de gobierno en gran medida por su despliegue de impericia e insensibilidad en los episodios del Parque Indoamericano en 2010 como Ministra de Desarrollo Social. Por su deslumbrante falta de previsión, incapacidad para negociar bajo presión, terminar el asunto con dos muertos y cientos de heridos y enfrentar a las cámaras diciendo que todo se resolvió rápido y bien con el correspondiente pase de facturas a la herencia del gobierno nacional.
La bautizaron Heidi y Caperucita Roja. Las mujeres en la política argentina todavía tienen que pasar por ese trámite de ser “sobrenombradas”, una liturgia machista que las hace pasar por la injuria y siempre las unge bipolares. La estrategia política de Cambiemos tiende a hacer marketing con la injuria, así es que Vidal se reconoce en la madre buena y en el lobo agazapado. Su aliada de plomo, Lilita Carrió ya está proponiendo refuerzos para alentar a lxs votantes que se equivocaron en las PASO: “Ahí va a estar Gendarmería para controlar que la gente no tenga miedo de votar a María Eugenia”.