Cata mira a su mamá y se esfuerza por dar los primeros pasos. La cámara captura sus movimientos espásticos y tiernos. Teo come por primera vez. Tiene toda la cara enchastrada con papilla. La foto capta una mueca divertida. Manu ya está un poco más grande y algunas de sus respuestas ingeniosas quedan inmortalizadas en el Facebook de su papá, que comparte cada una de las ocurrencias del niño. Cientos de fotos y videos sobre niños y niñas son compartidas a diario en las redes sociales por los adultos a cargo de su crianza. Pero lo que parece un gesto inocente para compartir el crecimiento de los hijos oculta un riesgo: ¿qué pasa con esas imágenes?, ¿adónde van a parar?, ¿quiénes tienen acceso?
El nuevo fenómeno de la “crianza en línea” fue bautizado como sharenting. El término viene de las palabras en inglés share, que significa compartir, y parenting, crianza. Para entender su magnitud: algunos estudios consideran que cuando un niño cumple 5 años, sus padres ya compartieron en las redes sociales alrededor de mil fotos del menor.
Otro dato alarmante que sostienen los especialistas es que el 50 por ciento de las fotos que se distribuyen en redes de pedofilia y pornografía infantil son tomadas directamente de los posteos que se suben a Internet por voluntad propia. “Recuerde que cuando se sube información o imágenes a la web, ya no es posible tener el control de ellas ni poder borrarlas”, advierten desde Missing Children.
Unos años atrás una firma holandesa sacó a la venta tazas ilustradas con fotos de niños y niñas bajadas de Internet. Todas ellas tenían permiso de uso comercial, algo que los padres muchas veces aceptan en las condiciones de las plataformas sin tener idea. La iniciativa tuvo un alto impacto: la foto de tu hijo podía estar en esas tazas. La idea era concientizar sobre uno de los riesgos del sahrenting. “El niño de alguien en tu taza favorita”, era el eslogan con el que se presentó el emprendimiento, que todavía se puede encontrar en la web Koppie Koppie.
Los riesgos de compartir sin parar
Entre los peligros del sharenting se incluye el hecho de que las imágenes de los niños puedan ser distribuidas en sitios de pornografía infantil o pedofilia, usadas para secuestros o amenazas y hasta permitan el robo de identidad. Además de los riesgos que encarna el sharenting en relación al uso que un tercero puede darle a las imágenes, el fenómeno también impacta en el crecimiento de los niños y adolescentes, en la manera que desarrollan sus vínculos e interactúan con sus pares.
Esto cuenta Sonia Almada, psicóloga especialista en infancia y coordinadora del congreso internacional “Violencias hacia la Infancia y Adolescencia” , que se realizará entre el 21 y 23 de agosto, en la facultad de Ciencias Económicas. Según la psicóloga, es muy usual que los niños y niñas a partir de los 7 años comiencen a manifestar su incomodidad en relación a los posteos de los padres.
“Los adultos muestran a los niños en las redes como un objeto. Parece algo bello y bien intencionado pero no piensan en sus derechos, no piensan al niño como un sujeto y los chicos no tienen cómo defenderse. Los padres caen en la trampa narcisista de mostrar al niño como un logro, como un trofeo, y no dimensionan los riesgos”, explica Almada.
La especialista aclara que esas fotos que en principio parecen tiernas pueden humillar al niño en el futuro. Lo mismo que las anécdotas divertidas, que luego pueden ser usadas como objeto de burlas. “Son los padres convirtiéndose en haters”, agrega.
La solución, para Almada, es antipática, pero la única que prioriza a los niños: no compartir fotos de los chicos hasta que no tengan edad para opinar y decidir sobre su imagen. “Los padres se enojan cuando se los digo en el consultorio pero si estamos haciendo algo que afecta a los chicos directamente hay que dejar de hacerlo”, sostiene. La psicóloga concluye que es necesario un “cambio de narrativa y de mirada” hacia la infancia para que se considere a los niños dueños de sí mismos y no como propiedad de los padres.
Una nube que no es tan blanca
Una de las particularidades de la web, por la que se deposita tanta confianza, es la idea que la sociedad se hizo de ella. La idea de que Internet es una nube es un logro del marketing. ¿Qué puede haber de malo en una nube? Pero internet está muy lejos de ser esa imagen etérea. La verdadera infraestructura detrás de la web vendría a ser algo similar a enormes bibliotecas -los servidores-, que están repletas de discos, que son manejados por personas, que trabajan para empresas, que monetizan los datos.
Natalia Zuazo, politóloga especialista en tecnología y autora de Los dueños de internet, lo explica de la siguiente manera: “La idea de la nube es lo que nos venden las empresas para que no las relacionemos con lo que hay detrás. Ese marketing blanco y puro oculta que los datos se almacenan en empresas y que toda esa infraestructura tiene una importancia política”. Como ejemplo, Zuazo explica que internet está en manos de un puñado de compañías, todas ubicadas en Estados Unidos, y que por lo tanto se rigen bajo las leyes de ese país. “Hay una cuestión de soberanía que se contrapone y esto afecta a la protección de datos”, aclara.
Sobre las fotos que suben los padres, ya sea a las redes sociales o a otras plataformas, Zuazo remarca que estamos ante un gran problema para la privacidad. Más cuando se trata de aplicaciones desconocidas de las que se sabe poco y nada sobre los servidores que usan para almacenar los datos. Semanas atrás fue furor, por ejemplo, la aplicación para envejecer el rostro y millares de usuarios subieron su foto a FaceApp .
“Estamos ante un gran pico de inteligencia artificial y la inteligencia artificial necesita aprender de nuestras imágenes para hacer las predicciones. Necesitan bases de datos de muchísimas fotos”, agrega la especialista en tecnopolítica. El mayor peligro para Zuazo es no tener conocimiento certero de si esas imágenes, las que los usuarios suben inocentemente para compartir entre sus contactos, van a ser utilizadas para otros fines. “Las fotos las estás compartiendo con las empresas que firmás un acuerdo ya no son exclusivamente tuyas”, agrega.
Para Zuazo las dos grandes cuestiones que se desprenden del sharenting son el derecho a la intimidad de la otra persona -“no soy yo, es mi hijo”- y por el otro los peligros en cuanto a la seguridad. Recuerda que gran parte de los hackeos se produce con información contextual que brindan los propios usuarios a la red, información personal que expone la seguridad y propicia un “ecosistema inseguro”. A pesar de los riesgos, para Zuazo, algo está claro: “en tecnología es preferible trabajar con la educación de los usuarios que regular de más”.
“Tenemos que entender que si tenemos hijos hasta que no sean mayores y puedan tomar ellos mismos la decisión de mostrar o no su imagen hay que exponerlos lo menos posible. La imagen de cada persona es personal, es tan sencillo como eso”, finaliza.
El derecho a la intimidad
En la misma línea, desde la Asociación por los Derechos Civiles (ADC) remarcan que el sharenting pone en riesgo el derecho a la intimidad de los niños. Si bien muchas veces los derechos de los chicos son ejercidos por los padres o sus representantes legales, el Código Civil establece la autonomía progresiva de los niños en la toma de decisiones que afectan sobre su persona. Este enfoque jurídico, que le da mayor protagonismo a los niños, establece que los chicos deben ser escuchados incluso cuando su voz entre en conflicto con alguna decisión de los padres.
“La Ley de Datos Personales no distingue entre los datos de los mayores de edad y de los menores. Es un defecto de la legislación que fue sancionada en el año 2000 cuando todavía no existían las redes sociales. En este sentido la ley no contempla qué sucede en los casos que la opinión de los niños entre en conflicto con la de los padres”, explica Eduardo Ferreyra, abogado especialista en derechos digitales e integrante de ADC. Para Ferreyra esto se soluciona dándole mayor participación a los niños al momento de hacer una publicación.
Según el abogado los padres deberían recordar siempre que cuando se sube una imagen a la red es imposible eliminarla por completo más tarde. Alguien pudo haberla capturado y guardado para usarla con otros fines. Por eso, remarca, es urgente que los adultos conozcan cuáles son las medidas de seguridad digital que deben tomarse.
“No estamos en contra de que una madre o un padre quiera compartir un momento de felicidad pero debe ser consciente de los riesgo que implica compartir determinada información”, subraya y recuerda que los abogados y especialistas en el tema todavía no conocen cómo “contrarrestar, impedir e intervenir” para frenar la viralización de imágenes. “Lo que se sube a internet es muy difícil que desaparezca por completo por eso lo más importante es concientizar a los padres sobre los riesgos en la seguridad que supone compartir fotos. Y recordarles que si los chicos ya tienen edad para decir, siempre hay que preguntarles”, finaliza.
Recomendaciones para publicar imágenes de menores
Eduardo Ferreyra recomienda atender las siguientes medidas de seguridad digital antes de publicar fotos de niños en las redes sociales.
-Que la cuenta sea privada y que los contactos o “amigos” se reduzcan a conocidos reales. Una cuenta que tiene más de 600 amigos por ejemplo, es muy probable que ya no sea segura.
-Evitar subir fotos con información contextual de lugares que frecuentan los niños. Se refiere a la información que puede aportar un uniforme escolar, la entrada de un club o una calle identificable. Estos datos se pueden utilizar para secuestros virtuales u otro tipo de amenazas.
-Desactivar la ubicación de las aplicaciones y los teléfonos.
-Evitar subir imágenes que ridiculicen al niño. Algo que a la vista de los adultos puede ser simpático y divertido se puede transformar en objeto de burla en el futuro. Los niños pueden sentirse humillados.
-Es imposible borrar totalmente una foto que fue compartida en la web. Al interactuar en internet las personas construyen una reputación y algunas fotos pueden traer consecuencias a largo plazo.
-Si los chicos ya tienen edad preguntarles siempre antes de subir cualquier contenido sobre ellos.