La historia cobra vida entre sus manos. Los diez dedos de la tejedora de Burdeos, la guionista y escritora Laetitia Colombani, danzan el extraño ballet de componer los hilos invisibles que unen la vida de tres mujeres en su primera novela La trenza (Salamandra): la intocable Smita en Badlapur (India), que sobrevive recogiendo los excrementos de los jats, una casta superior; Giulia en Palermo (Sicilia), una joven que descubre que el taller familiar, el último que confecciona pelucas con pelo natural, está al borde de la quiebra; y Sarah, una abogada de Montreal, paradigma del éxito de su generación, que enferma de cáncer. La novela –que vendió cerca de medio millón de ejemplares en Francia desde que se publicó en 2017- es una suerte de Babel –el film de Alejandro González Iñárritu- en clave femenina, que explora las violencias explícitas contra las mujeres, pero también indaga en un tipo de violencia sorda e invisible. Tejer una peluca, escribir una novela o un guión es como construir una “red de almas” plantea Colombani (Burdeos, 1976) a Página/12.
--Smita oye una cifra que la hace estremecer: dos millones de mujeres asesinadas en la India todos los años, “víctimas de la barbarie de los hombres, muertas en medio de la indiferencia general”. ¿Escribiste “La trenza” para reflejar en la ficción la violencia que viven las mujeres, como la propia Smita?
--En principio, escribí La trenza para hablar de la vida de las mujeres en el mundo de hoy. Yo sabía que una parte de la novela transcurriría en India, pero estaba lejos de sospechar todas las violencias que experimentan las mujeres indias. Cuando me encontré con esta cifra de dos millones de mujeres muertas por año, primero no lo creí… Investigué, miré documentales y lo que descubrí me pareció espantoso: dos de cada tres mujeres son golpeadas por sus maridos o por sus padres; en la esfera doméstica hay mucha violencia; también hay “crímenes de honor” y muchas violaciones y agresiones sexuales; el porcentaje de menores de quince años que han sido víctimas de violaciones es enorme. Esa violencia es más grande cuando las mujeres proceden de las castas más bajas como las mujeres intocables. Por eso decidí que en la novela Smita sea de esta casta para demostrar la fuerza de carácter que necesita para oponerse a las tradiciones y a esa violencia.
--La historia de estas tres mujeres que no se conocen está unida por una peluca de pelo natural, por el cabello. ¿Te parece que objetos como una peluca preservan algo de la vida de quienes vendieron sus cabellos y quienes la confeccionaron?
--Sí, los cabellos de las tres mujeres son muy simbólicos de sus combates, pero también de su emancipación. La liberación de esas tres mujeres pasa por el cabello. Me impresionó mucho el día que acompañé a mi mejor amiga, que tiene cáncer, para que la ayudara a elegir una peluca. Ella eligió una peluca hecha de pelo natural y ese día se me ocurrió la idea de escribir esta novela porque me di cuenta de que en esa peluca había una huella de la mujer que había vendido su cabello. Tenía ganas de contar las formas de solidaridad que puede existir entre las mujeres, sean aparentemente poderosas o maltratadas.
--Smita huye con su hija para emanciparse; Giulia rescata de la quiebra el taller de pelucas de su padre y se emancipa al seguir otro camino; y Sarah se emancipa de los imperativos de la abogada exitosa. ¿Tenías la idea de explorar la emancipación de tres personajes femeninos de distintas clases y culturas?
--Sí, quería mostrar tres caminos posibles hacia la libertad. Lo importante es que cada una de estas tres mujeres está encerrada, que cada una tiene sus propias cadenas, por más que las cadenas de Sarah sean invisibles. En cambio, las cadenas de Smita son muy visibles.
--Escribiste también el guión de “La trenza” y vas a dirigir la película. ¿Quiénes serán las actrices protagonistas?
--Todavía no puedo dar nombres… Lo que sí te puedo decir es que para la parte de la India quiero trabajar con actrices que sean de la casta de las intocables. Estoy en tratativas con la parte siciliana y canadiense para trabajar con actrices más conocidas, pero todavía no está definido. Ya elegí los lugares de filmación en India y Sicilia y en los próximos meses tengo que viajar a Canadá para ver los escenarios. Y vamos a filmar en tres idiomas: en hindi, en inglés y en italiano. Lo importante es que todo sea muy realista.
--La novela también trabaja la cuestión de la discriminación y el caso más paradigmático es el de Sarah y la discriminación que sufre por tener cáncer. ¿Por qué se discrimina tanto a una mujer enferma?
--Hay muchas discriminaciones hacia las mujeres que parecen invisibles. El 22 por ciento de los directores de cine en Francia son mujeres; es el índice más alto del mundo y aún estamos muy lejos de la igualdad. Hay una diferencia salarial de un 40 por ciento entre los hombres y las mujeres. Los directores y los guionistas ganan más que nosotras. Estas discriminaciones no se ven, pero yo como autora y directora quiero luchar para que haya más igualdad. En cuanto a la discriminación en la enfermedad, es una realidad que descubrí a través de la experiencia de mi amiga: 2 de cada 5 personas enfermas padecen discriminación en sus trabajos. Estamos en una sociedad en la que tenés que tener un buen rendimiento, tenés que ser joven, tener buena salud, y yo me pregunto: ¿qué lugar le reservamos a las personas que no son así?
--¿Cómo te posicionás en este momento de luchas feministas? ¿Estás más cerca del #MeToo o de las artistas e intelectuales francesas como Catherine Deneuve que firmaron un manifiesto en contra?
--Yo estoy más cerca del #MeToo, pero con una reserva; es muy importante que la palabra de las mujeres se libere, que las mujeres hablen, que tomen confianza y que se expresen. Hay que tener cuidado con el linchamiento mediático y lo más importante para los crímenes sexuales es que sean llevados a la justicia y que sean juzgados y castigados. En el caso de (Harvey) Weinstein muchas actrices tomaron la palabra, lo cual es positivo, pero pocas fueron a hacer la denuncia ante los tribunales. Si esos crímenes sexuales no son castigados, van a reproducirse. Las mujeres tienen que llegar hasta el final del reclamo en la justicia y no confiar en las redes sociales.