¿Te gustaría ganar dinero extra trabajando para Smartmatic en las elecciones generales? Estos serían los requisitos: sentarse con la espalda recta, tener el escritorio completamente vacío, mantener el silencio y la pantalla de la computadora siempre activa aunque no hubiera nada que procesar durante horas, demostrar paciencia infinita y resistencia al hambre y al frío. Esto es lo que relata una trabajadora social de 25 años que fue contratada por la empresa Estrategia Laboral, que a su vez fue contratada por la empresa “de las elecciones” -según se lee en su página web-, elegida por el gobierno nacional para realizar el escrutinio provisorio -tanto en las PASO como en las generales.
“Todo el tiempo había supervisores caminando detrás nuestro, corrigiendo nuestra posición, cuidando que no hablemos entre nosotres ni toquemos ninguna función de la computadora ni siquiera para ver la hora porque podíamos ser despedidos. Con ellos o ellas teníamos que resolver las dudas que pudiéramos tener pero en la capacitación no hubo nada de nada que hacer salvo esperar. Nos habían citado a las 7.30 y a las 14 no habíamos comido nada más que una galletita y un palito de la selva que nos dieron como desayuno”, cuenta S. sobre la única jornada de capacitación que recibieron y que, según les explicaron, consistió en probar la paciencia de las 900 personas que habían quedado seleccionadas por Estrategia Laboral para trabajar con Smartmatic.
S. no va a dar su nombre, la precarización laboral en un país con dos dígitos de desocupación -que aumenta casi al doble si se trata de mujeres menores de 29- la obliga a proteger su identidad e incluso a desear volver a cumplir jornadas extenuantes en las elecciones de octubre. Contar cuáles fueron las condiciones en las que trabajó como “data entry” en la sede de Monte Grande del Correo Argentino se le impuso como necesario para entender el factor humano en las fallas del conteo provisorio de votos. “Tuvimos una capacitación y dos simulacros antes de las PASO pero sólo el 11 de agosto recibimos un instructivo demasiado básico sobre cómo había que procesar los datos según provincia y lo poco que habíamos aprendido se puso todo en duda”.
La única certeza siguió siendo el clima marcial de orden y control de los cuerpos bajo amenaza constante de despido, la desinformación y las largas horas de disponibilidad sin minutos de descanso ni refrigerios que se extendían aún más por la prohibición de poder llevar cualquier tipo de comida -ni caramelos- o bebida. “En el primer simulacro nos citaron a las 6.30 de la mañana en la estación de Lomas de Zamora. Una hora y media era la espera para dejar el celular primero y subir a los micros que nos llevarían a Monte Grande porque no querían que nadie vaya por su cuenta. En la fila nos dieron una tortuguita de chocolate y eso fue todo lo que comimos. Yo salí a las 15 y recién en el micro me dieron una vianda”.
En ese simulacro tampoco hicieron nada. Falló el sistema, lo supo S. después por los medios, pero a las y los data entrys no les comunicaron nada durante la jornada en la que volvieron a entrenar la paciencia. Apenas lograron hacer una prueba de conectividad y otra de velocidad para pasar números de una planilla a otra en la pantalla partida de la computadora y el resto fue dejar correr el tiempo frente a una computadora a la que había que tocar para que no se instale el protector de pantalla pero no tanto como para que algo de la configuración pudiera ser alterado por error.
“Había un supervisor o supervisora cada diez personas, estaban todo el tiempo caminando detrás nuestro. ‘¡Enderezate!’, ‘no apoyes tus pañuelos en el escritorio’, ‘no murmuren’ eran las órdenes que nos daban. Pero ellxs tampoco comían ni tenían más información que nosotres sobre cuándo empezaríamos a usar el sistema, por ejemplo”. Que ese primer simulacro había fallado y no había sido otra prueba de paciencia -como les comunicaron en la capacitación- lo supieron recién cuando terminó la jornada y les dijeron que serían llamadxs a otro simulacro. Pero se les pagaría menos de la mitad porque sería un “evento extraordinario”. “Estuvimos la misma cantidad de horas con el mismo sistema de no poder comer ni beber, no fue nuestra responsabilidad que fallara el sistema y sin embargo por esa razón la jornada valía menos”.
“Esta vez sí llegaron los telegramas, durante 3 de las seis horas que estuvimos en el Correo. Tenés el telegrama escaneado y la planilla que tenías que llenar en la misma pantalla y había que pasar los números, esa era nuestra tarea. Cuando no no coincidían los campos, teníamos que poner “no procesable”. Eso era lo único que nos enseñaban y si tenías dudas preguntabas al supervisor. Ese día yo tampoco llegué a almorzar y como la gente se quejó porque ni siquiera nos habían dado una golosina en la fila, hicieron parar el micro después de tres cuadras y sacaron del baúl un paquete de galletitas y nos empezaron a repartir.”
-¿Un paquete para cada unx?
No, no, una galletita. Un paquete repartido entre todo el micro.
El día de las PASO la dinámica fue la misma, aunque tuvieron que firmar un nuevo contrato en el que no se estipulaban horarios ni paga. “Yo estuve desde las 14 hasta las 2.30 de la madrugada. Lo caótico es que nada fue igual, nos encontramos con el instructivo que era muy vago y por ejemplo, no se podía poner ‘no procesable’ en ningún caso y nos advirtieron que si lo hacíamos podíamos tener consecuencias penales. Salvo en el caso de la provincia de Corrientes en el que todos los telegramas tenían que ser ‘no procesables’ y nunca supimos por qué. En todas las horas de espera de las jornadas anteriores, nunca nos habían capacitado.
-¿Esas diferencias crees que tuvieron que ver con los resultados?
-Sí, claro. Pero además era fácil en algunos momentos darse cuenta de que había errores en los telegramas, por ejemplo, que habían puesto el total de votos en el casillero de votos en blanco, pero nosotras teníamos que pasar así tal cual como se veía. Si tardabas mucho porque tenías dudas, la planilla iba a otro operador. Y si te llegaban planillas que ya venían complicadas te decían que esperes que ya te iba a llegar otra, pero no sé dónde desembocarían esas planillas. Era muy fácil equivocarse.
-¿Sentían la responsabilidad de la tarea que estaban realizando?
-Sobre todo se sentía tensión y mucho mal humor. Como la información está tan segmentada no llegabas a tener dimensión de la responsabilidad. Y estaba como siempre el tema de la falta de viandas, de tener que esperar que se arme un grupo para ir a tomar agua o al baño; y el frío. Yo trabajé con campera y bufanda todo el tiempo. En un momento una chica se desmayó y vos veías a ocho supervisores parados al lado y nadie sabía muy bien qué hacer.
-¿Ese día pudiste comer?
-A las diez de la noche recibí la vianda pero no llegué a comer todo en los 15 minutos que teníamos. Pero al menos nos dejaron llevarnos una botella para tener debajo del escritorio. El clima, de todos modos, era aun más estricto en relación a lo que en el contrato llamaba “normas de orden, seguridad e higiene”, quince puntos que incluían que teníamos que estar vestides de “elegante sport”.
-¿Cómo fue el ritmo de carga de datos?
-Entre las 19 y las 22 llegaron muchos telegramas. Después llegaban de manera muy aleatoria. A mí me ofrecieron hacer horas extras para quedarme después de las 2 de la madrugada pero no nos decían cuánto las iban a pagar, así que preferí irme.
Las 900 personas que trabajaron en la sede de Monte Grande del Correo Argentino recibieron credenciales del Ministerio de Interior, aunque la responsabilidad de un hecho de importancia pública estaba tercerizada a través de la empresa Smartmatic y la contratación laboral, ejecutada a través de otra empresa. En el caso de S., se trató de Estrategia Laboral. Para las elecciones generales, se supone que volverán a contratar a las mismas personas que ya no se encontrarán con el sistema por primera vez. A pesar de lo que S. vivió como maltrato, a pesar de que recién en los primeros días hábiles de septiembre cobrará la jornada -hiper devaluada- la jornada de agosto, ella espera que la llamen. “Como trabajadora social sólo consigo changas eventuales y precarizadas”. Como trabajadora en general, también.