Si hay algo remarcable que atraviesa a las tres películas que dirigió hasta el momento Natalia Smirnoff es el amor: en sus diferentes modalidades es uno de los ejes de sus tres ficciones. Su ópera prima, Rompecabezas, gira en torno de un ama de casa de 50 años a la que le regalan un puzzle y descubre un don particular que ella misma ignoraba que tenía hasta que conoce a un millonario y a través del juego del rompecabezas logra con él una vida más plena. Su segunda ficción, El cerrajero, aborda la historia de un joven que no pudo –o no supo– tener parejas estables, aunque con Mónica ya lleva unos meses, con idas y vueltas. Cuando ella le comenta que está embarazada y cree que es de él, Sebastián siente el impacto. Y a partir de ese momento su vida cambia. Su opus tres, La afinadora de árboles –que se estrena mañana-, tiene como protagonista a Paola Barrientos, una ilustradora exitosa que se muda a una casa hermosa con su marido e hijos. Clara parece tener la vida armada pero en su nuevo barrio se encuentra con un ex novio de la adolescencia que le hará preguntarse si lo que soñaba tener es realmente lo que deseaba o, en cambio, dejó algunas cosas en el camino. Esa fue la pregunta disparadora del nuevo film de Smirnoff.  “En unas vacaciones me reencontré con varias personas que no veía hace veinte años y me empecé a preguntar qué cosas hice en la vida y los roles que jugamos. Cuando salís del entorno en que siempre te están mirando y tomando de la misma forma hay algo de replanteo de la vida”, reconoce la directora.

-Y un poco la película trabaja sobre lo que pasa cuando uno cree que alcanzó lo que más deseaba, ¿no?

-Sí. Vivimos muy en función del éxito de cosas a alcanzar. Hay un sistema capitalista armado en función de eso. Vivo acompañando gente que me dice: "Si yo lograra...". Y me pasó a mí también. Con mis 47 años ya hay fantasías que no tengo. Y la idea de la película era esa. Pero también conocí gente que le ha ido muy bien y, sin embargo, tiene mucha infelicidad. O sea que eso en sí no significa nada. Pero sí creo que se arma toda una fantasía alrededor.

-Al igual que la María del Carmen de Rompecabezas, Clara parece encontrar otra dirección para su vida, ¿no?

-Tal vez en momentos diferentes. Justamente, María del Carmen nunca se había realizado en una parte más profesional, que es lo que Clara aparentemente sí, pero sin embargo las dos tienen algo grande que les falta. En el caso de Clara es la vuelta al origen, como algo de lo que perdió en ese camino. A su vez, frente a un evento muy importante, ¿qué sigue? ¿cómo se expande uno? Es un movimiento muy fuerte. Lo que no puede pasar es quedarse en el mismo lugar. Entonces, para mí hay algo de la expansión colectiva. O sea que salirse de lo individual para pensarse más allá tiene sus cosas.

-Si bien la presencia de su ex la provoca una crisis creativa también tiene una transformación. ¿Este es el eje de lo que pretendías contar?

-Sí. También hay algo de la creatividad que cada vez está más estandarizada, más comercializada, más hecha en función del producto. Hace cien años no había un sistema que te dijera: "Hacé el producto en función de que se venda bien". Eso mismo se va metiendo en la creatividad y va quitando forma. Se termina volviendo producto y la gente va perdiendo esa libertad de la creación. En general, después mueren por esa libertad de creación pero es el mismo el sistema el que la va matando de a poco.

-¿Por qué te estimula contar los momentos de crisis?

-Es una obsesión (risas). No, un poco porque creo que la crisis tiene mala prensa y no nos educan a vivirla sino al revés. Vivo en la Argentina y si no aprendemos a vivir las crisis estamos sonados. En realidad, siempre me pareció importante entender qué es una crisis: una gran posibilidad de transformación y de cambio. Tuve una en la parte amorosa y de pareja y fue buenísimo para ver millones de cosas. Atravesarla y seguir juntos era mucho mejor, pero la rutina y la vida cotidiana atrapan. Tendemos a automatizarnos y a no ver nada. En cambio, la crisis te revuelca, te tira al piso, te hace un montón de cosas, pero te abre la cabeza.

-Por eso es que la protagonista empieza a cuestionar su lugar, ¿no?

-Exacto, porque si ella siguiera todo bien y no se planteara nada seguiría en automático. Haría ese contrato, seguiría ese libro. Le iría bien. No es que ese otro libro de ilustraciones que pensó no sea bueno. No es un problema de falta. El tema es cuando algo se vacía de sentido y tenés que seguir igual porque ya tenés un contrato previo o porque los otros están esperando eso. Esto es más en el plano personal: en cine, uno sabe que afuera sirve contar la pobreza. Si uno se va a ajustar a lo que piden para tener un determinado éxito y no está siguiendo lo que realmente cree o le pasa o siente alrededor, es un poco fuerte.

-Y es frustrante también.

-Mucho. Yo veo mucha gente vacía Yo también me vacío por momentos. No es que esté afuera de esto. Son cuestionamientos que me pasan: cómo seguir que me pase eso que me pasa y no me gane querer quedarme en un lugar.

-¿Hay también una cuestión que se le despierta respecto de la solidaridad?

-Es una solidaridad que para mí tiene que ver con la expansión como cuestión de “cómo me hago un poco mejor”.

-En tus tres películas está presente el tema del amor. ¿Sigue siendo un misterio para vos?

-Sí, sigue. Estoy en una etapa de enamoramiento con una pareja de cuatro años, pero creo que el misterio es eterno. Ahora tengo una pareja que es un poco más joven que yo. Y me pasa algo interesante: nos miran. Me parece re interesante cómo lo social sigue afectando y apuntalando al amor. Pero, ¿qué es el amor? No sé, pero me parece que es algo por lo que vale la pena seguir preguntándome.

-¿El género que más te interesa es el de la comedia dramática?

 

-Me pasa que no me creo el drama. Siento que el drama es cinematográfico o un género pero que la vida siempre está atravesada por el gran drama pero, a la vez, también por el gran humor. O sea que es muy difícil que las situaciones más dramáticas que vivimos no estén atravesadas por el humor. No hay nadie que no se ría en un velorio en algún momento. Con la comedia pura me pasa lo mismo: cuando estás idílicamente, de repente hay un bombazo. De la comedia dramática me interesa ese doble juego. Me gustan los grises más que el blanco y negro. 

Paola Barrientos en La afinadora de árboles.