En su artículo del domingo 4 de agosto, Alfredo Zaiat analiza la baja salarial durante el gobierno de Macri como uno de los éxitos centrales de su política económica en contraste con los gobiernos kirchneristas. Para ilustrar una parte de su argumento, se apoya en un trabajo nuestro ("De la caída relativa a la caída absoluta del salario real en la Argentina (1950-2013)", Revista Científica Guillermo de Ockham) que muestra una tendencia de largo plazo en la caída del salario real de la Argentina acentuada en los momentos de mayor inflación. Como marca Zaiat, el macrismo lleva adelante una política para recuperar la rentabilidad del capital local mediante la baja de salarios. Sin embargo, en la referencia a nuestra investigación obvió el dato de la caída del salario promedio del conjunto de la economía después del mejor momento en 2012, que muestra un anticipo de la tendencia acentuada por Macri.
Una necesidad
La idea central de nuestro trabajo es señalar que más allá de los gobiernos y las recuperaciones parciales existe una necesidad del capital en la Argentina de bajar los salarios, superexplotando a la clase obrera. Diferentes investigadores afirman la existencia de una tendencia a la baja del salario real que comienza con el Rodrigazo. Se trata de una caída absoluta del salario que muchos explican por el cambio de modelo económico a partir del golpe militar del ´76. El golpe efectúa, represión política mediante, una contención del salario que impide la recuperación posterior a la fuerte caída del ‘75. Desde una perspectiva nacional, parece ser un cambio abrupto en las condiciones de reproducción de los trabajadores. Visto desde la unidad mundial adquiere otro carácter: comparado con la evolución del salario en Estados Unidos, el poder adquisitivo del salario industrial argentino empieza a caer en forma cíclica desde 1950. Esto nos pone delante de un problema de mucho más largo plazo que remite a causas diferentes a las que en general se esgrimen, sea como lucha distributiva sea como lucha de clases.
La idea del salario como resultado de la lucha distributiva, tomado en el artículo de Zaiat de la teoría de Kalecki en general e ilustrado para la Argentina a partir de un trabajo de Amico, tiene como supuesto que en el capitalismo producción y distribución son dos fenómenos separados. La idea es que la riqueza primero se produce y luego, mediante la lucha, se distribuye. Algunos capitalistas estarían dispuestos a perder plata por la contracción del consumo para derrotar a los trabajadores, pero también supone que un sector del empresariado se beneficiaría de una suba salarial porque mediante una distribución progresiva del ingreso vería ampliado su mercado. En este sentido, de estos análisis surge una política de alianza entre los trabajadores y los pequeños capitalistas.
Pero, a diferencia de lo señalado por estas teorías, el salario no es el resultado de una puja distributiva. Como señala Marx, la fuerza de trabajo se paga como cualquier otra mercancía por el tiempo de trabajo socialmente necesario realizado en forma privada e independiente para su reproducción. Incluso el carácter histórico y moral de la fuerza de trabajo que suele ser presentado como indeterminado en la lucha de clases, responde a atributos productivos que necesita el trabajador para reproducir su fuerza de trabajo en condiciones normales (ver el trabajo de Caligaris y Starosta "La determinación del ´elemento histórico y moral´del valor de la fuerza de trabajo", Caderno CRH). La lucha de clases no determina al nivel del salario, dado por el valor de la fuerza de trabajo, sino que es la forma en que se alcanza ese nivel. Una confrontación muy fuerte puede ser tanto la forma de hacer subir el salario como de frenar su caída.
Debajo del valor
¿Cómo se explica entonces la tendencia a la caída del salario real en la Argentina y las fases de recuperación parcial? Mientras a nivel mundial encontramos una tendencia a la suba salarial (más lenta en Estados Unidos y Europa, más rápida en el sudeste asiático y China), en Argentina encontramos la tendencia opuesta. Surge entonces el interrogante por esta particularidad de la Argentina, la cual a su vez nos lleva a preguntarnos por el carácter de las empresas que acumulan en el país.
Mientras en aquellos países encontramos capitales que operan con la productividad correspondiente a la mejor tecnología, en nuestro país, tanto el capital nacional como el extranjero, usan tecnología obsoleta. Sin embargo, a pesar de poner en marcha una baja productividad del trabajo, los capitales radicados en Argentina alcanzan una tasa de ganancia igual o superior a sus competidores que operan con la tecnología de punta.
Deben existir, entonces, fuentes de riqueza que compensen los mayores costos de las empresas locales. Desde sus orígenes históricos, la fuente específica de riqueza extraordinaria que recibe la Argentina es la renta de la tierra portada en las mercancías agrarias exportadas. Se trata de una fuente extraordinaria porque al realizarse en condiciones privadas no reproducibles por el trabajo humano, el precio de las materias primas se fija por la tierra donde la productividad del trabajo es menor, a diferencia de la norma en la industria. El capital que opera en la Argentina obtiene una ganancia extraordinaria al vender al precio fijado por la peor tierra pese a tener menores costos por la mayor fertilidad del suelo, entre otras razones. Por efecto de la competencia para acceder a estas tierras, la ganancia extraordinaria debería ir en primer lugar a parar a las manos de los terratenientes. En tanto los dueños de la tierra reciben el pago por algo que no tienen que reproducir, esa riqueza extraordinaria puede ser disputada con mediación del Estado por otros sujetos sociales.
Como muestran las investigaciones de Juan Iñigo Carrera ("La formación económica de la sociedad argentina", volumen I, "Renta agraria, ganancia industrial y deuda externa. 1882–2004", Imago Mundi, Buenos Aires) , la renta de la tierra fue la fuente de riqueza extraordinaria que sostuvo a los ineficientes capitales extranjeros y nacionales durante la llamada industrialización por sustitución de importaciones. Según sus cálculos, cada vez la renta ocupa un menor peso en el total de la plusvalía apropiada, resultando insuficiente para sostener al capital. Aparece entonces la necesidad de compensar la caída del peso de la renta de la tierra mediante el pago de la fuerza de trabajo por debajo de su valor. Entre mediados de los ‘50 y el ‘74, el poder de compra del salario creció, pero lo hizo en menor medida que en los países donde sí se producía un avance tecnológico. A partir del ‘75 y sobre todo con la dictadura, empieza una caída absoluta con recuperaciones leves. En fases diferentes, en forma creciente el capital se reproduce en Argentina a costa de la condiciones de vida normales de la clase obrera.
Apariencias populistas
La tendencia general a la caída salarial no se da en forma lineal sino con ascensos parciales que se corresponden en nuestro país con los gobiernos nacional-populares. Esos momentos se dan a su vez con una expansión de la producción basada en pequeños capitales. Al desconocer la renta de la tierra como su fuente específica de compensación de la baja productividad, pareciera que la suba salarial se da por el proyecto político común de pequeños capitales y obreros, expresado en general en el peronismo. Pero, como señalan Espro y Zorattini ("La miseria de las PYMES. Pobreza y desarrollo en la Argentina reciente", trabajo presentado en V Jornadas de Economía Crítica, Facultad de Ciencias Económicas, UBA, Buenos Aires), las pymes son quienes pagan los peores salarios porque necesitan compensar su menor productividad en relación a sus competidores.
La posibilidad de subas salariales junto a la expansión de las pequeñas empresas solo se da cuando aumentan las transferencias de renta de la tierra mediadas por el Estado. Cuando la renta baja, vuelve la presión del capital para bajar salarios junto con la necesidad de aumentar el endeudamiento externo, dando paso a un cambio político. Tareas que puede realizar el mismo personal político, como se mostró durante el último mandato de Cristina Fernández de Kirchner, o requerir un recambio. Ni unos ni otros transforman el sentido general de la necesidad del capital en la Argentina. Tanto las pymes como los llamados grandes capitales necesitan de la superexplotación para compensar la caída de la renta. Ir más allá de las apariencias políticas como causa de los vaivenes del salario real muestra la importancia de sostener una política independiente de la clase obrera que se plantee cambiar la forma de apropiar la renta de la tierra para evitar su despilfarro.
* Conicet, Ungs y UBA.
** Conicet y UBA.