Cuando Celso Piña actuó en Buenos Aires en 2017, en Niceto Club, Pablo Lescano subió al escenario en calidad de invitado con su principal arma: ese keytar que lleva estampado una ametralladora. A manera de corolario de ese momento cumbre de la música tropical latinoamericana, en el que el Río Grande confluyó con el Río de la Plata, el mandamás de Damas Gratis abrió un champán para brindar por el encuentro. Sin embargo, un rato antes, mientras empezaban a hacer “Cumbia arenera”, el músico argentino le preguntó a su par mexicano: “Celso, ¿qué hacemos?”. A lo que su colega, con cara de quien esperaba ese pasaje del guión para disfrutarlo, le respondió con un simple: “Cumbia…”. Entonces el padre de la cumbia villera recogió el guante, sorprendido frente a semejante minimalismo, y le devolvió expeditivamente a su colega: “Cumbia… después vemos”. Si en aquel recital, esa unión, se convirtió en dos formas de entender un mismo género, a partir de hoy, especialmente para los que asistieron, será una noche realmente histórica.
Y es que el artista originario de la ciudad de Monterrey falleció en la tarde de ayer a los 66 años, como consecuencia de un infarto en un hospital en la capital regiomontana. La noticia, que vuelve a poner de luto a la cumbia en 2019, tras la muerte de Juan Carlos “Banana” Mascheroni”, cantante del grupo argentino Los del Fuego, la dieron a conocer su sello, La Tuna Records, y su hija, Cecilia Piña Ortiz. “Papá, fuiste y serás siempre el mejor del mundo… Ahora vas a llevar tu música al cielo, a donde te faltaba llegar”, escribió en su perfil de Facebook su heredera. Su discográfica informó: “Con profundo dolor comunicamos la inesperada partida de un miembro de la familia”. Para que se entienda la magnitud del líder de la agrupación Ronda Bogotá en su país, sobre todo en su urbe, apenas se conoció su desaparición física se pronunciaron en las redes sociales desde Jaime Rodríguez León, gobernador del estado de Nueva León (cuya capital es Monterrey) hasta el equipo de fútbol Rayados, del que era hincha.
Conocido con el apodo “El rebelde del acordeón”, el mexicano descubrió la música de sus amores en la década del '60. “Exploré la cumbia y el vallenato gracias a leyendas como Alfredo Gutiérrez, Aníbal Velásquez y Los Corraleros del Majuagual, y Alejandro Durán”, confesó, antes de su debut en la Argentina, en 2012. “Sus discos llegaban a México y en mi ciudad los pasaban en los sonideros (versión local de los sound systems jamaiquinos). Ahí nació mi gusto”. Si bien a Rigo Tovar se le considera en México el pionero del cruce de la cumbia con el rock, Piña, quien se hizo nigromante de su instrumento a los 17 años, se transformó en un artista mundial a partir del álbum Barrio bravo (2001), que tuvo su gran himno en el single “Cumbia sobre el río”, donde participaron integrantes de Control Machete y King Changó. “Julián Villarreal, de (la banda) El Gran Silencio, me propuso hacer un álbum con mi música y mi estilo. Invitamos a varios nombres importantes del rock mexicano y latinoamericano, y a la gente le encantó”.
La cumbia callera, estilo del que Piña fue uno de sus bastiones, representa para Monterrey lo mismo que la cumbia villera para la Argentina. No obstante, más allá de reconocer que en 1988 se abrió a la fusión, uno de los artistas predilectos de Café Tacvba, Julieta Venegas y Gabriel García Márquez, al punto de que le dedicó el tema “Reina de cumbias” en su disco Aquí presente compa (2014), solía volver a la génesis. “En Monterrey, cada vez que salía a la calle, señoras y chavos me decían: ‘¿Cuándo haces un disco tú solo, sin invitados, para volver a escuchar tus raíces?’ Entonces fue lo que hice”. Pese a que su auge, que lo llevó a girar por América latina, Europa, Asia y Estados Unidos -donde ofreció sus últimas actuaciones antes de morir-, lo encontró en medio de la renovación de la cumbia, el mexicano siempre fue comedido. “Puedes anular el reggaetón , el pasito duranguense o la lambada, pero jamás un folklore. Siempre hay recesos, y sí, pasó por una época de bajón. Pero vino gente que prendió al público. Es un ritmo que, más que redescubierto, ha sido recordado”.