"Ay síííííí. I seeee. Sí viiiiii". De esta manera, con una letanía que se escucha de lejos, que alarga esa í casi como en una invocación religiosa (¿una herida todavía abierta?), arranca el último disco, que no tiene nombre, de Buenos Muchachos, la banda uruguaya que desde hace casi treinta años y ocho álbumes viene ahondando en una música que parece salir de las entrañas de su cantante, Pedro Dalton. Pero también del inconsciente menos explorado de cada uno de sus siete integrantes. Un hilo de palabras que devela un mundo tortuoso a la vez que poético. Y una imaginación urbana que encuentra cierta paz entre sudestadas, alguna depresión al caer la tarde, la mirada suelta en la rambla, un deambular con los recuerdos secos.
"Puedes caminar /El mundo se ha ido/ Puedes levantar tus puentes/ al fin", carraspea herido Dalton en el tema que cierra su último disco y lo que se cifra ahí es el pasado y futuro de una discografía vital; un post-rock a la uruguaya que sabe valerse de ritmos sincopados, capas de sonido, pasajes instrumentales y, en los últimos años, una distorsión sutil. "Hace tiempo que estamos buscando silencios, descansos sonoros", consideró Pedro en una entrevista reciente para La Diaria. "Hay un momento en que no pasa nada y cuando aparece algo es realmente importante".
Y no hay duda de que "importante" es una buena palabra para describir a estos buenos veteranos en hacer de lo cotidiano y de sus angustias, una música para llevar los días. Importante por las canciones que logran; todas de peso, todas de sentimiento agazapado que sale a luz. E importante por lo que ocurre en sus recitales: momentos de introspección colectiva en los que cada tema que interpretan parece alimentar una telaraña mental --y adictiva-- entre la banda y sus seguidores. "Esa comunicación con el público sucede, por suerte. Pero no es que esté pensado", sostiene el cantante en el semanario Brecha. "No hay intención de comunicar algo importante y urgente sino de más bien una necesidad de expresar emociones y sentimientos".
Ubicados entremedio de bandas más masivas del rock uruguayo como La Vela Puerca, No te va gustar o El cuarteto de Nos y su contracara, el siempre estimulante under montevideano (de Hablan por la Espalda y Julen y la Gente sola a Alucinaciones en familia y Eté y los problems; la lista es larga), los Buenos cosechan cariño y admiración en ambos extremos: pueden haber ser invitados en Buenos Aires por los primeros o compartir fechas en Montevideo con los segundos, sin conflicto. Sus inicios, sin embargo, a principios de los noventa, cuando ya hacía varios años que había declinado el boom de los ochenta con bandas como Los Estómagos, fue corriente, austero, casi vulgar. "Surgimos en un garage por pura casualidad y diversión", le contaba el guitarrista Gustavo "Topo" Antuña al diario La República en el '95. "No existió la intención de hacer un grupo de rock. Estábamos 'de bobera' y simplemente nos largamos a tocar, a ver qué salía. Y nos copamos".
El refugio donde se hicieron fuertes cuando no había ningún plan se llamaba Juntacadáveres (una especie de Cemento o El Zaguán de aquel lado de la orilla) y las bandas con las que compartían "toques" eran Los Chicos Eléctricos, La Hermana Menor y Supersónicos; todos excelentes. "Hacemos una música efectiva, instintiva, al pecho", definía Dalton por aquel entonces, cuando el mundo recibía el cimbronazo de una cultura alternativa que prefería desistir de "correr la carrera" en vez de competir por alcanzar el título. Buenos Muchachos, es cierto, podía establecer un vínculo natural con aquella Generación X, nuevo zeitgeist juvenil (ellos tampoco pretendían llegar a ninguna meta). Pero partiendo, claro, de lo mucho más precario que siempre fue lanzarse sin red de este lado del mundo. Y con una inspiración que también se nutría de voces añosas como Nick Cave, Tom Waits o el mismo Leonardo Favio (chequear en YouTube la soberbia versión de "Ella ya me olvidó" que grabaron en una radio hace poco años). "Cuando conocí a Waits me di cuenta de que está bueno reírse un poco de uno mismo. Un tipo que dice 'el diablo no existe, es solo Dios cuando está borracho' es capaz de definir un montón de cosas", contó Dalton hace poco al semanario Búsqueda.
Por lo demás, Amanecer Búho, de 2004, fue su primer llamado fuerte de atención por fuera del círculo cercano (más allá de que Aire Rico, de 1999, con temas como "Cecilia", "De a 2 mejor" o "Vamos todavía uruguayo" ya los había revelado como creadores de canciones significativas). Y así los premios Graffiti, los recitales cada vez más convocantes y la participación en grandes festivales, estuvieron al caer. También su primer y único intento serio por "conquistar" Buenos Aires (luego de años de compartir fechas con bandas locales como Dios, Angela Tullida y Reincidentes; todas excelentes) que lamentablemente coincidió con la tragedia de Cromañón y el cierre masivo de lugares. "Ese fue el único momento en todos estos años en el que estábamos dispuestos a tocar todo el tiempo en Argentina", relató Dalton al sitio Recis. "Pero tá, hubo una tragedia y dolió bastante más que el querer tocar. No tenía que ser".
A partir de entonces hubo más discos importantes y sentidos (los últimos dos, Nidal y el actual, sin nombre, entre los mejores de su vida). Y un inesperado parate entre 2006 y 2009 que casi significó la separación de los Buenos pero que en realidad los salvó. "Estábamos mal, muy desordenados. A punto de que se cayera todo", sostuvo tiempo después el cantante, ilustrador y escritor (La cara del ángel, su novela a lo Bret Easton Ellis, salió por Piloto de Tormenta en 2010). "Pero entonces de repente la cosa volvió a funcionar. Nos contactamos por mail porque algunos estaban fuera y yo en Buenos Aires. Y empezaron aparecer los temas. Volver a tocar fue natural".
Con un núcleo duro que conforman, además de Dalton, su hermano y guitarrista Marcelo Fernández, el baterista José Nozar y el guitarrista y miembro fundador Gustavo "Topo" Antuña (completan Pancho Coelho en guitarra, Ignacio Echeverría en bajo y Nacho Gutiérrez en teclados; sí, son tres guitarras las que dan sonido a la banda sin recargarla), los Buenos es hoy un grupo que básicamente hace música en paz. Canciones para llevar los días y aceptar las noches. A veces no se necesita tanto más.
Buenos Muchachos se presenta el próximo 6 de septiembre en Niceto Club, Humboldt 1358.