Walter “Chino” Laborde y Diego “Dipi” Kvitko presentarán este viernes a las 21 en el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de bustamante 772) Tango Tango vol. 5 ‘Ntendé?, su nuevo disco. Si el lector, atento, sigue a la dupla desde hace rato, quizás se sienta desconcertado: ¿cuándo salió el vol. 4? ¿Dónde se consigue? ¿Y qué pasó con el vol.2? Cantor y guitarrista sonríen pícaros ante la cuestión y revelan la humorada. “El primer disco se editó en 2006 y al poco tiempo fuimos convocados para un festival en Japón, para el que el productor nos pidió que preparemos un disco, que se llamó Made in Japan”, relata. Por contrato, ese trabajo no podía aparecer en Argentina por al menos un año, pero la dupla ya tenía material para un nuevo disco que llegó a las bateas locales como Tango Tango vol.3. “Nos dimos cuenta que eso generaba igual o más atracción que nuestra música -ríe Kvitko-, así que decidimos sacar el vol. 5 antes que el vol. 4”. Para Laborde era “seguir con la ilógica”.
En ‘Ntendé? el dúo incorpora composiciones propias (“Desazón”, “A un pibe viejo”, “Tu poema”, “Un aire”, “Con vos y con vos”). Algunas funcionan como separadores de distintos pasajes del disco, otros son temas completos. A eso se suman clásicos como “A homero”, “Desencuentro”, “Alma de loca”, “Aquaforte” o el terriblemente vigente “Tristezas de la calle Corrientes”. A modo de bonus track, Adriana Varela participa en uno de los tangos.
El tanguero coleccionista deberá esperar, entonces, por el 4. Y quizás por un volumen 6, porque ambos sueltan ideas para varios otros discos, tangos para bailar, otro de composiciones propias o hasta un retorno a la Guardia Vieja. “Pero todo para más adelante”, señala Laborde. En lo inmediato, les interesa charlar del “lenguaje musical conjunto”, define Dipi, que desarrollaron en estos años compartidos. “Dentro del formato guitarra y cantor buscamos utilizar elementos del tango pero para estar comunicados contestándonos”, plantea el guitarrista y considera que para eso su compañero es ideal.
“Él no es un cantante de tango tradicional, pero no por lo que mucha gente cree, sino porque habitualmente el cantor va muy agarrado a la partitura, pero el Chino es músico, con él se puede tocar y que haya una conversación”, plantea. Para el Chino, el objetivo musical de máxima es conseguir que un ciego en la otra punta del mundo crea que ambos son, en realidad, un único intérprete. Y la música en vivo, para eso, es ideal. “Es lo que curtimos nosotros, los discos hay que grabarlos para dejar registro de una época, pero nuestro disfrute y el del público es en el vivo, y el tango es tan rico que cada vez que cantás, letrísticamente le encontrás una vuelta de rosca, una frase, una magia que antes no habías visto”, reflexiona.
Por eso, buena parte del disco se grabó en una o dos tomas directamente en el estudio, confiando en la dinámica de la dupla. Algunos temas –los que requirieron invitados- sí fueron más pautados. “Descubrimos que nos pasaba lo que a un montón de músicos, que nuestros discos no eran representativos de lo que podíamos hacer. Y no lo digo de manera jactanciosa: lo que uno puede hacer es bueno, malo, de cinco puntos o diez. Muchos discos no representan a sus músicos, no tienen el valor o profundidad que pueden lograr. Esta experiencia nos llevó a a buscar eso en el vivo”, señala Kvitko.
“El tango es una música que pone en jaque al intérprete, incluso al compositor de la misma obra”, advierte el cantor. “Uno busca que la obra salga bien, que sea una buena interpretación, pero después está la búsqueda del goce”, afirma. Laborde desglosa esto con cuidado. “La obra queda en primer plano, pero también es cierto que cuando interpretás una obra te hacés cargo y a veces, en ese momento, la obra es más tuya que del tipo que murió hace 70 años”, profundiza. “Pero también nos mueve la búsqueda del goce, de ver qué pasa con lo que hacemos y esa dinámica funciona mejor e a dos, porque ya con tres músicos tenés que pautar más y se enfría un poco la cosa”, observa. Para su compañero, gran parte de ese goce pasa por el cariz “discepoleano” del estilo del cantor y su dramatización. “Yo le pido ‘Chino, haceme llorar’, que es paradójico porque eso me gusta mucho”, cuenta.
Ante ese peso de la historia del tango, del repertorio eterno y los grandes temas que reinterpretan, el guitarrista propone un acercamiento que, asegura, lo “liberó mucho” de presiones y exigencias del afuera. “El Chino a veces dice en chiste que ‘acá hay mucha gente con canas, que escuchó a Grela, a Rivero, a Troilo, peeeero... ahora estamos nosotros: es lo que hay’, y esa humorada es muy buena, porque más allá del chiste que hace reír a la gente, ¡es verdad!” El vivo, al cabo, sólo puede existir con músicos vivos. “Cuando hice carne ese chiste, me liberé, porque durante muchos años tuvimos la suerte de conocer tangueros grosos de verdad, Aníbal Arias, Víctor Lavallén, Leopoldo Federico, Podestá, y con cualquiera de esos grosos uno era un pibito, y aún si me los vuelvo a cruzar hoy, sigo siendo un pichi, y más allá de que hoy puedan no estar, en este momento, estamos nosotros. ¿Quién dijo que todo está perdido?"