La vida del cineasta y activista alemán Christoph Schlingensief (1960-2010) fue tan corta como intensa y su nombre dejó una huella imborrable en la cultura de su país. Alemania fue su objeto de estudio y de crítica social. Fallecido a los 49 años, Schlingensief fue también un polémico director de teatro y ópera, y un agitador cultural que supo intervenir innumerables veces el espacio público. Había nacido en Oberhausen, en el oeste de Alemania, el valle de Ruhr industrial. Su padre era farmacéutico y su madre una enfermera pediátrica. Siendo un niño, Christoph hizo películas cortas con una cámara Súper 8mm, pero dos veces no pudo ganar la admisión a la universidad de Televisión y Película Münich. A partir de 1981 estudió lengua y literatura alemana, filosofía e historia del arte en Ludwig-Maximilians-Universität München, pero abandonó poco después para trabajar como ayudante del cineasta experimental Werner Nekes. Su irrupción tuvo lugar con su provocadora Trilogía Alemana, en la que a nivel histórico aborda tres momentos clave de su país: en 100 años de Hítler (1988), Schlingensief ridiculizó en clave de sátira social al mayor asesino de la historia, Adolf Hitler. La trilogía continuó con La masacre alemana de la motosierra (1990), realizada casi en paralelo a los acontecimientos que provocaron la Caída del Muro de Berlín y la reunificación de las dos Alemanias. Y finalmente, el tríptico concluye con Terror 2000-Alemania en terapia intensiva (1992), donde trabajó la cuestión de los refugiados y el resurgimiento de la ultraderecha con los neonazis.
Ahora, por primera vez podrá verse en América latina una retrospectiva de su cine en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín. El Complejo Teatral de Buenos Aires, el Goethe-Institut y la Fundación Cinemateca Argentina organizaron el ciclo denominado Alemania fuera de control– Retrospectiva Christoph Schlingensief, que se llevará a cabo desde hoy al viernes 30 de agosto. El ciclo está integrado por 12 films –entre cortos y largometrajes– del realizador alemán, totalmente desconocido hasta ahora en la región. El programa se completa con tres entrevistas a Christoph Schlingensief realizadas por el cineasta Alexander Kluge, el documental ¡Fuera extranjeros! El contenedor de Schlingensief, de Paul Poet, y otros materiales ligados a la obra de Schlingensief (ver nota aparte).
La apertura del ciclo estará a cargo de Aino Laberenz, vestuarista de muchas de sus obras, su esposa y la actual responsable del proyecto filantrópico-cultural Operndorf Afrika, literalmente un “pueblo” (con escuela, centro de salud y centro artístico-cultural) iniciado por ella y Schlingensief en Burkina Faso en 2009. El proyecto pretende dar espacio y fomentar la creatividad y la autodeterminación de los lugareños –sobre todo de los 300 niños que asisten a la escuela– y ofrecer una plataforma de diálogo y encuentro intercultural. “Yo me ocupo de su legado pero no es un legado típico porque Christoph se desempeñó en distintas áreas: ópera, teatro y cine. Comenzó con el cine. Alrededor de los 8 años empezó a realizar sus primeros cortos. Esa era su pasión. Vi trabajos que había hecho en el colegio a los 12 años, por ejemplo, y siempre hablaba de que quería ser director. Todos el tiempo estaba regido por el cine”, comenta Laberenz en la entrevista con PáginaI12, realizada unas horas después de arribar a la Argentina por primera vez.
-¿Cree que Schlingensief es, como suele decirse, un heredero radicalizado de Fassbinder?
-En Alemania a Christoph Schlingensief se lo ha comparado mucho con Fassbinder y también trabajó con muchos actores de Fassbinder. Pero no es que tenía un ídolo único. Buñuel también era muy importante. También tomaba mucho de la música y de las artes plásticas. Tenía muchos referentes a través de su formación.
-¿Usted siempre fue la vestuarista?
-Yo trabajé con él en sus últimos siete años. Lo conocí en el ambiente del teatro. La última película que hice con él fue Las torres gemelas africanas. Allí hice el diseño de vestuario, pero era una película más experimental, no era tan narrativa.
-¿El punto de vista de Schlingensief era siempre políticamente incorrecto, como se observa en la Trilogía Alemana?
-El era una persona que reaccionaba muy rápidamente al momento político de su país. Desde el punto de vista político y social era una persona que inmediatamente captaba lo que pasaba en el momento y reaccionaba inmediatamente, incluso, a veces, anticipándose a los hechos. Justamente en la Trilogía de Alemania se ve que el Este, después de la caída del Muro, no pudo hacer su propia historia. Alemania Occidental le puso una historia encima. Esa crítica Christoph ya la había expuesto en La masacre alemana de la motosierra, hecha inmediatamente después de la caída del Muro. De hecho, él fue muy criticado por esa postura.
-Su postura era anticapitalista, pero lo llevó a cuestionar la caída del Muro de una manera visceral, ¿no?
-No es que quisiera hacer una expresión de su postura política sino que él veía algo que sucedía y decía: “Ahora, cayó el muro. No es que solucionamos todo. Ahora hay que empezar a trabajar”.
-Pero la película es muy terrorífica.
-Sí. Además en La masacre alemana de la motosierra y en Terror 2000 Christoph describía un choque muy fuerte que reflejaba muy bien ese momento que se estaba viviendo, del cual nadie quería hablar.
-Justamente Terror 2000 fue realizada en 1992 y en esta película se lo ve preocupado por la xenofobia. ¿Se anticipó a una problemática que eclosionó tiempo después?
-El subtítulo de la película era algo así como “Ahí vienen los nazis”. Y era provocativo, pero no es que lo hacía para provocar. Es como decíamos antes: él veía lo que pasaba y siempre tenía una manera muy directa de expresarlo. Metía el dedo en la llaga. Era provocativo pero porque él tenía esa manera cruda de ver las cosas y su manera tan directa de encararlas.
-¿O sea que la provocación no era una estrategia sino que era algo que surgía en el momento de la realización?
-El terminaba provocando por las imágenes que utilizaba. De hecho, poco tiempo después de Terror 2000 hubo un ataque a un hogar de refugiados en la zona de Rostock. La película se anticipó a los hechos.
-Ya que menciona la trilogía, ésta está encabezada por el film 100 años de Hitler. ¿El creía que en Alemania había un olvido respecto del pasado nazi y por eso creó esa versión tan satírica de Hitler en la película?
-Esa película muestra los últimos días de Hitler en el bunker. Es un trabajo con el pasado, con la historia alemana. Christoph venía de una familia católica. El también lo era pero, por otro lado, tenía esa necesidad de expresar lo que pasaba que no se condecía con una visión más conservadora.
-¿Finalmente sus películas lograron sacudir ciertas normas burquesas?
-Siempre fue muy valiente. También era una persona de la cual uno aprendía mucho trabajando con él. Parecía que él expresaba sus ideas todas de “a mucho”. Era muy radical y encantador y cuando trabajabas con él te requería exceder tus límites. Siempre se notaba dentro de sus ideas que tenía un propósito en todo eso. También tenía mucho de humor. Cuando veías cómo expresaba las cosas, primero estallabas de risa y después te conmocionabas con lo que representaba e inmediatamente necesitabas llorar. Su trabajo era muy intenso y no te cuidaba ante tus emociones.
-¿Qué lugar ocupó en el Nuevo Cine Alemán?
-Hizo Los 120 días de Bottrop. La última película del Nuevo Cine Alemán. Pero a partir de 1993 abandonó un poco su lugar en el cine exclusivamente como director, y empezó a dedicarse más al teatro y a las artes plásticas. En Alemania no se lo percibe sólo como una persona del cine sino que es una figura pública. La época del cine se ve más como los inicios de su carrera. Pero es increíble cómo hoy en día ves sus películas y también reflejan la actualidad.
-¿Cuál era su posición frente a la muerte?
-Antes de enfermarse, ya había tratado el tema de la muerte, no por una cuestión morbosa. El era creyente pero también criticaba mucho a la Iglesia. Cuando enfermó habló de lo que tenía de una manera muy abierta. Hizo un diario donde contaba lo que le estaba pasando. Alexander Kluge era muy amigo y le hizo entrevistas. Una de ellas la vamos a mostrar. Como artista, yo definiría a Christoph Schlingensief como un artista muy alemán que trataba mucho el tema de la germanidad y de la historia alemana. Pero al mismo tiempo hablaba de temas existenciales como la muerte, la vida y el amor. Temas que excedían el marco de lo alemán y que eran universales y existenciales.
-¿Qué puede contar del proyecto que comenzó con su esposo y que hoy continúa en Burkina Faso?
-El año que viene celebramos el décimo aniversario. Después de su muerte, yo asumí la dirección del proyecto. Teníamos los cimientos. En el lugar que buscó y encontró no había nada al principio. Después de su muerte, comencé con la construcción de acuerdo a los planes que él había hecho. Se fundó una escuela primaria, una cantina, un estudio de grabación, un pequeño hospital. Y a la escuela primaria que tenemos allí asisten 300 niños, pero no es un proyecto de ayuda y desarrollo. Es otro enfoque y ahí trabajamos más desde el arte. La escuela pública sigue los principios de Burkina Faso. Incorporé el tema del arte en el plan de estudios. Tenemos docentes de artes específicos para allí. También hemos hecho distintos talleres de arte. Desde 2015 estamos haciendo también residencias de artistas; es decir, van artistas no africanos. Y se junta un artista africano con uno que no lo es y es interesante cómo se va desarrollando todo, cómo se van conociendo y trabajando. La escuela también tiene la visión de Christoph de crítica social. Y con las residencias se pueden analizar cómo se ve el continente africano desde la mirada de los otros artistas. Y otra cosa interesante de las residencias no es tanto el trabajo conjunto en pos de una exposición en sí sino cómo se relaciona un artista africano con uno no africano, cómo se da ese intercambio. Lo interesante es ese proceso en sí, no el resultado final que pueda llegar a tener.