Espirales con mensajes subliminales y alfombras que se elevan invadidas de discursos inaccesibles se conectan a través de una pared con juguetes de la infancia en situaciones ambiguas. El monstruo peludo y con pequeños cuernos que no era lo suficientemente aterrador en Monsters, Inc, aquella película donde la energía se producía a través del susto, se triplica en cantidad de cuerpos y rodea a una niña inocente. Un aliento turquesa hecho de papel sale de las bocas de las criaturas de manchadas de violetas y rodean a la infante. ¿La están protegiendo o atacando? 

El primer vistazo a la atractiva muestra de Dani Umpi y Catalina Schliebener en la galería Hache cumple su cometido: seduce y atrapa como las mismas garras del diablo. Figura que, de una u otra manera, provocó la existencia de esta exposición de arte que bucea en las aguas revueltas de un infierno prometedor. Enfocando de distintas maneras la demonización de las ciencias ocultas y la cultura popular. ¿Es la paranoia la herramienta más efectiva para atacar a lo diferente? Sin dudas es la más peligrosa y dañina. Orden y secreto nos encara con el efectivo mecanismo educativo del Satanic Panic: ese dispositivo censor diseñado por sectores conservadores y religiosos para combatir todo lo que considerara les quitaba fuerza, y acólitos. Sus blancos variaron desde la Iglesia de Satán, fundada en 1966, hasta los Ositos cariñosos y los juegos de rol, como Dragones y mazmorras.

Los artistas de Orden y secreto tienen la sensibilidad necesaria para no pararse en el mismo lugar que los grupos de fanáticos cristianos que pretenden que la sexualidad sea de una sola manera. No dan respuestas ni mantras a los que rezar. La desorientación es, en esta muestra, una bendición para el visitante, brindándonos la posibilidad de poner en blanco el carácter del deseo para pintarlo de nuevo. Con los mismos colores o quizás con otros. Ya lo decía el escritor Robert Burton en el 1600: "El Diablo es el creador de la confusión". No hay oraciones estables en los tapices de Umpi que nos dirijan hacia un camino de certezas, ni caben en los monstruos de juguete de Schliebener el veredicto de una conducta perversa o benévola. "No me interesa bajar linea o tener una tesis tan clara. No tengo la ambición de desmontar el imperio de Disney, sino volver ambiguo ese imaginario, inventarle a estas historias otros devenires", cuenta Catalina, artista chilena que hace varios años vive en Nueva York. Dani camina por el mismo atajo zigzagueante: a través del caos y un ritmo visual saltarín, Umpi crea duendadas replicando de formas torcidas enseñanzas de Aleister Crowley. "Yo trabajo mucho desde lo arquetípico. La construcción de mí como artista o como drag la hice mucho tiempo desde lo bufonesco o desde el clown. Y ahora me interesa el arquetipo del duende", dice Dani haciendo retumbar sus palabras en las paredes de la galería, mientras cada une que va entrando queda fija la  mirada en sus tapices pop tratando de descubrir los mensajes ocultos.

DANI UMPI: El que demonios da, diablos recibe.

Hace más de diez años, Dani Umpi se definió como un collage, una mezcla de distintos lenguajes que en su propio cuerpo crean otro. Único e irrepetible como cada una de sus obras, realizadas con la misma técnica que construye su identidad inquieta. Umpi encuentra en las revistas de espectáculos que para los demás tienen poca vida útil, un consumo veloz, la materia prima de un objeto bidimensional o en tres dimensiones que gozará de vida eterna. Esa capacidad del artista queer uruguayo de convertir una actividad banal, el pasar revistas de chimentos en una peluquería de barrio, en una instalación de mucho valor que un grupo de coleccionistas elogiará en una inauguración donde brinden con champagne. Un proceso similar hace con sus duendes, muda a esa figura siempre tan denostada a protagonizar el armado de la exposición donde estas pequeñas presencias están de la manera más pregnante: ocultos entre letra y letra recortada. Y lo que no se ve adquiere poder, como el diablo que hace temblar a las familias que quieren implantar los buenos valores. "El duende, como el mago, el brujo, siempre están en una frontera, fuera de la norma. Por eso se lo asocia con lo queer, saltando de un lugar a otro. Mi vida es un poco así, desde mi nomadismo cuando voy desde Uruguay a Argentina y viceversa. Nunca es precisa la traducción". Nicolás Cuello, quien escribió el texto curatorial de Orden y secreto, resalta la delicada peligrosidad que brota del entorpecimiento del lenguaje para transmitir, y poner panaroicos a más de uno, otros significados y escenas con contraseña. Y el collage, como práctica intrínsecamente queer, también trabaja de esa manera, proponiendo otro orden con materiales pre existentes, cambiando el sentido. Umpi dormía en la casa de Schliebener cuando cruzaba el río. En esas estadías, los artistas se sentaban por horas a recortar revistas y papeles como señoras que tejen sin pausa con la naturalidad con la que se respira. Haciendo ambos, una vez más, de un arte considerado menor, perteneciente a Utilisima o al jardín de infantes, un recurso infalible para desarmar pensamientos absolutos que tapan las mil y una formas de sentir e interpretar al mundo.

CAROLINA SCHLIEBENER: El diablo sólo tienta a aquel con quien ya cuenta.

Las paredes de la sala donde exhibe Schliebener están unidas por un collage sin fin que muestras escenas de La Sirenita intervenidas por la mirada enrevesada y poética de la artista. No es una película al azar: Úrsula es la villana de Disney que se creó inspirada en Divine. El dramaturgo y músico gay Howard Ashman escribió el libreto y canciones de esta obra donde la pulpa malvada le roba la voz a una princesa a cambio de darle piernas. ¿Un pacto con el Diablo? Las imágenes que crea Schliebener, como niños con caras de perro que rodean la enorme panza de Úrsula, logran hacernos olvidar por un momento cómo eran las escenas originales. Engañan a la memoria a partir de una composición desconocida. "El collage es una práctica híbrida que construye terceros cuerpos a partir de fragmentos de otros cuerpos. Y siento que en lo personal eso está relacionado con mi propia construcción de género e identidad. Me sitúo en un lugar intermedio, no se si soy un chico o una chica y no me interesa a esta altura definirlo", me cuenta Catalina, quien recuerda que la obsesión de Satanás de los medios de comunicación coincidió con la llegada de su pubertad. Dos de los monstruos que se posan sobre cubos luminosos también adquieren en Monsters, Inc un trasfondo queer: son monstruos que rechazan una identidad obligada, desviándose de la misión de ser terroríficos para elegir otro destino y formas de ser. Shakespeare decía que uno ve más demonios que los que el vasto infierno puede tener. Puedo afirmar que esta muestra ha reunido a todos los demonios del infierno. De ese infierno que, aunque quieran ocultarnosló, es el verdadero edén.

Orden y secreto: Hasta el 21 de septiembre. Galería Hache. Loyola 32, CABA.