La selección aquí realizada hace honor a nueve artistas francesas: Vera Molnar, Geneviève Claisse, Ode Bertrand, Tania Mouraud, Orlan, Suzanne Lafont, Cécile Bart, Véronique Joumard y Valérie Belin. De diferentes generaciones (sus creaciones se extienden a lo largo de un período que va de los años 50 hasta la actualidad), tienen en común una ausencia de concesiones en su práctica artística y una total fidelidad a sus comienzos. Dado que el punto de vista adoptado por la curadora de la exposición, Marie Sophie Lemoine, no es ni femenino ni feminista, la intención no es en absoluto situar el concepto de género en el centro de esta selección. Por otra parte, si bien no se trata de un enfoque exhaustivo, la vitalidad y la diversidad de la escena artística francesa están perfectamente ilustradas, con un abanico de propuestas que va desde la abstracción geométrica de Vera Molnar hasta el arte carnal de Orlan, desde las imágenes silenciosas y desencarnadas de Valérie Belin hasta las vibraciones lumínicas de Véronique Joumard. 

La radicalidad del compromiso plástico de Vera Molnar (nacida en 1924 en Budapest), decana de la muestra, se mide en el proceso de reducción al que ha sometido el conjunto de su producción, y ello ya a partir de la década de 1950, poco después de haber abandonado su Hungría natal para instalarse definitivamente en París. Como reacción a la búsqueda de absoluto que tendía la investigación de Mondrian y la sensibilidad lírica de Kandinsky, Vera Molnar ha puesto en práctica procedimientos orientados a distanciar toda subjetividad y la idea misma de autor. Procurando establecer “una ciencia del arte”, somete sus cuadros geométricos a la dialéctica del orden y del azar (mediante el recurso a la cuadrícula y a sistemas de clasificación, de ordenamiento y de perturbación). Vera Molnar lleva esa lógica de distanciamiento hasta el paroxismo, creando lo que ella llama “la máquina imaginaria”: esa “computadora sin computadora” consiste en elaborar programas matemáticos simples, calcados sobre el funcionamiento de los primeros cerebros electrónicos, y luego realizar series de transformaciones de formas. Con toda lógica, en 1968 la artista opta por la verdadera computadora, de la cual es una de las pioneras en Francia: a partir de entonces, puede encarar posibilidades infinitas de combinaciones de formas y de ubicación en el espacio […]

Ode Bertrand (nacida en 1930 en Paris), preocupada por la expresión del ritmo, ha hecho igualmente de la línea recta su mejor aliada. Pero esta discípula de Aurélie Namours se interesa más en la tensión entre dos estados que en el logro de un perfecto equilibrio plástico. En una entrevista con Anne Tronche, confía: “…en mi pintura, hay al principio la constitución de un orden, pero éste llama rápidamente a lo que denomino el “caos”, es decir, un hecho que altera su puro equilibrio”[...]

Cuando Geneviève Claisse (nacida en 1935 en Quiévy) habla de su pintura, expresa bastante rápidamente su adhesión al principio de “libertad”, tanto en la manera en la que encara su carrera artística como en la evolución de su repertorio plástico: “Mis formas son libres por sí mismas”, afirma. Ese sentimiento de libertad se manifiesta muy bien a través de la serie de los Triangles, cuyos ángulos cortantes y sus inflexiones oblicuas penetran activamente el espacio e invitan a un verdadero vuelo de la mirada. Con el fin de llevar al paroxismo la dinámica del triángulo, la artista recurre al contraste máximo que nace de la confrontación del blanco y el negro. En oposición a los triángulos, los Cercles, que retienen desde 1967 la atención de Claisse: ésta explora los efectos de rotación, de convergencia o de difracción que resultan del modo de interpenetración de los círculos [...] Las  formas planas recortan el espacio, lo estructuran en ritmo y color, y parecen ampliar así su campo de acción hasta el infinito […]

El trabajo fotográfico de Suzanne Lafont (nacida en 1949 en Nîmes) sumerge al espectador en universos que no cesan de señalar el apego de la artista al lenguaje y a la ficción. Su obra, que tuvo un auge importante a comienzos de la década de 1990, abreva en diversas fuentes: el cine, el teatro, pasando por la fotografía y la literatura. Lafont encuentra en esos cuatro ámbitos el material necesario para la elaboración de relatos cuyas contextualizaciones, siempre cambiantes, constituyen propuestas abiertas, sin cierre ni conclusión. Interrogándose sobre los diferentes modos de comprensión del mundo, la artista, más que partir de conceptos o de ideas, recurre a los clásicos, se apropia de ellos y los adapta en una versión más moderna, con una nueva mirada [...] 

El talento de Suzanne Lafont se revela también en su puesta en escena de imágenes que muy tempranamente se esmeró en hacer salir de su soporte convencional para ocupar el espacio de la exposición, con el fin de trabajarlas por secuencias o en movimiento, como conjuntos [...] Mediante esa ampliación de su campo de acción, Suzanne Lafont practica un incesante desplazamiento de sentido y de formas y afirma la idea de que una imagen solo tiene significado en relación con un contexto dado […]

Mezclando los estilos y las generaciones, las propuestas plásticas aquí reunidas favorecen las aproximaciones, los cruces, lo cual contribuye a enriquecer su propósito. Así, Suzanne Lafont y Tania Mouraud, nos invitan a reflexionar sobre nuestra relación con el mundo, a través de dispositivos visuales de una gran riqueza polisémica. Las creaciones de Orlan y de Valérie Belin presentan muchos puntos en común: esta última, que ha construido su corpus fotográfico en torno de la materialidad del cuerpo y de la vanidad de las apariencias, coincide con el trabajo de reflexión emprendido por ORLAN sobre la deconstrucción de la identidad femenina y los estereotipos. Minimalistas y depuradas, las instalaciones de Cécile Bart y Véronique Joumard extienden el campo de lo visible más allá de los límites materiales del cuadro, atrayendo al espectador ya no únicamente en el campo de la mirada, sino también en el del espacio y el tiempo. Finalmente, ciertas fronteras entre las artistas resultan más porosas de lo que se piensa, cuando, por ejemplo, se advierte la voluntad recurrente de crear efectos de tensión, de perturbación o de extrañeza utilizando procedimientos muy diversos, como la apropiación (Valérie Belin, Suzanne Lafont), o valiéndose de la oposición de contrastes formales (Vera Molnar, Ode Bertrand, Geneviève Claisse), o de desplazamientos semánticos o perceptuales (Orlan y Véronique Joumard). Es, pues, en la permeabilidad de las categorías y los estilos, estimulando intelectual y estéticamente, como la mirada sobre la escena artística femenina francesa actual que se nos ofrece marca su pertinencia. 

Hasta el 26 de febrero en el Macba, Avenida San Juan 328.

* Crítica de arte francesa. Fragmento editado del texto que escribió especialmente para la exposición, curada por Marie Sophie Lemoine.