En 2008, durante la gestión de Horacio González, la Biblioteca Nacional junto con la Universidad de General Sarmiento convocaron a la presentación de proyectos que analizaran la cultura popular en la Argentina. Uno de los ganadores de la beca fue Lucio Mafud, quien decidió abordar los films de cine mudo. Muchos de ellos, luego de estar atrapados durante varias décadas en la burocracia estatal, desaparecieron por la histórica ausencia de un proyecto de conservación de material fílmico. Debido a ello, el riguroso trabajo de Mafud demandó varios años. El resultado de su investigación fue publicado como un libro de más de 500 páginas, que se titula (Ediciones Biblioteca Nacional y Teseo) y abarca el período 1914-1923. “En 2010 lo completé con otra investigación que cubrió el período 1924-1932. O sea que va a haber una segunda parte del libro”, anticipa Mafud a PáginaI12.
El investigador accedió a revistas especializadas y diarios de la época para armar un catálogo muy completo que incluye 163 fichas con elencos técnicos y artísticos, locaciones, partes de críticas de aquel período e incluso análisis de otros historiadores. Otra parte del libro muestra fotografías tomadas durante algunos rodajes, avisos publicitarios, y recortes de diarios y revistas. Algunas de las curiosidades mencionadas en la publicación dan cuenta de que, a diferencia del cine sonoro, donde la primera cineasta surgió a fines de los ‘50, en el cine mudo hubo producciones de películas realizadas por mujeres prácticamente desde sus inicios. Otro dato que ofrece La imagen ausente es que en la Argentina se realizó el primer largometraje de animación de la historia del cine mundial, El apóstol, que era una sátira sobre el gobierno de Hipólito Yrigoyen. Incluso, menciona un dato llamativo: la existencia de una serie de films protagonizados por imitadores del genial Charles Chaplin en el cine nacional.
–¿Jugó con el tema de la imagen en el título por la dificultad que implicó encontrar los negativos?
–Sí, jugué con la idea de “imagen ausente” porque trabajé con un objeto de estudio marcado por la ausencia de material fílmico. A pesar de que el cine mudo fue uno de los más importantes de América latina, tanto por la cantidad de películas que se realizaron en esa época como por la trascendencia histórica de algunas de ellas, gran parte de esa producción está perdida.
–¿Qué opina sobre la histórica ausencia de políticas de conservación del patrimonio fílmico en la Argentina?
–Eso es determinante. El componente esencial del celuloide, que era el nitrato, ya en la década del ’20 produjo incendios muy grandes de depósitos de películas. Durante la década del ’20 se destruyeron los dos depósitos más importantes. Luego, que no hubiera una política estatal que incentivara la conservación y la preservación de películas fue algo funesto para la historia del cine argentino.
–¿Eligió como punto de partida al año 1914 porque fue el estreno de Amalia, el largometraje basado en la novela homónima de José Mármol, que fue realizado por miembros de las clases altas y estrenado en el Teatro Colón?
–Uno de los hechos fue Amalia, pero también en 1914 se produjeron una serie de factores que determinaron un renacimiento de la producción de cine de ficción en la Argentina. Por un lado, comenzó la Primera Guerra Mundial, que desembocó en la limitación de la producción de películas de los países centrales como Francia e Italia, que eran los máximos abastecedores del mercado interno argentino. Eso produjo un espacio dentro del mercado interno que necesitaba ser llenado de alguna forma. Ese marco produjo, a su vez, la incentivación de la producción de cine argentino, especialmente por gente que conocía los vaivenes de la exhibición y la distribución. Exhibidores y distribuidores se lanzaron a producir películas. Ese fue un punto. Por otro lado, también tuve en cuenta que en 1914 fue el estreno de Amalia. Era una película hecha por aficionados para una suerte de autocelebración de las clases altas, que se convirtió en un acontecimiento social de la época; es decir, se estrenó en el Teatro Colón en diciembre de 1914, con la presencia del presidente de entonces y de los ministros. Tuvo una amplia cobertura en la prensa. Y, a la vez, se convirtió increíblemente en un éxito comercial, porque era una película que, en general, circulaba en los cines de la aristocracia, pero para acceder a esas funciones se pagaba un alto costo por las localidades. Eso marcó cierta idea de que el cine argentino podía ser redituable económicamente.
–¿Este libro está pensado solamente para historiadores del cine o cree que cualquier lector puede encontrarlo atractivo?
–Creo que es para ambos. Por un lado, al historiador le sirve para trabajar ensayos, diferentes relaciones entre cine y política, o entre cine y literatura. Pero también, al lector común le puede servir como si leyera narraciones, como si fueran relatos que están justamente puestos en esta descripción amplia de argumentos. Es como jugar con su idea de curiosidad: “A ver, ¿de qué trataba esta película?”. Ese hecho mismo me parece que relaciona el libro con un espectador usual.