Uno es como el as de espadas del festival: es guitarrista, cantante, y se llama Slam Allen. Nació en Nueva York, es un cruzado entre el soul y el blues, y en su mochila no solo lleva con orgullo esa cosa de lucir en la vitrina de su casa el Master Blues Artist del New York Blues Hall of Fame, sino –lo que es más importante– el de haber sido violero del legendario James Cotton durante nueve años. “Fue un enorme aprendizaje haber tocado con él”, le dice a PáginaI12. “Literalmente recorrí el mundo haciendo grandiosas presentaciones musicales con una leyenda del blues como él. Con su banda estuvimos en la Argentina, también, y recuerdo la muy buena recepción y calidez del público, la buena comida y, obvio, las hermosas mujeres que tienen allí”, señala el guitarrista, que ya pisó suelo argentino tres veces. “Tengo muchas ganas de volver porque siempre la pasé muy bien. Voy a tocar blues, rhythm and blues y soul. Sé que allí hay un público fan de éstos géneros y cada vez que fui me lo hicieron notar”, sostiene nombre fuerte de la movida que, bajo el nombre We Got The Blues Festival ocurrirá el viernes 24 de febrero a las 21 en el Teatro Monteviejo (Lavalle 3177).
Por supuesto que un as de ese palo no podría por sí solo poner en marcha los trucos musicales de la noche. Hacen falta otras cartas para que ocurra, y en manos de alguien que comparta el código, el juego. En este caso, un armoniquista y cantante cuyo nombre es Omar Coleman. Nacido hace 43 años en Chicago, Coleman orbitó cerca de gente como Robert Cray, Buddy Guy y Koko Taylor, en ciertos festivales del palo. El, el ancho de basto tal vez, sí visitará el país por primera vez y tiene ciertas expectativas de neófito en el tema. “Tengo muchas ganas de conocer la Argentina, porque tengo muy buenas referencias de parte de los bluesmen que estuvieron allí. Mi show será casi todo de blues de Chicago, pero con algunos temas de Al Green, por ejemplo .Siempre me manejo con mucha libertad al elegir mi repertorio”, sostiene Coleman. “Sé que el recital será parte de un festival de puro blues, donde tocaremos la mejor música negra para los fans del género. Otra gran noticia es que tocaremos juntos por primera vez con Slam y creo que será una gran experiencia tanto para el público que ya conoce nuestra música como para el que viene por primera vez”, se entusiasma el armoniquista, cuya actuación estará precedida por otros naipes bluseros, como la banda argentina 50 Negras, que acaba de publicar su primer disco con composiciones propias y en castellano.
En términos de blues en castellano, Slam tiene un buen recuerdo de Nasta Súper, banda de blues criollo que lo acompañó durante su visita en 2011. Para Coleman, en cambio, el blues argentino es casi chino básico. “No sé mucho de la música que escuchan allí en especial, pero sé que hay muchos seguidores de la buena música, sé que es un país muy lindo y eso me llena de expectativas. Quiero conocer a su público y conocer lo que pueda del país durante mi estadía”, responde el hombre, por responder algo, claro, este hombre que tiene como referentes a Carey Bell, el mismo Cotton y Junior Wells. Los de Allen, en tanto, son dos de los King (B.B. y Albert), más Jimi Hendrix. “Los escuché y los admiré siempre”, confiesa el guitarrista, que no distingue entre los géneros negros. “El blues, el soul, el funk, el R&B, todos tienen el mismo sentimiento. Solo hay estructuras musicales diferentes, pero créame que son lo mismo. Si se habla de blues, también se habla de soul, de rhythm and blues y de funk. Esto es así para quienes tocamos y quienes escuchan”.
Para Coleman es más o menos así, también. “Todo es música, nuestra música, la música con la que nos criamos, la música de nuestra raza. El blues es soul, el soul es funk y black music al mismo tiempo. Afortunadamente, la música habilita a esa amplitud de formas en un mismo lenguaje y expresión, y así la disfrutamos”, explica el bluesman que, hacia el final del festival, tiene pensado compartir algunos temas con Slam. “Sí, seguramente algo tocaremos juntos en algún momento con él, porque la música es para compartir, de eso se trata. Y compartirla con un público diferente, y en vivo, nos dará nuevas y valiosas experiencias. Es muy valioso traer nuestras músicas a países con otras culturas musicales”, opina el armoniquista, que puso su instrumento al servicio de la estupenda Koko Taylor. “Fue una de las mejores cosas que me pasó en la vida”, sentencia, aunque no olvida jugar fuerte con la carta que le toca ahora: “El objetivo principal de este festival es expandir esta gran música por toda la región de Sudamérica y me siento halagado de ser parte de este proyecto tan abarcativo. Es un gran desafío”.