Con una morosidad pasmosa, porque los incendios no empezaron ni ayer ni hoy, Mauricio Macri ofreció a Jair Bolsonaro ayuda para apagar el fuego sobre la foresta amazónica. Evo Morales, que tiene sintonía política igual a cero con el presidente brasileño, no solo habló sino que ya alquiló dos aviones supertanques para colaborar en la atenuación de la tragedia. Son dos visiones de la integración. Una, la visión de Macri, privilegia la identidad ideológica pero no actúa a tiempo según los intereses del Estado argentino. Otra, la postura de Evo, pone por delante los intereses del Estado boliviano: a Bolivia le cuesta más subsistir si además de la guerra internacional de monedas aumenta el peso de la carga brasileña. En el caso de Sudamérica, además, la generosidad fortalece los intereses propios y viceversa. Así pasa también que la ideologización de la política exterior típica del macrismo debilita los lazos de solidaridad entre los pueblos y la propia posición nacional.
Bolsonaro apostó fuerte por Macri hasta las PASO. No solo insultó a Alberto Fernández y dio instrucciones de que lo hiciera a su canciller, el fundamentalista Ernesto Araújo. Financistas brasileños ligados a Bolsonaro fueron parte del complot del viernes 9 de agosto para intoxicar con encuestas falsas a los bancos, y a los votantes, y hacer diferencias rápidas. Placer y negocios al mismo tiempo.
Sin embargo, este diario pudo saber que la apuesta se terminó. Igual que los bancos, los fondos de inversión, el Fondo Monetario, Washington y los diarios financieros de todo el mundo, Itamaraty evalúa que el ciclo de Macri está cumplido. Solo faltaría, en su opinión, el remate final del 27 de octubre.
Si Bolsonaro o Araújo vuelven a hablar contra Alberto Fernández será ya solo por razones internas. No les conviene un candidato con chances de gobernar que, como el postulante del Frente de Todos, visitó a Lula en el presidio como segundo signo de afinidad externa. El primero fue la reunión con Pepe Mujica, ex presidente de un país que tendrá elecciones el mismo día que la Argentina. Pero todo eso ya ocurrió. Ocurrió la visita, ocurrió el injerencismo inédito de Bolsonaro y Araújo y ocurrió la decisión de Alberto, hecha pública, de no criticar más a Bolsonaro y preparar en cambio un plan de relación pragmática con el Estado brasileño.
¿Bolsonaro seguirá siendo presidente el 10 de diciembre, cuando Macri reasuma si gana o Fernández-Fernández ocupen la Casa Rosada y la presidencia del Senado? Es difícil saberlo. El incendio en el Amazonas, que Bolsonaro minimizó, con lo cual de hecho alentó a los sojeros pirómanos, no viene siendo registrado en su peligrosidad mundial por los denostados populismos de América Latina. Es la Nasa, la agencia espacial norteamericana, la que observa preocupada el avance del fuego y la destrucción forestal. Y es el conservador Emanuel Macron el que, en un gesto de sinceridad infrecuente, emitió un comunicado oficial tildando de mentiroso a Bolsonaro y dando por cerrada cualquier posibilidad de acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea. En rigor la portavoz de la Cancillería francesa ya había dicho que no había acuerdo alguno incluso antes de los incendios, pero Bolsonaro y Macri fingieron demencia y la ignoraron. De todos modos, tiene otra escala una definición como la del presidente francés. Es más alta y contundente.
El espejismo de un acuerdo paradisíaco con la Unión Europea se disuelve al mismo ritmo que el poder de Macri. ¿Acompaña ese ritmo devaluatorio la imagen de Bolsonaro? Un dato a tener en cuenta es qué hacen de ahora en adelante los generales, con el vicepresidente Hamilton Mourao a la cabeza. Por un lado, como recordó en este diario el ex canciller de Lula Celso Amorim, las Fuerzas Armadas son más sensibles a la soberanía territorial que a la económica. Y el Amazonas supone justamente soberanía territorial. Por otro lado, Francia es un socio importante de los militares para el rearme y el desarrollo tecnológico de Brasil. Bolsonaro conserva su núcleo duro de deslumbrados por su práctica violenta y de incitación a la matanza policial de negros, pobres, LGBT o todo al mismo tiempo. ¿Lo seguirá conservando si los generales resuelven, y pueden, desgastarlo para no perder poder y negocios?
Diagnosticar erróneamente qué pasa en el mundo no es un privilegio de las élites que gobiernan la Argentina. También se equivocaron los esclavócratas brasileños. Es una buena noticia que el infierno haya empezado a consumir su poder y debilite aún más al menguado Presidente argentino. Es una pena que ese fuego produzca también un enorme sufrimiento al pueblo brasileño en su vida y en su patrimonio. No era necesario tanto dolor.