No es un stand up, no es una fake news, tampoco sólo carne de memes, ni el desquicio en vivo de una persona que pide a gritos unx psiquiatra; ¿estamos hablando de una líder política “con estrategia” como ella se define? ¿de una líder espiritual como pretenden que la reconozcan? Nah, todo eso es una pantalla. Tal vez y sólo tal vez le cuadre el papel auto adjudicado de porrista de la clase alta que ve como se derrite su protagonismo político igual que la nieve de las pistas ya bastante magra en los últimos inviernos por fuerza del calentamiento global. Pero bueno, si es por calentarse, la apelación llegó también a quienes volverán del lindo verano europeo para venir a defender sus privilegios en octubre. Es Lilita Carrió, pero no alcanza con decir su nombre, porque ella es más que eso, está convencida y no hay errores ni excesos cuando dice que la sacarán muerta de la Casa Rosada -lugar al que, digámoslo, nunca llegó, mal que le pese y teorías suyas al margen- o fantasea con un final apoteótico para su vida como mártir de Luis D’Elía. Hay que hablar de su coherencia, hay que reconocerle lo que de verdad viene exponiendo desde que era “gorda, periférica y provinciana” y en lugar de collar de perlas lucía colgando de su cuello una cruz de tamaño altar. Hay que hilvanar su constante manejo de cámara, sus guiños y sus sonrisas; la información que da -bueno, ahora le dicen información- sobre las tramas narco y la información que hace de cuenta que se guarda porque el misterio es todo suyo, su estrategia de seducción y su promesa de un próximo capítulo que nunca llega porque siempre se repite el mismo. Y entonces, mirándola en retrospectiva y mirándola ahora cuando no derrapa para nada sino que sigue el plan de construirse y reconstruirse a sí misma como... (suenen bombos y platillos) la elegida.
La elegida de la Vírgen que a fines de los ’90 y hasta bien entrados en los 2000 le hablaba al oído; la elegida de las profecías de Solari Parraviccini en las que se vio retratada como última reserva de la moral de la República, de la que se dijo embarazada en la campaña para las presidenciales de 2003 –“yo estoy preñada de mi propia candidatura porque mi candidatura es la que salvará a la república. Soy como una adolescente de 16 que aunque no quiere estar embarazada sigue adelante porque sabe que es su destino”, dijo en un congreso del ARI frente a cientos de militantes cuando terminaba 2002- y que en los últimos cuatro años acunó en forma de muñeca porque la gestación ya se le estaba haciendo larga. ¿Quieren decir estos recuerdos que la mujer está loca? ¿Es estar loca creerse la encargada de una misión transcendente frente a la cual cualquier obstáculo es removible? Esta columna no pretende hacer un diagnóstico, eso queda para quienes saben del síndrome de Hubris, se trata en cambio de dar cuenta que esos actos que a simple vista parecen volantazos como crear una fuerza política progresista, el ARI, que al principio era una alianza por una república igualitaria y más tarde, ya con Patricia Bullrich como figura estrella entre sus filas cambió la última palabra por “iguales” porque en definitiva tampoco era necesario que entren todes, sólo lxs iguales ¿los que no votaron en las PASO y ella sabe dónde están?
Tuvo sus traspies, la elegida. Como en 2011, cuando apenas arañó con su tercera candidatura a la presidencia unos tres puntitos en el recuento final y dijo que “el pueblo votó en contra mía” y que por eso iba a retirarse de la política. Claramente no lo hizo, y es que el convencimiento de que tiene una misión ha sido funcional como sigue siendo funcional ahora que siga con su show de frases para memes, que, digámoslo, es mucho menos tremendo que el empobrecimiento masivo a cada golpe de devaluación y prácticas políticas cercanas al terrorismo económico que Carrió festeja porque las crisis le dan adrenalina -y lo que importa es ella- o de las que se burla haciendo un fotomontaje de su figura tirada bajo las góndolas de un supermercado donde supuestamente estarían los precios bajos. Es funcional esa mujer a la que es fácil tildar de loca pero es capaz de decir lo que María Eugenia Vidal, por poner un ejemplo, con su cara de buena, su refugio en cuarteles contra la inseguridad y su tono de maestra jardinera que escucha y protege jamás diría. ¿Quién más que Carrió puede asumir que el gobierno que, ella dice, defenderá a punta de fusil -porque se comparó con Allende, vamos- gobierna para los ricos y que esa y sólo esa es la base social que reconocen? Mientras el presidente va a gateras, con la única excepción de sonreír para unos cuantos que el sábado fueron a Plaza de Mayo, Carrió sale con todo. Habla de su velorio, insiste en las iluminaciones bíblicas que tanto la han sostenido, grita para que la escuchen desde el cerro Tronador. Porque ella alimenta así su mesianismo, su único objetivo que no es la República sino ella misma. Ni más ni menos.
En medio de esta crisis económica programada por sus gestores, que esta mujer ofrezca la ilusión de un plan mayor, falsa información reservada y coreografías de aliento al ejército derrotado es más que necesario para dar un poco de vida a un gobierno en retirada que no hace más que demostrar que no tiene ni un ancho de copa en la manga. Al menos Lilita parece tener algo guardado, un saber superior, algo que le dictan desde el más allá y lo dice con la convicción de quien se lo cree. “Esto lo sabe todo el mundo, a mí Cristina en 2007 me robó la presidencia”. Y es verdad en términos de lenguaje coloquial, ganó por afano en aquel año, duplicó y más los votos de la señora de los labios pintados y la pantalla solar ardiendo en su piel. Cristina, su peor pesadilla. La rival que ella busca para ver si puede arañar algo de su altura y provoca sin éxito para que le hable, le conteste, la reconozca. Así desde aquella comisión de lavado de dinero que en el cambio de milenio le dio tanto protagonismo y de la que también participó Fernández de Kirchner. “Ella se cree que la política empieza cuando ella llega, pero lástima, es un cine en continuado que no la desea ni la espera”, dijo de Carrió Cristina en 2001 y poco más le dedicó desde entonces.
Ahora la elegida se desgañita para cimentar su protagonismo. Sabe que está perdida pero eso es parte de su guión, si el pueblo le da la espalda -si es que el pueblo apenas la considera- entonces será la mártir. Y mientras tanto le regala al macrismo, que tanto se ha llenado la boca de falsas políticas de género, esa imagen de loba que cuida a sus cachorros hasta el último minuto, de loca de amor por el gobierno de los dueños y los que se van a vacacionar al verano europeo, todos esos cachorros que ahora dejados a la intemperie por la contundente voluntad popular que se expresó en las PASO buscan el refugio de un pecho materno que no les devolverá el poder pero al menos les regala una épica diminuta que los hace aplaudir de parados a una señora que, en veinte años de carrera política, apenas hizo más que salvarse a sí misma porque tiene una misión, porque es la elegida de sí misma.