En vista de los últimos sucesos a nivel socioeconómico, me sentí tentado, hace un par de semanas, a mudarme un tiempo a Rudylandia, territorio que he fundado en la ficción, al que todo el mundo puede entrar con una sonrisa sincera a modo de pasaporte, y del que todo el mundo sale automáticamente ante la menor agresión que emita.

Es que desde Rudylandia se percibe la situación argentina como un macrigarcado. El gobierno está incansablemente dedicado a producir problemas, desazones y desavenencias varias entre los pobladores, para lo cual se ha endeudado por generaciones con el fin de asegurarse de que a ningún argentino le falte algo de qué amargarse en su mesa, en su silla o en su cama. Todo esto a título singular, familiar, colectivo y o social.

En Rudylandia, es más fácil. No tenemos problemas de género, ya que tenemos solo uno: el género humano. En el macrigarcado, en cambio, la machirulez de mercado ningunea y discrimina por igual a mujeres, varones y diversos. Quien tiene “un falo verde” (o más) tiene acceso a sitios, cargos y “aplicaciones” que le permiten desmentir (hacer como que no existen) el resto de los seres humanos, y practicar, como ejercicio de relajación meritocrática, la “marginación trascendental” (también conocida en el ámbito de los gimnasios como “relajación garca”). Las, los y les demás, a joderse, y a votar bien.

La idea que tienen de “votar bien” es que votemos... por ellos. El premio por semejante acto: por un minuto nos permiten sentir que no somos iguales, claro que no, pero hacemos lo mismo. A algunes, les alcanza. El precio, igual, es un crédito UVA pagable en cuatro años de malestar.

Tampoco tenemos en Rudylandia problemas de número. Entendemos que los problemas pueden ser singulares y/o colectivos, y que de ambas cosas hay que ocuparse. De hecho, hay una constante ósmosis entre unos y otros: los colectivos son conjuntos de gente, y la gente no está sola. En el macrigarcado, cada uno está solo, o en todo caso, acompañado por su dinero, y sus culpas. Llaman a esto “meirritocracia”, ya que la gente suele irritarse ante cualquier pérdida individual, autoculparse, deprimirse, y todo eso que el filósofo Byung Chul Han describió magistralmente en su libro Topología de la violencia, cuya lectura recomendamos... después de terminar de leer esta nota; no me dejen solo.

Lo que me decidió a irme fue que en los días previos a votar, unos trolls mal pagos inundaron el planeta (y el país) con mensajes como:

* “Relaje a Mauricio, acaricie con significación emotiva el voto merecedor”

* “Neolibérese de las cadenas propicias y sienta el goce de urnear a fuego amarillo la boleta de Mauricio”

* Proteja su mauriculez con sufragio cariñoso

* Estrepite in péctore y masajee la fantasía libidinal de clase media, votando contra sus intereses y a favor de los de Mauricio”

* “Vote a Mauricio antes de que aumente todo, y después también, juntos por el cambio (tipo vendedor)”

* “Luche y Leliq”

Tanta ridiculez suelta, y pagada con mis propios impuestos, me convenció. No pude más. Me vine a Rudylandia aprovechando que, al ser un sitio de ficción, podía votar a la vez en la mesa de Caballito donde me indicaba el padrón.

Fui a votar con mi hijo (votar es una buenísima actividad para hacer en familia) y, mientras esperábamos nuestro turno, pudimos hacer una encuesta in situ, una verdadera “cara de urna” --ya que no boca-- del hecho electoral, a partir del rostro, la expresión y el estado de ánimo de sufragantes y sufragantas presentes.

* Ese viene a votar sonriendo… ¡uno para Alberto!

* Ese viene a votar fruncido…, ¡uno para Mauricio!

* Esa trae a su hijito chico a que la vea votar..., ¡otro para Alberto!

* Ese se quiere colar..., ¡uno para Mauricio!

* Esa me convida un mate…, ¡uno para Alberto!

* Ese se rasca la barbita con cara de sueño…, ¡uno para la izquierda!

* Esa lamenta tener que venir a votar ella en vez de mandar a la mucama..., ¡uno para Mauricio!

* Ese no soporta tener que esperar que vote el encargado de su casa antes que él..., ¡uno para Mauricio!

* Esas vienen leyendo Página/12 en la cola…, ¡cuatro para Alberto!

* Ese pregunta dónde está la cola para blancos..., ¿hace falta que le diga por quién vota?

* Ese silba la Marchita mientras se ríe y hace la V con los dedos como si nada…, ¡obvio!

* Esos vienen dándose besos..., ¡dos para Alberto!

* Esa pareja viene discutiendo mal…, ¡uno para cada uno!

* Esa comenta que en esta escuela se podría hacer un shopping..., ¡uno para Mauricio!

* Eses vienen “abrazades hasta que vuelva”…, ¡dos para Alberto!

* Esa grita: “¡Faltan boletas porque se robaron todas!”..., ¡uno para Mauricio!

* Esa mira despectivamente al pibe de barba que vota a la izquierda..., ¡voto indeciso entre Gómez Centurión y Mauricio!

* Ese le pregunta al presidente de mesa si sabe a cuánto está el dólar..., ¡uno para Mauricio!

* Esa, mientras hace cola, pregunta: “¿Cuándo ‘vamos a volver’ a votar?”..., ¡uno para Alberto!

* Ese viene a votar con su guardaespaldas..., ¡uno para Mauricio!

* Ese quiere entrar al cuarto oscuro tocando la guitarra..., ¡Alberto, fija!

 

Y después, a la noche, en Rudylandia llovió alegría. Nos lloramos todo. Nuestra encuesta “cara de urna” no nos había fallado. Es que no nos podía fallar: el odio no es sustentable. En la Argentina ganamos por unos 15 puntos de diferencia. En Rudylandia, 100 a 0.

@humoristarudy